Sensaci¨®n
De un tiempo a esta parte tengo la sensaci¨®n de que Cajamadrid est¨¢ imponiendo, con las maneras que caracterizan al prepotente, una molesta e irritante modificaci¨®n de los horarios previstos de inicio de los espect¨¢culos teatrales y musicales a trav¨¦s de su servicio de venta de entradas por tel¨¦fono, que, a juzgar por las interminables colas que todav¨ªa serpentean bulliciosas ante las taquillas cuando apenas faltan unos minutos para comenzar la funci¨®n, y seg¨²n las alegaciones de los propios empleados de los locales, es sencillamente nefasto. Personalmente, s¨®lo he recurrido una vez a ¨¦l (con recogida de las entradas en una sucursal de la Caja), y le puedo asegurar que la experiencia fue tan lamentable y hasta surrealista que me hice el firme prop¨®sito de no utilizar m¨¢s un sistema tan torcidamente concebido y tan alejado del fin que supuestamente anima a un negocio as¨ª.
La desgracia es que, ingenuo de m¨ª, con esta actitud firme y consecuente no he conseguido librarme en absoluto de los efectos perniciosos del mismo. Y tengo que soportar su consentida incompetencia porque las salas no pueden o no quieren atajar la cuesti¨®n como deber¨ªan, acaso aunque s¨®lo sea porque es m¨¢s sencillo trasladar la carga a los espectadores, que encima van a divertirse y aguantan lo que les echen con apenas unas palabras de conveniencia cuando ya llevan m¨¢s de un cuarto de hora esperando (a los que han conseguido sortear de un modo u otro, y siempre a su costa, la trampa tendida en la venta-recogida) o con el favor de retrasar el comienzo del espect¨¢culo (para los que han sufrido el atasco a las puertas). Adem¨¢s de incomprensible e injusta, esta actitud ante todo abusa de la capacidad de aguante, la educaci¨®n y la discreci¨®n de quienes les est¨¢n haciendo el negocio. Una falta de respeto m¨¢s que sumar a las muchas a las que nos someten unos y otros: no sobrar¨ªa que adem¨¢s del IVA estuviese incluida en el precio la deferencia, as¨ª s¨®lo fuera un m¨ªnimo.
Bien podr¨ªan ustedes darse una vueltecita por este ¨¢mbito de la realidad de la que normalmente dan una informaci¨®n prolija, pero demasiado repetitiva y encorsetada, y as¨ª nos podr¨ªan aclarar cosas tan elementales como por qu¨¦ funciona tan rematadamente mal el sistema; desvelar los arcanos por los que se mueven las salas y sus gestores para seguir dependiendo de un servicio que en apariencia tanto les perjudica; cuantificar el grado de sufrimiento y resistencia de que son capaces los espectadores-pacientes. Y, de paso, contarnos si los actores e int¨¦rpretes tienen algo que decir.
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