Elecciones y cohesi¨®n universitaria
Las elecciones a rector que tendr¨¢n lugar en la Universidad de Valencia el pr¨®ximo 26 de febrero bien merecen que el debate p¨²blico -ya iniciado- se ampl¨ªe con ideas nuevas que puedan ser escuchadas por quien gane en las urnas. Se discute en la prensa sobre cu¨¢l habr¨ªa de ser el proyecto con el que esta universidad encare el futuro y de si se dispondr¨ªa de la financiaci¨®n suficiente. Dejando a un lado las obras de grandes infraestructuras, en gran parte ya realizadas, y suponiendo que el objetivo principal no debiera ser extrauniversitario, sin duda la Universidad ha de afrontar el reto -principal- de la transformaci¨®n interna: ante la perspectiva de una curva demogr¨¢fica de estudiantes en claro descenso y con una competencia (p¨²blica, privada) en aumento, el reto -docente e investigador- es la reorganizaci¨®n, la diferenciaci¨®n, la especializaci¨®n y, en suma, la mejora de la calidad. Es decir, se requiere una delicada labor de sutura interna, que hay que desarrollar en varios frentes.
Sin embargo hay dificultades evidentes que pueden hacer naufragar el prop¨®sito. La t¨®nica que ha venido siendo dominante en el gobierno universitario puede sintetizarse en la popular f¨®rmula de 'caf¨¦ para todos' y de ella, junto a los efectos de la creaci¨®n de departamentos fuertes de la LRU, se ha derivado una muy extendida atomizaci¨®n de objetivos e intereses entre el profesorado (no s¨®lo de departamentos sino de unidades docentes y de taifas varias e incluso de personas individuales con sus reducidas cortes). Y nadie quiere renunciar a nada.
Este fen¨®meno de notable atomizaci¨®n, relativamente nuevo, ha dado lugar a la marginaci¨®n de una serie de minor¨ªas (parad¨®jicamente numerosas) que antes pod¨ªan encontrar un cierto respaldo comunitario en los respectivos centros, hoy desarticulados y debilitados: los que estorbaban los proyectos hegem¨®nicos, los que no han querido convertirse en c¨®mplices de decisiones arbitrarias, personas que no renuncian a sus derechos, los amantes del cumplimiento de la legalidad, etc. Un conjunto de profesores que a menudo han sido arrollados o arrinconados por los respectivos establishment. En t¨¦rminos globales la Universidad no ha sabido dar respuesta a este problema, que ha generado muchos sufrimientos e injusticias -algunas bien conocidas en los respectivos entornos- y la retirada a sus cuarteles de invierno de muchas personas valiosas.
La legislaci¨®n universitaria vigente preve¨ªa una serie de mecanismos de control internos que de un modo u otro se han venido relajando, creando de hecho indefensi¨®n. Las comisiones que enjuician los conflictos (incluidas las varias de apelaciones o reclamaciones) observan la tendencia a dejarlo todo como est¨¢ o, si acaso, a introducir m¨ªnimas rectificaciones -cuando se disputa sobre puestos docentes la llamada discrecionalidad t¨¦cnica de los juzgadores es la capa que todo lo tapa-; la asesor¨ªa jur¨ªdica en sus dict¨¢menes propende a confirmar acomodaticiamente los actos y acuerdos de la administraci¨®n universitaria; incluso el Tribunal de Greuges peca de t¨ªmido, voluntarioso pero poco corajoso, y al final, error grav¨ªsimo, en un juego malabar de formas, el rectorado acaba sancionando legalidad por justicia, con la consiguiente desmoralizaci¨®n de profesores, estudiantes y personal de servicios, pues a todos afecta el modus operandi. Am¨¦n de la habitual lentitud.
Al mismo tiempo la conflictividad interna est¨¢ llamada a seguir aumentando por la sencilla raz¨®n de que la Universidad se ha ido burocratizando de manera imparable. Las instancias unipersonales son cada vez menos, casi todas las decisiones entroncan en una cadena semiinfinita de comisiones contra cuyas decisiones -a menudo muy alejadas de los interesados, a los que rara vez se escucha en persona- hay que apelar por escrito, y las instancias sucesivas que han de informar, o incluso decidir, se multiplican. Es un angustioso laberinto sin hilo de Ariadna alguno al que asirse. A menudo cunde la desmotivaci¨®n y el abandono.
Somos una comunidad universitaria, jer¨¢rquica -no se olvide- de casi 60.000 almas en la que la justicia interna falla y, sin embargo, su buen funcionamiento es imprescindible. El recurrir contra acuerdos tomados ha de ser admitido por todos como una pr¨¢ctica no s¨®lo leg¨ªtima sino normal, cuyo amparo corresponde a las autoridades universitarias. A los interesados hay que escucharles y se les ha de garantizar una resoluci¨®n objetiva, r¨¢pida y justa. La pr¨®xima reforma de los Estatutos ofrece una oportunidad de oro para cambiar el actual estado de cosas. Se requiere dinamismo, agilidad, rectitud moral y sinceras ganas de desterrar el corporativismo. Han de establecerse normas y procedimientos claros que protejan los derechos de los individuos, no la fuerza del aparato universitario. En ello nos va nuestra credibilidad universitaria y el poseer un instrumento interno eficaz para corregir la creciente burocraci¨®n.
Juan Carlos de Miguel es profesor claustral de la Facultad de Filolog¨ªa de la Universidad de Valencia.
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