Los poetas del 31 de diciembre de 2001
En Argentina, el Estado no ha tenido casi nunca la iniciativa de mantener a los escritores. Algunas rar¨ªsimas excepciones no invalidan el dato de que los buenos escritores argentinos no tuvieron nada que agradecerle al poder, y no lo hicieron. No obstante, la presi¨®n del gremio, en el que por supuesto predominan los mediocres y ¨¢vidos (los buenos escritores son tambi¨¦n una excepci¨®n rar¨ªsima), hace que alg¨²n funcionario, por demagogia o falta de mejores ideas, lance de vez en cuando alguna clase de Plan de Apoyo a la Cultura, cargado de may¨²sculas y buenas intenciones, que inevitablemente termina en un fiasco. Hubo uno reciente, que consisti¨® en subsidiar la edici¨®n de libros y revistas de poes¨ªa, cuento y ensayo. No pudo ser m¨¢s inoportuno, pero adem¨¢s su mecanismo fue tan complicado que nadie entendi¨® del todo c¨®mo operaba. Lo cual no impidi¨® que todos se postularan, y todos los postulantes fueran aprobados en forma autom¨¢tica. La idea b¨¢sica consist¨ªa en que el dinero del subsidio ser¨ªa pagado contra entrega de los libros y revistas ya impresos. Se imprimieron cientos de libros de los poetas m¨¢s improbables (los cuentos y ensayos fueron una exigua minor¨ªa), con las imprentas trabajando a cuenta, y mientras tanto cambi¨® el Gobierno, secretario de Cultura incluido, cambiaron sus reemplazantes, volvieron a cambiar... Como parece muy probable que nadie pague, las imprentas retienen los libros (?qu¨¦ se propondr¨¢n hacer con ellos?), pero los editores y autores se las arreglaron, mediante diversos chantajes y promesas, para hacerse de algunos ejemplares de cada t¨ªtulo, que ya circulan alegremente. Hay un antecedente prestigioso, el de Rimbaud, que hizo imprimir a cuenta su Temporada en el infierno, se llev¨® una decena de ejemplares y no volvi¨® nunca a pagar. A eso nosotros lo llamamos 'no levantar el muerto', y tal como est¨¢n las cosas en el pa¨ªs habr¨ªa que darle la raz¨®n a Cocteau: 'La diferencia entre el teatro y la realidad, es que en la realidad los muertos no se levantan al final de la obra'. ?Pero para qu¨¦ quieren los poetas una edici¨®n completa de sus libros? ?A qui¨¦n le importan, si no es a ellos mismos?
La cultura es la m¨¢quina de definir de una sociedad, y es un error evaluarla por lo que ya se defini¨®
Algunos llegaron a mi poder, y durante estos d¨ªas turbulentos he estado ley¨¦ndolos, y conversando con sus j¨®venes autores y editores, que suelen coincidir en una misma persona. Estas lecturas, no tuve m¨¢s remedio que alternarlas con las especulaciones period¨ªsticas, que proliferaron, y que repiten todas la misma pregunta: ?qu¨¦ pas¨® con Argentina?, ?qu¨¦ pas¨® con aquel pa¨ªs culto, pr¨®spero, sofisticado, el taste-maker suramericano? Se me ocurri¨® que si la respuesta pod¨ªa estar en cualquier parte, tambi¨¦n pod¨ªa estar en estos libritos gratuitos y fantasmales, accidentes de la Historia que ilustran ejemplarmente.
Pues bien, si la Historia est¨¢ donde estuvo siempre, Argentina tambi¨¦n est¨¢ donde estuvo siempre. Los nost¨¢lgicos tienen dificultades para entender la transformaci¨®n, que es la regla del juego, porque lo que se transforma, m¨¢s que las cosas o los hechos, son los valores con los que se juzgan cosas y hechos. La literatura es uno de los laboratorios donde se crean nuevos valores, nuevos paradigmas, y la poes¨ªa es el sector del laboratorio donde se esbozan los nuevos paradigmas de la literatura.
