La moda de la moda
La revista Marie Claire estima en unas 1.000 mujeres del mundo las que siguen comprando alta costura. Margarita Rivi¨¨re todav¨ªa calcula que son menos. Lo mismo da. Si la columna no llega al techo -si la producci¨®n ha dejado de ser industrialmente rentable-, ?qu¨¦ importa la estatura de la haute couture?
En menos de veinte a?os, la gran mayor¨ªa de los desfiles internacionales han cambiado hacia colecciones que el cliente puede llevar, modelos 'ponibles'. Pero en el caso de las extravagancias, las pasarelas animan la televisi¨®n y las revistas. Gracias a ellas, la moda se hace moda; el desfile, producto de entretenimiento, y el signo de la mercanc¨ªa, en un s¨ªmbolo total. La firma de ropa vende hoy desde zapatos a perfumes, desde relojes a canastillas para el beb¨¦, desde sillas para montar a comederos para perros, como Gucci. A la firma no le basta ser imaginativa, necesita conquistar. No se conforma con el favor del p¨²blico, quiere provocar.
Hay, pues, una pasarela de lo que es para ponerse y otra pasarela de lo que es para exponerse. En medio se encontraba la haute couture, un mundo germinal de la moda que empez¨® a desfallecer en los a?os cincuenta bajo el embate industrial de Estados Unidos y la complicidad de los dise?adores italianos. Gracias a su industria y la amplitud del mercado, Estados Unidos llegaba a ofrecer entonces, en sus ready to wear, hasta 30 tallas distintas, mientras en Inglaterra no pasaban de 10.
Con todo, la inspiraci¨®n italiana fue decisiva para que la tendencia norteamericana triunfara. Italia estaba de moda entre los escritores, los artistas, los intelectuales y el p¨²blico con gusto. Italia era, de un lado, un lugar ex¨®tico y, de otro, un elegante sex appeal. Que la pel¨ªcula Vacaciones en Roma (1953) se rodara esos a?os indica la mitificaci¨®n en que, gracias a Gina Lollobrigida, Claudia Cardinale, Elsa Martinelli o Sof¨ªa Loren, entre otros factores, se ten¨ªa a Italia.
En ese momento, adem¨¢s, Giovanni Battista Giorgini, considerado el padre de la moda italiana, actu¨® oportunamente logrando apoyos oficiales para promocionar colecciones dom¨¦sticas en palacios como el Pitti y el Strozi de Florencia, que acrecentaron los atractivos de los desfiles. Italia hab¨ªa empezado a triunfar poco antes en el mundo con sus prendas de punto, pero la buena calidad de los tejidos y los cortes funcionales hallaron una gran acogida en la vida pr¨¢gm¨¢tica norteamericana. Giorgio Armani fue el puente perfecto para interpretar este nuevo esp¨ªritu de la ropa. Junto a ¨¦l, Yves Saint Laurent, Givenchy, Courr¨¨ge o Pierre Cardin en Francia y Ralph Lauren en Estados Unidos, fundaron el mejor pr¨ºt-¨¤-porter.
Entre algunas historias del vestido hay un lugar com¨²n que fija el nacimiento de la moda moderna en Francia el 21 de noviembre de 1945 al coste de 15 francos, el precio de la revista Elle, que se inauguraba con una suerte de manifiesto. Adi¨®s a la mujer delicada y fr¨¢gil, bienvenida la chica fuerte y atrevida, curtida en las privaciones de la posguerra, dec¨ªa Elle. Y agregaba: ni el elitismo ni el privilegio de clase podr¨¢n dominar la moda de la misma manera que en el pasado.
El semanario logr¨® pronto tanto ¨¦xito que multiplic¨® sus primeros 100.000 ejemplares por 10 en una d¨¦cada. Elle y Marie Claire (fundada en 1937) representaron la alternativa joven para las clases medias frente al mundo de la alta costura, que siguieron patrocinando Vogue o L'Officiel o Le Figaro, atentos a lo que suced¨ªa en torno a las car¨ªsimas tiendas de la Place Vend?me.
Todav¨ªa hoy es en Par¨ªs, y no en Mil¨¢n o Nueva York, donde tienen lugar los desfiles m¨¢s extravagantes como barroca herencia de una creaci¨®n elitista. Un desfile-espect¨¢culo que ahora no se dirige precisamente a las ¨¦lites. Que ya, a trav¨¦s de una transustanciaci¨®n posmoderna, se dirige a todo el mundo. No para hacerlos clientes, sino grandes espectadores; no para ofrecer art¨ªculos terminados, sino materia prima de calidad para las fotos y la televisi¨®n. Modelos no aptos para llevar, pero id¨®neos para anunciar, proclamar incluso ideolog¨ªas.
La alta costura, pues, ha sido reemplazada por esta hipercostura irreal, pero lo llamativo es que los franceses siguen cultivando su tradicional leyenda de ser moda y su Chambre Syndicale de la Couture Parisienne, ¨®rgano hist¨®rico de la haute couture, contin¨²a viva en el mundo actual. Hasta hace poco contaba con 15 miembros de pleno derecho; siete miembros invitados, incluidos Gaultier y Mugler; una segunda generaci¨®n de dise?adores como Thimister, Ocimar Versolato o Sirop, y tres miembros asociados -Valentino, Versace y Yudashkin-, todos ellos con dos desfiles-espect¨¢culo por a?o y una presentaci¨®n de al menos 50 modelos. ?Puede pedirse m¨¢s adhesi¨®n al conspicuo patriotismo del lujo, mejor adaptaci¨®n al vigente imperio de la ficci¨®n?
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