Convivir con las radiaciones
Diferentes fuentes radiactivas est¨¢n presentes en multitud de elementos cotidianos
No han sido los tel¨¦fonos m¨®viles los que han despertado el temor a las repercusiones sanitarias de las radiaciones electromagn¨¦ticas. El impacto de esta contaminaci¨®n invisible en la salud de los ciudadanos lleva estudi¨¢ndose a?os, sobre todo asociado a las l¨ªneas el¨¦ctricas de alta tensi¨®n que, peri¨®dicamente, vuelven a ser noticia como consecuencia de las dudas, y los miedos, que a¨²n se plantean en torno a esta cuesti¨®n.
Ya a finales de los a?os setenta algunos cient¨ªficos alertaron sobre las posibles alteraciones biol¨®gicas que estas radiaciones pod¨ªan causar, lo que provoc¨® la l¨®gica inquietud en aquellas comunidades que estaban especialmente expuestas a las mismas, como era el caso de viviendas situadas en las inmediaciones de tendidos o centrales el¨¦ctricas. La alarma cundi¨® cuando, en 1992, el reputado Instituto Karolinska de Estocolmo public¨® un completo informe sobre la incidencia de determinados tipos de c¨¢ncer en individuos que viv¨ªan en las inmediaciones de l¨ªneas de alta tensi¨®n.
Desde el punto de vista sanitario todav¨ªa no se ha encontrado prueba alguna, cient¨ªficamente rigurosa, que demuestre que estas radiaciones pueden causar enfermedades, pero tampoco existe la evidencia contraria y, por eso, los expertos se han alineado en dos frentes. Por un lado est¨¢n los que rechazan cualquier medida de precauci¨®n, ya que no existen evidencias en un sentido o en el contrario y, por otro, se encuentran los que defienden el principio de 'evitaci¨®n prudente', por el cual deber¨ªan introducirse, en algunos casos, elementos de cautela (como distancias m¨ªnimas de seguridad) en tanto se determina si los campos electromagn¨¦ticos son inocuos o no.
Pero, adem¨¢s, frente a las antenas de telefon¨ªa m¨®vil o los tendidos de alta tensi¨®n, infraestructuras que raramente pasan inadvertidas, existen otros muchos elementos, discretos y cotidianos, que tambi¨¦n emiten radiaciones. Sin salirse del apartado de las emisiones electromagn¨¦ticas, nadie ha polemizado en torno a los sistemas antirrobo presentes en multitud de establecimientos. Antenas situadas en los accesos de grandes almacenes y otros comercios de cierta entidad son capaces de detectar la salida de art¨ªculos a los que no se les ha retirado una etiqueta o dispositivo de seguridad gracias a las emisiones radioel¨¦ctricas, y esta es una cuesti¨®n que, por ejemplo, est¨¢ ya regulada en Estados Unidos a diferencia de otros pa¨ªses como Espa?a.
Los arcos detectores de metales, que hace algunos a?os s¨®lo se encontraban en los aeropuertos, han terminado por instalarse en los accesos a un buen n¨²mero de edificios p¨²blicos y entidades que necesitan garantizar ciertos niveles de seguridad. Tambi¨¦n en este caso se generan campos electromagn¨¦ticos de cierta intensidad, de cuya existencia suele alertarse a los usuarios que porten un marcapasos, ya que en ese caso s¨ª que pueden producirse alteraciones que afectar¨ªan a la salud del individuo en cuesti¨®n.
En las proximidades de aparatos de uso com¨²n, como neveras o lavadoras, existen, asimismo, campos electromagn¨¦ticos. Algunos estudios cient¨ªficos han descartado, sin embargo, el posible car¨¢cter nocivo de las emisiones correspondientes a mantas y almohadillas el¨¦ctricas, cocinas de vitrocer¨¢mica, hornos microondas y terminales de ordenador.
En el cap¨ªtulo de las radiaciones ionizantes, mucho m¨¢s peligrosas que las electromagn¨¦ticas, tambi¨¦n convivimos a diario con diferentes fuentes, ya sean naturales o artificiales. Para empezar, el propio aire que respiramos puede contener una carga apreciable de radiaci¨®n, de la que es responsable un gas inodoro, ins¨ªpido e invisible llamado rad¨®n. Esta sustancia es liberada por algunas rocas presentes en nuestros suelos, especialmente las gran¨ªticas que contienen minerales como el uranio o el torio.
Los materiales con que est¨¢n construidas nuestras viviendas tambi¨¦n emiten radiaciones. No s¨®lo el granito, tambi¨¦n los ladrillos, la madera, el hormig¨®n o la arena, liberan peque?as dosis radiactivas. Incluso el agua que sale de nuestros grifos o el gas que quemamos en la cocina son, igualmente, fuentes radiactivas. Por ¨²ltimo, algunos utensilios de uso com¨²n incorporan sustancias radiactivas. Es el caso de los relojes con esfera luminosa en los que se emplean algunas pinturas fluorescentes capaces de emitir cantidades de radiaci¨®n apreciables. Del mismo modo pueden liberarla los tel¨¦fonos, los detectores de humo, los cebadores de tubos fluorescentes y, por supuesto, los televisores. En todos los casos se trata de dosis muy bajas de radiaci¨®n que, en condiciones normales, no provocan alteraciones biol¨®gicas que pudieran desembocar en una enfermedad.
Comentarios y sugerencias a prop¨®sito de Cr¨®nica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
El 'fantasma' del s¨®tano
La exposici¨®n continua a ciertos niveles de gas rad¨®n est¨¢ demostrado que puede provocar c¨¢ncer de pulm¨®n. Esta es una circunstancia que, sin saberlo sus ocupantes, se produce en algunos inmuebles. El peligro aparece cuando este gas, que suele filtrarse desde el subsuelo a las viviendas, se acumula en algunas habitaciones (s¨®tanos, particularmente) al ser m¨¢s pesado que el aire. En Espa?a, y con la cartograf¨ªa geol¨®gica disponible, se deduce que las zonas de riesgo se concentran en las ¨¢reas m¨¢s antiguas, donde existe una alta proporci¨®n de materiales gran¨ªticos, como Madrid y todo el Sistema Central, Galicia, parte de la Cornisa Cant¨¢brica y los Pirineos. Las zonas de baja actividad coinciden con aqu¨¦llas en donde predominan los terrenos calizos y areniscas, como gran parte de Catalu?a, el Pa¨ªs Valenciano, Murcia y parte de Andaluc¨ªa. Aun as¨ª, escasean los estudios sobre la incidencia de este gas radiactivo en zonas habitadas. Hace justamente tres a?os, la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios (OCU) present¨® un estudio sobre niveles de rad¨®n medidos en viviendas de diferentes ciudades espa?olas. En el 27% de los casos analizados se midieron concentraciones por encima de los l¨ªmites que aconseja la Agencia de Protecci¨®n del Medio Ambiente de Estados Unidos. Tambi¨¦n es cierto que el mismo informe de la OCU advert¨ªa que la posibilidad de que el rad¨®n se concentrara en las viviendas hasta llegar a provocar enfermedades era 'peque?a'. El documento inclu¨ªa algunas recomendaciones para los ocupantes de inmuebles situados en zonas de riesgo, y en particular aquellos edificados sobre rocas gran¨ªticas. En estos casos se debe ventilar la casa con frecuencia y se debe estar atento a cualquier grieta que aparezca en el suelo de los s¨®tanos, ya que por ellas es por donde penetra el gas.
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