Chirac contra Chirac
Jacques Chirac se siente acosado. Cuarenta a?os de carrera pol¨ªtica le han exigido enfrentarse a muchas celadas y organizar otras tantas. En los ¨²ltimos meses hab¨ªa logrado enrocarse en la inmunidad presidencial frente a los jueces, conditio sine qua non para poder soplar, como jefe de Estado reelegido, las 70 velas de su pr¨®ximo cumplea?os. Y hete aqu¨ª que su pasado reaparece en forma de nuevos esc¨¢ndalos, entre los cuales destaca la revelaci¨®n de unas presuntas negociaciones secretas con la extrema derecha.
?De qu¨¦ se trata ahora? Hace tiempo que le persiguen las sospechas de financiaci¨®n ilegal alumbradas en sus ¨¦pocas de primer ministro, alcalde de Par¨ªs y presidente del partido neogaullista RPR; tampoco se ignora el rencor de los correligionarios malheridos en las batallas contra su antiguo jefe. Pero Chirac no era sospechoso de extremismo pol¨ªtico. Y, sin embargo, el caudillo de la ultraderecha, Jean-Marie Le Pen, y el ex ministro conservador, Charles Pasqua, han dado cuenta de dos encuentros desconocidos entre Chirac y Le Pen.
Varios libros presentan al presidente como un ambicioso, falto de confianza en s¨ª mismo y capaz de cualquier maniobra para medrar
Jean-Marie le Pen y el ex ministro Charles Pasqua han dado cuenta de dos encuentros desconocidos entre Chirac y el l¨ªder ultraconservador
Esas entrevistas se sit¨²an entre las dos vueltas de la elecci¨®n presidencial de 1988. Chirac hab¨ªa sacado un escu¨¢lido 20% en la primera votaci¨®n, frente al 34% del socialista Mitterrand. Otro 14% hab¨ªa ido a parar a Le Pen, cuyo apoyo al candidato gaullista en la segunda vuelta pod¨ªa dar la vuelta a la tortilla. Chirac no se arriesg¨® a un acuerdo p¨²blico con la ultraderecha, por temor a que le abandonaran los centristas. De ah¨ª su s¨²plica a Le Pen: 'Ap¨®yeme, pero que no se vea'. La consigna de Le Pen para la segunda vuelta -'?ni un voto para Mitterrand!'- no ped¨ªa directamente el apoyo a Chirac, como si le hubiera hecho caso.
El El¨ªseo desmiente tales negociaciones. S¨®lo reconoce que hubo un encuentro en privado de Chirac con Le Pen, pero para decirle lo mucho que le despreciaba. El caudillo ultra sonr¨ªe de oreja a oreja: 'O sea, que quiso verme entre las dos vueltas de las presidenciales para decirme lo mal que pensaba de quien pod¨ªa hacer que resultara elegido o que perdiera. ?Demasiado divertido!'. Charles Pasqua, en aquel tiempo ministro del Interior de Chirac, da a entender que hubo dos encuentros y asegura que ¨¦l organiz¨® uno de ellos.
Para mayor emoci¨®n, el libro en el que se publicaron las primeras confidencias de Le Pen (L'homme qui ni s'aimait pas) es de Eric Zemmour, un colaborador del diario conservador Le Figaro, que traza un vitri¨®lico retrato de Chirac como un ambicioso, falto de confianza en s¨ª mismo y capaz de cualquier maniobra para medrar.
Endurecerse
A los 18 a?os, el joven Chirac fue enrolado por su padre en un barco mercante, a fin de retirarle de la protecci¨®n de la madre y endurecerle en el contacto con la ruda mariner¨ªa. La experiencia le gust¨® tanto que decidi¨® no volver al instituto en septiembre. Aprovechando una escala del barco en Dunkerke, su padre puso fin a la escapada. El autor describe a Chirac como 'un aventurero, no un poeta', con 'un f¨ªsico de don Quijote y un alma de Sancho Panza', 'un burgu¨¦s a la antigua fascinado por la bohemia, al que le gusta demasiado el confort'. Se cas¨® con Bernadette, una chica de buena familia, excelente boda para el hijo de un empleado de banca. Ciencias Pol¨ªticas y la Escuela Nacional de Administraci¨®n (ENA), instituciones educativas de ¨¦lite, no le impiden distribuir el diario comunista L'Humanit¨¦ y firmar y recoger firmas para el llamamiento pacifista de Estocolmo.
En 1961 entr¨® en el Gabinete del primer ministro, y ah¨ª comenz¨® la carrera de salto de obst¨¢culos. En la campa?a presidencial de 1974, un grupo de 43 parlamentarios gaullistas, animados por Chirac, prefirieron dejar en la cuneta a su candidato, Chaban Delmas, y apoyar al centrista Giscard d'Estaing. Tras su elecci¨®n, Giscard recompens¨® a Chirac con el cargo de primer ministro. ?ste dimiti¨® dos a?os m¨¢s tarde, anunciando que iba a dedicarse a abrir una tienda de anticuario, pero lo que realmente hizo fue presentarse a las elecciones de alcalde de Par¨ªs, frente al candidato de Giscard...
