El incansable Gulliver en la isla volante de Laputa
TRAS VISITAR LOS REINOS DE LILIPUT, el pa¨ªs de los diminutos liliputienses, y de Brobdingnag, donde habitan gigantes 12 veces m¨¢s altos que los humanos, el incansable viajero Lemuel Gulliver recala en la isla volante de Laputa. Sus habitantes, cient¨ªficos e intelectuales (siempre en las nubes), est¨¢n permanentemente absortos en lucubraciones, hasta tal punto que los criados (sacudidores) deben espabilarlos con unos sonajeros que agitan ante su cara. Es el tercer viaje de este aventurero, Gulliver, surgido de la acerada pluma de Jonathan Swift en 1726 en el cl¨¢sico, de revisi¨®n ineludible, Viajes de Gulliver y llevado a la pantalla en varias ocasiones. Una de las versiones m¨¢s conseguidas es el filme brit¨¢nico The three worlds of Gulliver (Los viajes de Gulliver, 1960), de Jack Sher, con las inigualables recreaciones del mago de los efectos especiales Ray Harryhausen. En la novela, Swift, por medio de los laputanos, arremete contra los cient¨ªficos y el razonamiento abstracto, en un momento en que el esp¨ªritu cient¨ªfico se impon¨ªa en Europa y Newton era el h¨¦roe nacional ingl¨¦s. Los laputanos tienen 'un ojo vuelto hacia dentro y el otro para arriba clavado en el cenit', pues no miran nunca ni al mundo exterior ni a sus semejantes, sino a s¨ª mismos y a las estrellas.
La curiosa isla volante de Laputa est¨¢ propulsada por un im¨¢n orientable de gran tama?o y de fuerza prodigiosa, inserto en su centro: 'Por medio de esta piedra im¨¢n puede hacerse que la isla suba o baje y se mueva de un lado a otro; pues dentro de los l¨ªmites de aquella parte de la tierra sobre la que reina este monarca, la piedra posee una fuerza de atracci¨®n en uno de los extremos y otra de repulsi¨®n en el otro. Poniendo el im¨¢n vertical con el polo de atracci¨®n hacia la tierra, la isla desciende; pero cuando el polo de repulsi¨®n apunta hacia abajo, la isla sube en vertical. Cuando la posici¨®n de la piedra es oblicua, el movimiento de la isla es oblicuo tambi¨¦n, pues en este im¨¢n las fuerzas siempre act¨²an en l¨ªneas paralelas a la direcci¨®n en que se orienta'.
En estos pasajes Swift usa los conocimientos cient¨ªficos de su tiempo. Se hace eco del inter¨¦s por las m¨¢quinas voladoras (miembros de la Royal Society brit¨¢nica, como Robert Hooke, experimentaron con modelos de carros y alas, en el XVII). Con su particular estilo, Swift retoma la idea popular del vuelo y la expande hasta ridiculizarla. Ya no s¨®lo es una nave a¨¦rea, sino toda una ciudad, con sus habitantes, la m¨¢quina voladora.
Por otra parte, las consideraciones que hace el autor sobre el magnetismo, concuerdan con las ideas imperantes en la ¨¦poca. El efecto magn¨¦tico disminuye con la distancia (elevaci¨®n de la isla hasta una cierta altura l¨ªmite: 'la propiedad magn¨¦tica no alcanza m¨¢s de cuatro millas') y es selectivo (la isla s¨®lo puede volar por encima del reino de Balnibarbi). Sin embargo, se desliza un error de bulto: 'Cuando se sit¨²a la piedra paralela al plano del horizonte, la isla permanece inm¨®vil, pues en este caso los polos se encuentran a la misma distancia de la tierra y act¨²an con fuerzas iguales, uno tirando para abajo, el otro empujando hacia arriba, y en consecuencia no puede seguirse movimiento alguno'. ?D¨®nde est¨¢ el fallo? El uso de la piedra im¨¢n en posici¨®n horizontal, lejos de mantener la isla inm¨®vil, ?provocar¨ªa un giro inevitable! Y adi¨®s laputanos.
Impresionantes resultan tambi¨¦n las acciones punitivas que el rey de la isla puede llevar a cabo sobre sus s¨²bditos. En caso de revuelta o mot¨ªn, el castigo m¨¢s leve consiste en mantener la isla sobre la ciudad rebelde y sus aleda?os, priv¨¢ndola del sol y la lluvia y causando escasez y enfermedades. Si el delito as¨ª lo merece, se pueden arrojar grandes piedras desde arriba. No hay entonces tejado ni refugio que valgan. 'Pero si a pesar de eso contin¨²an en su obstinaci¨®n o intentan sublevarse, recurre ¨¦l al ¨²ltimo remedio: hace que la isla caiga encima, lo cual ocasiona la total destrucci¨®n de edificios y personas'. Mucho cuidado con quejarse de la monarqu¨ªa.
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