C¨ªrculos conc¨¦ntricos
No es el mundo de los grandes recitales pian¨ªsticos muy proclive a la experimentaci¨®n. Las propuestas, basadas casi siempre en los puntales del repertorio -Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Chopin, Liszt, Rachmaninov-, suelen ser similares y raramente apuestan por la exploraci¨®n de ¨¢mbitos poco frecuentados o, menos a¨²n, por construir programas sustentados en una idea que trascienda la soluci¨®n f¨¢cil de la mera superposici¨®n de piezas.
Olli Mustonen, uno de los adalides de la joven generaci¨®n de m¨²sicos finlandeses, ha optado, sin embargo, por el camino dif¨ªcil y en su actual gira por nuestro pa¨ªs (ayer toc¨® en Santiago de Compostela, ma?ana lo har¨¢ en Oviedo y la pr¨®xima semana, en Madrid y Zaragoza) ha elegido un programa que, de entrada, sorprender¨¢ a muchos, pero que esconde una s¨®lida l¨®gica interna. Mustonen ha decidido hermanar dos obras muy alejadas en el tiempo (dos siglos largos las separan), pero nacidas a partir de id¨¦ntico principio constructivo: el primer libro de El clave bien temperado, de Bach, y los Preludios y fugas opus 87, de Shostak¨®vich.
Casi siempre que nos enfrentamos a las grandes creaciones de Bach quedamos atrapados en medio de una paradoja insoslayable: es tanta nuestra admiraci¨®n por la m¨²sica como nuestra ignorancia sobre los motivos que animaron a su autor a componerla. Seguimos desconociendo datos elementales no s¨®lo de la personalidad de Bach -terra incognita-, sino tambi¨¦n de la intrahistoria de composiciones como El clave bien temperado, una de las piedras angulares de su cat¨¢logo. Integrada por 24 preludios y fugas en todas las tonalidades mayores y menores, ha de contemplarse como un universo cerrado sobre s¨ª mismo. En ¨¦l, Bach va ascendiendo semitono a semitono, pelda?o a pelda?o, hasta completar un perfecto compendio de lo que era en el momento de ver la luz, hacia 1722, el mundo musical conocido.
Desde una perspectiva tonal, El clave bien temperado es una obra vanguardista, que holla terrenos en los que nadie antes hab¨ªa osado adentrarse. Desde un punto de vista formal, en cambio, bebe de la gran tradici¨®n, ya que el binomio preludio-fuga estaba s¨®lidamente asentado en el siglo XVIII, sobre todo en Alemania, aunque Bach consigue, como casi siempre, transfigurar radicalmente sus contenidos. Se trata de una m¨²sica que habita en el reino del pensamiento puro, aqu¨¦l en el que Bach sol¨ªa recluirse cuando abandonaba la esfera p¨²blica -su trabajo como cantor de la Thomasschule de Leipzig- y decid¨ªa escudri?ar en su interior. El contrapunto imitativo, el procedimiento que permite componer toda una obra a partir de un sencillo motivo que escuchamos imitado sucesivamente en todas las voces, se convert¨ªa entonces en su h¨¢bitat natural a pesar de ser, quiz¨¢, el m¨¢s exigente y uno de los menos confortables.
No sabemos si Bach consideraba
un temperamento (el modo de afinar los distintos intervalos en un instrumento de tecla) preferible a otro: en ese sentido, El clave bien temperado es un t¨ªtulo enga?oso y que invita a la especulaci¨®n. Pero m¨¢s all¨¢ de la haza?a te¨®rica est¨¢ el componente pr¨¢ctico de la obra: 'Para provecho y uso de la juventud musical deseosa de aprender, as¨ª como para el entretenimiento de aquellos h¨¢biles ya en este estudio', leemos en la portada manuscrita de la colecci¨®n. Sabemos que algunos de estos preludios y fugas, en versiones previas a la definitiva, sirvieron de piezas did¨¢cticas para los propios hijos de Bach y para muchos de sus disc¨ªpulos. Desde entonces, no ha habido pianista cuya dieta no haya incluido estas piezas, no s¨®lo por lo que tienen de adiestramiento t¨¦cnico para los dedos, sino porque obligan a la mente a desenvolverse con naturalidad en unos compases dominados por la abstracci¨®n: frente a la f¨ªsica de buena parte del pianismo posterior, El clave bien temperado toma partido por la metaf¨ªsica.