Desde su elecci¨®n como alcalde de la capital, en 1977, hasta su actual etapa del El¨ªseo, Chirac ha vivido siempre en un palacio, y naturalmente a costa del erario p¨²blico. Rapha?lle Bacqu¨¦, periodista de Le Monde y autora de otro libro sobre el presidente, asegura que detr¨¢s de un hombre de poder hay a veces un gran proyecto, consejeros, un gur¨², pero detr¨¢s de Chirac 'hay ante todo una familia, un clan, un aparato'.
?l, que nunca permiti¨® la explotaci¨®n p¨²blica de la vida privada de Mitterrand, mont¨® en c¨®lera cuando algunos jueces metieron las narices en la forma en que se hab¨ªan pagado unos viajes privados suyos y de su hija Claude. Un enfado que sali¨® a relucir en la ¨²ltima fiesta nacional del 14 de julio, cuando, tras despedirse del rey don Juan Carlos, que hab¨ªa asistido al tradicional desfile militar de los Campos El¨ªseos, regres¨® al palacio del El¨ªseo para lanzar una diatriba televisada contra el primer ministro, Lionel Jospin, a quien acus¨® de todos los males de la delincuencia en Francia y de dilapidar los fondos secretos del Estado en vergonzosas operaciones pol¨ªticas, suponi¨¦ndole inductor -o al menos beneficiario- del estigma lanzado por unos cuantos jueces sobre ¨¦l y su familia.
Rescate por un secuestro
OTRO ESC?NDALO de dinero planea sobre la reelecci¨®n de Chirac. Procede de la misma campa?a de mayo de 1988 contra Mitterrand. Pocos d¨ªas antes de esa segunda vuelta a la que acud¨ªa con tan pocas posibilidades de ¨¦xito, Chirac se dio el gusto de recibir en Par¨ªs a tres compatriotas que hab¨ªan permanecido m¨¢s de tres a?os secuestrados en L¨ªbano y que milagrosamente hab¨ªan recuperado la libertad una semana antes de la votaci¨®n decisiva en Par¨ªs. Fue una operaci¨®n llevada a cabo por los servicios de Pasqua, que, como sabemos, era a¨²n ministro del Interior. El brillant¨ªsimo rescate de los tres compatriotas hab¨ªa sido posible, se dijo entonces, sin pagar una sola peseta y sin violencia alguna. Pero, seg¨²n una nota del contraespionaje franc¨¦s, dirigida el 19 de enero de 2001 a la fiscal¨ªa de Par¨ªs, en la liberaci¨®n de los tres franceses secuestrados en L¨ªbano no s¨®lo se pag¨® un rescate, sino que el dinero fue desviado a personas pr¨®ximas a Pasqua. Nadie ha se?alado a¨²n a Chirac directamente por este asunto, pero los que siguen ese dossier est¨¢n en vilo. 'Se prometi¨® un rescate de tres millones de d¨®lares, pero Francia jam¨¢s los pag¨®', asegura el jeque Abdel Moneim Al¨ª Zein, uno de los negociadores utilizados para obtener de Hezbol¨¢ la liberaci¨®n de los tres secuestrados. Zein, jefe de la comunidad shi¨ª libanesa de Senegal, fue despachado a Beirut por el presidente de este pa¨ªs, Abdou Diouf, quien ha contado a Le Nouvel Observateur que, tras la liberaci¨®n de los secuestrados, Zein le confes¨® que su vida corr¨ªa peligro porque 'algunos de sus interlocutores libaneses, furiosos al comprobar que los compromisos adoptados por Par¨ªs no hab¨ªan sido respetados, supon¨ªan que ¨¦l se hab¨ªa quedado con el dinero'. Y a?ade que ¨¦l mismo explic¨® los detalles de lo sucedido al entonces presidente franc¨¦s, Fran?ois Mitterrand, quien orden¨® investigar lo que hab¨ªa sucedido. Nuevos testimonios aseguran hoy que el secuestro de los tres franceses fue tan largo porque en 1986, emisarios de la oposici¨®n de derechas hab¨ªan impedido a los negociadores del Gobierno socialista que lograsen la liberaci¨®n de los secuestrados. El pasado, en fin, revive tambi¨¦n en forma de ex dirigente gaullista que lleva siete a?os huido de Francia, por temor a las consecuencias de una investigaci¨®n judicial por el manejo de dinero sucio en la Oficina de Viviendas Sociales de un departamento pr¨®ximo a Par¨ªs. El huido, Didier Schuller, ha anunciado su regreso voluntario a Francia para 'aclarar' todo lo sucedido, y anticipa que lamentar¨ªa que esto hiciera perder las elecciones a Chirac... Para rematar la faena, el juez Eric Halphen, que anunci¨® su abandono de la carrera judicial a principios de a?o, harto del 'acoso' a que hab¨ªa sido sometido por meter las narices en los asuntos de Chirac, est¨¢ escribiendo a marchas forzadas un libro sobre 'la investigaci¨®n que no pudo ser'. Decididamente, el pasado persigue al presidente de la Rep¨²blica Francesa, un hombre con mejor imagen fuera que dentro de su pa¨ªs.
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