La ciencia, ante el p¨²blico
Hubo una ¨¦poca en la que los sabios se ocupaban al mismo tiempo de las matem¨¢ticas y la geograf¨ªa, de la historia y la f¨ªsica, de la cosmolog¨ªa y la pol¨ªtica, de la filosof¨ªa moral y de la mec¨¢nica. Hoy apenas tenemos recuerdo de aquello. Las ciencias han avanzado gracias a la especializaci¨®n y eso las ha llevado a alejarse de la cultura m¨¢s accesible al ciudadano com¨²n. En cuanto a los intelectuales de letras, est¨¢n demasiado ocupados en evitar que los estudios human¨ªsticos sean barridos de la ense?anza como para prestar atenci¨®n a otros aspectos de la cultura.
A mediados del siglo pasado Snow, cient¨ªfico y literato brit¨¢nico, plante¨® en una conferencia famosa el problema de las dos culturas y reivindic¨® la necesidad de aproximarlas, de hacer compatible la cultura cient¨ªfica y la human¨ªstica. En el plano acad¨¦mico no hemos avanzado gran cosa desde entonces. A pesar de todos los malos augurios, en el siglo XX todav¨ªa pod¨ªa haber ilustres hombres de ciencia, como Bertrand Russell, capaces de poner los fundamentos de la l¨®gica matem¨¢tica, conseguir el premio Nobel de Literatura, animar el movimiento mundial contra la guerra nuclear y presidir un tribunal internacional para juzgar los cr¨ªmenes de guerra en Vietnam.
Hoy un cient¨ªfico que dedicara una parte importante de su tiempo a la literatura o a la pol¨ªtica dejar¨ªa de ser competitivo en la dura batalla de la investigaci¨®n cient¨ªfica. Y por otra parte, apenas es concebible que un buen escritor pueda tener competencia t¨¦cnica suficiente para hacer contribuciones positivas en alg¨²n campo de la ciencia. (Y menos concebible a¨²n que su agente literario le permitiera perder el tiempo y el dinero en semejantes nader¨ªas). Peor a¨²n: ahora no s¨®lo existe una grave incomunicaci¨®n entre las ciencias y las letras (dig¨¢moslo as¨ª), sino que incluso se producen episodios de enfrentamiento, manipulaci¨®n y descalificaci¨®n, como sucedi¨® a finales de los noventa con la c¨¦lebre guerra de las ciencias que enfrent¨® a cient¨ªficos e intelectuales posmodernos.
Mientras tanto la cultura popular va por sus propios derroteros. La visi¨®n que la mayor¨ªa de la gente tiene de la ciencia y la tecnolog¨ªa ya no depende tanto de las asignaturas que estudiaron en la escuela, cuanto de los mensajes que reciben a trav¨¦s de m¨²ltiples canales de comunicaci¨®n. Mensajes casi siempre asociados con problemas que sacuden a la opini¨®n p¨²blica: cat¨¢strofes naturales o industriales, riesgos de accidentes derivados de las tecnolog¨ªas m¨¢s avanzadas, nuevas opciones disponibles para el control de la reproducci¨®n humana.
Pero lo mismo ocurre con los contenidos m¨¢s esenciales de la cultura human¨ªstica, desde el conocimiento de la historia a la incorporaci¨®n de valores, s¨ªmbolos y pautas de comportamiento al acervo cultural de los ciudadanos: una serie televisiva es m¨¢s decisiva para cambiar actitudes, valores y representaciones de la realidad que cualquier curso avanzado de cultura superior.
La hip¨®tesis pues es la siguiente: no es en los ¨¢mbitos exclusivamente acad¨¦micos donde hay que resolver la batalla de las dos culturas, sino m¨¢s bien en el espacio de la comunicaci¨®n p¨²blica. La ciencia la hacen los especialistas, pero ya no pueden hacerla de espaldas al p¨²blico, y la cultura human¨ªstica se hace en las facultades de letras, pero el p¨²blico la necesita incluso para participar en el propio espect¨¢culo de la ciencia.
Miguel A. Quintanilla es catedr¨¢tico de L¨®gica y Filosof¨ªa de la Ciencia en la Universidad de Salamanca y director del congreso La ciencia ante el p¨²blico: Cultura human¨ªstica y desarrollo cient¨ªfico t¨¦cnico.
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