El amor
Si es verdad que Eva Sannum estuvo en Barcelona y que se aloj¨® en un hotel de dos estrellas, esa mujer es una reina. Hay que tener mucho sentido com¨²n para pisar con id¨¦ntica naturalidad las baldosas de una fonda y las alfombras de un palacio. A veces piensa uno en la mansi¨®n hueca que le est¨¢n construyendo al Pr¨ªncipe en El Pardo y se le ponen los pelos de punta al imaginar la ausencia de la Sannum recorriendo las habitaciones desiertas como una corriente de aire helado. En esa casa (que no es m¨ªa sin ti, cantar¨ªa Serrat) siempre har¨¢ fr¨ªo, un fr¨ªo n¨®rdico y azul para el que no se ha inventado ning¨²n sistema calefactor. Que no la terminen nunca, Dios m¨ªo, porque el d¨ªa en el que encierren en ella al pobre Felipe sus aullidos de hombre solo atravesar¨¢n los montes de El Pardo compitiendo con los bramidos de los ciervos en celo.
Y es que est¨¢ todo equivocado, todo patas arriba; el mundo est¨¢ al rev¨¦s. No deber¨ªan haber sido los mon¨¢rquicos los que se quejaran de que el Pr¨ªncipe saliera con una modelo, sino las modelos las que hubieran puesto objeciones a que una de ellas se relacionara con un pr¨ªncipe habiendo tantos poetas viudos. La condici¨®n de modelo es la m¨¢s cercana a la de los ¨¢ngeles. Si hubiera un holocausto nuclear, s¨®lo se salvar¨ªan las modelos y las lib¨¦lulas, que son los seres m¨¢s perfectos y sufridos de la creaci¨®n. Una mujer capaz de llegar hasta el extremo de la pasarela -que es como un viaje al m¨¢s all¨¢- y regresar sin haber perdido la inocencia ni la sonrisa s¨®lo deber¨ªa casarse con otro ser de caracter¨ªsticas semejantes a las suyas: pongamos un poeta m¨ªstico.
Uno, que entiende la existencia de los reyes, cree, en cambio, que la de los mon¨¢rquicos constituye una aberraci¨®n pavorosa. De hecho, son estos seres pavorosos los que han asegurado al Pr¨ªncipe que se puede vivir sin amor, cuando no es cierto: no se puede. Quiz¨¢ Eva Sannum carezca del pedigr¨ª de Felipe, pero estaba dispuesta a abdicar de modelo -que es como dimitir de ¨¢ngel- para huir con ¨¦l. S¨®lo por ese sacrificio merecer¨ªa que ¨¦l desertara de pr¨ªncipe. Esa mujer, que ha vuelto a la escena del crimen aloj¨¢ndose en un hotel de dos estrellas, le necesita m¨¢s que Espa?a.
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