Esta poes¨ªa en especial, que no habr¨ªa visto la luz si no fuera por el error de c¨¢lculo de un funcionario imprudente, le¨ªda en un momento convulsivo que hace tambalear los presupuestos nacionales, es ideal para poner a prueba nuestra adaptaci¨®n. Para alguien que haya tomado el t¨¦ con Victoria Ocampo, o se haya adherido al compromiso sartreano de los a?os cincuenta, o haya le¨ªdo a Marx y Lacan, o inclusive para quienes se hicieron una idea de la transgresi¨®n a partir de Jim Morrison o John Lennon, estos chicos semianalfabetos formados en la televisi¨®n tienen que parecerle barbarie pura, y su poes¨ªa un fraude. Pero eso es s¨®lo si se lo enfoca desde el pasado, con valores ya hechos. Y los valores, por m¨¢s que se pretendan eternos, son siempre hist¨®ricos. Con un poco de imaginaci¨®n, y adoptando el punto de vista del presente, estos poemas toman un color de necesidad: son los eslabones inevitables que llevar¨¢n al futuro, y el mundo futuro tendr¨¢ su cultura, en cuyos archivos estar¨¢n los libros publicados a medias el 1 de diciembre del a?o 2001 gracias a un subsidio interrumpido, mientras suced¨ªan hechos a medias hist¨®ricos.
Una de estas editoriales, mi favorita, se llama Belleza y Felicidad. El nombre es todo un programa de resistencia. Empez¨® siendo una tiendecita de souvenirs, de las de 'todo por dos pesos', propiedad de dos chicas de poco m¨¢s de veinte a?os, Cecilia y Fernanda. En dos rincones armaron sendas salas de exposiciones, tan peque?as que entra una sola persona por vez; y una tercera en el s¨®tano. Empezaron a exponer j¨®venes artistas para los que hay que adaptar la definici¨®n de 'artista', y hubo tambi¨¦n una revista, que evolucion¨® a la edici¨®n de libros que tambi¨¦n es preciso redefinir: hechos con fotocopias, sin tapas, y tan delgados que algunos tienen una sola hoja. Pero la magia del sitio est¨¢ en la redefinici¨®n, como lo sugiere el nombre mismo: hay otra clase de belleza y de felicidad, as¨ª como hay otra clase de arte y de literatura. En este ¨²ltimo rubro, el cat¨¢logo fue expandi¨¦ndose en la veta alucinatoria, con los 'libros' de Lirio Violetsky, Mart¨ªn Garc¨ªa, Margarita Bomero o la deliciosa Dalia Rosetti. (Son todos seud¨®nimos).
Tres a?os despu¨¦s de inaugurada, Belleza y Felicidad parece llegar al final de su ciclo. La situaci¨®n econ¨®mica no ayuda; en los ¨²ltimos tres meses no vendieron nada; de hecho, varios coleccionistas fueron a devolver obras que hab¨ªan comprado. Pero en realidad nunca vendieron. Al decir que el lugar es m¨¢gico, casi no estoy haciendo una met¨¢fora. Es una burbuja, un sue?o, igual que la realidad. Por la recesi¨®n y falta de demanda, el alquiler del local les sale regalado, y no tienen gastos. Basta con querer, querer tener una galer¨ªa de arte, una editorial, una jugueter¨ªa bizarra. Y ahora quiz¨¢ Cecilia y Fernanda no quieran m¨¢s: la experiencia se consum¨®. (Pero a la palabra 'experiencia' tambi¨¦n hay que redefinirla).
Son las definiciones las que cumplen sus ciclos. La cultura es la m¨¢quina de definir de una sociedad, y es un error evaluarla por lo que ya se defini¨®, en forma de libro, cuadros o artistas. La nueva cultura, la cultura que nace, no debemos buscarla en las obras, sino en el proceso del que las obras son apenas un momento, ni siquiera el m¨¢s importante.
Despu¨¦s de todo, ?qui¨¦n puede juzgar?, ?qui¨¦n puede atreverse a juzgar?
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