Rev¨¢lidas, no gracias
En cualquier sistema educativo el aumento de controles sobre los resultados de aprendizaje del alumnado facilita los procesos sociales de selecci¨®n, clasificaci¨®n y etiquetado. Y cuanto m¨¢s en cantidad, y m¨¢s tempranos en la edad de los alumnos se hacen estos controles, m¨¢s efectiva se hace la doble v¨ªa de selecci¨®n entre los que van a poder continuar progresando en los estudios, y los que se quedan en la cuneta del sistema. Y esto es as¨ª independientemente del tipo y contenido del control. Un control -ll¨¢mese rev¨¢lida o como se quiera- tiene un sentido concreto: desbrozar, separar el grano de la paja, seleccionar. Otra cosa es la evaluaci¨®n, que necesariamente ha de ser educativa y debe permitir y favorecer procesos de mejora y de cambio sobre aquello que se sabe que no funcion¨® como deb¨ªa. Pero ahora estamos hablando de otra cosa, porque estamos hablando de las rev¨¢lidas.
La cuesti¨®n, entonces, es a qui¨¦n beneficia y qui¨¦n se perjudica con la imposici¨®n gubernamental de esos controles de selecci¨®n y etiquetado. En primer lugar, tomado el sistema educativo como carrera de obst¨¢culos, tiene m¨¢s dificultad para superarlos aqu¨¦l o aqu¨¦lla que corre en desventaja. Es decir, quien por su condici¨®n social, familiar, cultural, ¨¦tnica, o de cualquier otra ¨ªndole, tiene menos recursos para circular por el sistema. Pero aqu¨ª hay que hacer una advertencia: el sistema es obligatorio hasta los 16 a?os, y est¨¢ para favorecer la posibilidad de educaci¨®n a todos y todas por igual. Constitucionalmente no le est¨¢ permitido desarrollar pol¨ªticas de discriminaci¨®n.
En segundo lugar, si el aumento de los controles repercute negativamente sobre los sujetos m¨¢s desfavorecidos, y estos pertenecen a grupos sociales, culturales, ¨¦tnicos, etc, definidos, tal repercusi¨®n ser¨¢ igualmente negativa para los centros escolares en los que mayoritariamente sean acogidos. Y lo que muestran los datos estad¨ªsticos es que la escuela privada -y la escuela privada subvencionada con fondos p¨²blicos- tiene mecanismos de rechazo a estos grupos, que acuden casi en su totalidad a las escuelas p¨²blicas. La apertura y pluralidad de la escuela p¨²blica es su gran valor c¨ªvico y uno de los derechos humanos fundamentales. Claro, si las pol¨ªticas gubernamentales no la ponen en inferioridad de condiciones respecto de la escuela privada. Como ocurr¨ªa en los tiempos de la dictadura, las rev¨¢lidas favorecen a la escuela privada. Tras la aprobaci¨®n de la LOU, la escuela como negocio -laico o confesional- tiene m¨¢s posiblidades de autorregular su propio progreso en el interior del sistema.
En tercer lugar, el aumento de controles repercute negativamente sobre la renovaci¨®n pedag¨®gica. Una cosa es preparar para la rev¨¢lida y otra la escuela comprensiva. No hay un solo estudio pedag¨®gico que demuestre que m¨¢s ex¨¢menes hacen mejores estudiantes. Esa es una creencia falsa, jesuita, y con una idea equivocada del esfuerzo y el trabajo escolar. La buena pedagogia, la buena ense?anza, requiere de culturas colaborativas, esfuerzos y trabajos solidarios de todos los agentes intervinientes en el proceso, an¨¢lisis rigurosos e investigaciones dirigidas a la mejora, y recursos adecuados para facilitar las mejores pr¨¢cticas. Los ex¨¢menes y las rev¨¢lidas -insisto, sean del tipo que sean- no aumentan la calidad. En todo caso, apuntan directamente sobre la l¨ªnea de flotaci¨®n de la imagen de calidad de la escuela p¨²blica. Pero entonces, claro, esas pol¨ªticas gubernamentales, con el discurso sobre la calidad asentada en el control burocr¨¢tico, tratan de ocultar el rostro m¨¢s conocido de la derecha de toda la vida.
Sin embargo, es cierto que las escuelas y los institutos -y las universidades- muestran s¨ªntomas preocupantes de desconexi¨®n progresiva entre lo que pueden ofrecer y lo que se les demanda socialmente. Y es cierto que urge un importante debate social sobre el sentido de la educaci¨®n obligatoria. Pero eso requiere de otros modos diferentes a los que el gobierno impuso con la LOU. Requiere tambi¨¦n otros tiempos, m¨¢s paciencia, mucho rigor y, sobre todo, el reconocimiento en la activaci¨®n del di¨¢logo de los protagonistas principales: las familias, el profesorado y los estudiantes. Y menos rev¨¢lidas.
Jaume Mart¨ªnez Bonaf¨¦ es profesor de la Universidad de Valencia.
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