Invitada omnipresente en todos los cert¨¢menes pian¨ªsticos, la colecci¨®n de Bach constituye una prueba de fuego para saber si los concursantes son capaces de hacer m¨²sica sin recurrir fren¨¦ticamente al pedal, al rubato o a los accesos de emoci¨®n. Ante El clave bien temperado uno se siente desnudo, sin m¨¢s recursos que la l¨®gica y el orden que sean capaces de imponer los dedos. Y fue tambi¨¦n en Leipzig, en 1950, en un concurso celebrado con motivo del segundo centenario de la muerte de Bach, cuando Dmitri Shostak¨®vich qued¨® deslumbrado por las interpretaciones de una joven compatriota de 26 a?os, Tatiana Nikolayeva. La fascinaci¨®n lleg¨® hasta el punto, ya de vuelta en Mosc¨², de reactualizar en pocos meses la colecci¨®n de Bach con su propio lenguaje, algo no muy diferente, mutatis mutandis, de lo que har¨ªa Picasso siete a?os despu¨¦s al reinterpretar incansablemente, presa tambi¨¦n del asombro, Las Meninas, de Vel¨¢zquez.
Shostak¨®vich compuso 24 preludios y fugas, tambi¨¦n en todas las tonalidades. Apenas hab¨ªa escrito el m¨²sico sovi¨¦tico para el piano, y la fuga era a¨²n para ¨¦l una forma musical ajena a su estilo. Su opus 87 es, as¨ª, una obra ins¨®lita, inici¨¢tica en cierto sentido. Su criterio de ordenaci¨®n var¨ªa con respecto a Bach, ya que el ciclo de tonalidades se completa no por medio de una progresi¨®n semitonal, sino con un desplazamiento a lo largo del llamado c¨ªrculo de quintas. Aunque el medio difiera, el fin es id¨¦ntico: abarcar de modo sistem¨¢tico la totalidad del espectro tonal. Impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, estamos en ambos casos, por tanto, ante c¨ªrculos conc¨¦ntricos.
Alternando piezas de Bach y de Shostak¨®vich, Olli Mustonen recorrer¨¢ tambi¨¦n durante dos horas de m¨²sica esencial el largo trecho que separa Do mayor de Si (o Re) menor. Un programa diferente exige tambi¨¦n una escucha diferente. Charles Rosen ha advertido que hemos abandonado el h¨¢bito de escuchar m¨²sica con intensidad. Compartir con el pianista finland¨¦s su sorprendente invitaci¨®n a este viaje circular requerir¨¢ buscar, no sin esfuerzo, buena parte de esa intensidad perdida.
La historia interminable
LA PRIMERA EDICI?N impresa de El clave bien temperado no lleg¨® hasta 1801, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s de la muerte de Bach. Ello no impidi¨® que Mozart transcribiera con devoci¨®n varias de sus fugas para tr¨ªo y cuarteto de cuerda, o que Beethoven tocara la obra en su integridad ya a los 11 a?os, si damos cr¨¦dito al testimonio de su profesor, Christian Gottlob Neefe. A partir de ah¨ª, no ha dejado de seducir hasta hoy a todos y cada uno de los m¨¢s grandes compositores: Schumann, por ejemplo, confes¨® haber enfermado de una 'pasi¨®n por la fuga' y se refer¨ªa a El clave bien temperado como su 'pan cotidiano'. Algo parecido le pasaba a nuestro Pablo Casals, que ten¨ªa la costumbre de comenzar el d¨ªa tocando varios de sus preludios y fugas al piano. Keith Jarrett abandon¨® su fe jazz¨ªstica para llevarlo al disco, mientras que Ron Carter, Jacques Loussier, Ward Swingle y, sobre todo, John Lewis lo han prohijado a ritmo de swing. Pocas veces una obra tuvo tantos rendidos admiradores, y tan distintos.
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