El ni?o que fue poeta
?lvaro Mutis se ha pasado una semana en Madrid demostrando las dos cosas que su amigo y compatriota Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez dice sobre su simpat¨ªa: que es el hombre m¨¢s simp¨¢tico del mundo y que paga con un inmenso sentimiento de soledad el trabajo de ser tan simp¨¢tico. Si lees sus poemas, ves a ese hombre solitario, rodeado de objetos y paisajes, pregunt¨¢ndose el porqu¨¦ de la vida; pero si le ves entre otros, ¨¦l estar¨¢, seguramente, tratando de salvar las reuniones de cualquier naufragio, dando a un lado y a otro rasgos constantes de un humor que a veces parece autobiograf¨ªa y que otras veces es relato bien hilado, como si lo estuviera escribiendo, de lo que le pas¨® a su alter ego, Maqroll el Gaviero. Mucho p¨²blico le ha ido a ver en la Casa de Am¨¦rica, que le dedic¨® una Semana de Autor, y le vieron de las dos maneras, escuchando divertido o ensimismado lo que especialistas o lectores tuvieran que decir de ¨¦l, y hablando de s¨ª mismo como si ¨¦l fuera otro, y es que muchas veces es otro. Ha hecho bromas, pero tambi¨¦n ha sido el poeta en silencio, y as¨ª se le vio alguna vez, como si la nube del tiempo -o la nieve del almirante- se posara en los recodos, ya entonces melanc¨®licos, de sus ojos rasgados, como de marino. El ¨²ltimo d¨ªa habl¨® ¨¦l casi siempre, a preguntas de dos escritores, un colombiano y un mexicano, Eduardo Garc¨ªa Aguilar y Juan Villoro; Conrado Zuloaga, el agregado cultural colombiano, moder¨® el acontecimiento, que fue precedido por una ponencia anal¨ªtica del novelista espa?ol Adolfo Garc¨ªa Ortega. Y cuando ¨¦l habl¨®, apareci¨® ese ser melanc¨®lico que tiene por patria ¨²nica ese recuerdo infantil de la finca de su abuelo, en la tierra caliente de Colombia, donde empezaba y terminaba el mundo, y donde a¨²n tiene puesta una mirada que no cesa de regresar a ese sitio al que ¨¦l mismo no vuelve desde hace tanto tiempo. Cuando padeci¨® el exilio, ¨¦se fue el lugar que le hizo revivir el ansia de tocar tierra propia, y cuando viaja -ahora va a C¨¢diz, a ser hijo adoptivo, galard¨®n que recibi¨® gritando '?Soy gaditano, co?o!'- lo hace creyendo que tambi¨¦n vuelve, como Neruda al peque?o pueblo chileno donde naci¨®, a ese espacio natural en el que la vida y el sue?o siguen confundi¨¦ndose.
Habl¨®, claro, de la poes¨ªa. Mutis cree -de nuevo como el chileno al que tanto admira- que uno vive rodeado de cosas que se van rompiendo poco a poco, pero piensa que jam¨¢s se va a acabar la poes¨ªa. 'Lo ¨²ltimo que har¨¢ el hombre es poes¨ªa: un lamento suyo, un grito, ser¨¢ su ¨²ltimo poema'. Recit¨® algunos, y dej¨® la evidencia de que ¨¦ste no es un poeta de palabras o de frases, sino que su lamento -o su grito- va creciendo desde el lado insignificante de las an¨¦cdotas hasta convertirse en un clamor que resuena al final, en los o¨ªdos del recuerdo, como el mar que tanto ama. Habl¨® del mar, por supuesto, y de ese encuentro con un capit¨¢n de barco que le hizo emborracharse de cerveza, champa?a e historias mientras le contaba los detalles de una vida que ya siempre ha vivido amarrada a la suya. Fue una excursi¨®n completa, riqu¨ªsima, por su autobiograf¨ªa y por la biograf¨ªa de los otros; Juan Villoro le tir¨® de la lengua, y ¨¦l acept¨® algunas an¨¦cdotas que explican bien qui¨¦n es Mutis en sociedad. Cont¨® Villoro, por ejemplo, esa vez que Garc¨ªa M¨¢rquez le pas¨® el manuscrito perfecto (Mutis le dijo: 'Es una obra maestra') de El coronel no tiene quien le escriba, y el poeta de Maqroll se lo entreg¨® a su vez a Juan Rulfo, con esta recomendaci¨®n: 'Para que aprenda'. Y no par¨® de hablar de su infancia. Dijo Garc¨ªa M¨¢rquez que Mutis hablaba y hablaba hasta que se quedaba mudo, y una vez viaj¨® y viaj¨® en silencio por la campi?a belga hasta que rompi¨® el mutismo para decir: 'Gran pa¨ªs de ciclistas y cazadores'. Esta vez su silencio fue roto este jueves inolvidable en el que el escritor transterrado de todas las tierras habl¨® otra vez de esa patria de su memoria que est¨¢ en los verdes de la tierra caliente colombiana, y concluy¨® su excursi¨®n con estas palabras: 'Esa fiesta que fue nuestra vida de ni?os es lo que nos hace eternos'.
Dej¨® ese mensaje y se fue a C¨¢diz, en busca de ese paisaje del que habla.
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