Reservado el derecho de admisi¨®n
Vivimos rodeados de peque?os pero numerosos monopolios y gremios que con sus pr¨¢cticas anticompetitivas alteran los precios de los bienes y servicios que consumimos y disminuyen nuestra renta. Pero estamos tan acostumbrados a su cotidiana presencia que casi no percibimos sus efectos negativos sobre nuestro bienestar. Farmacias, estancos, tanatorios, ITV, gasolineras, colegios profesionales que nos cobran por servicios que no deseamos ni pedimos o gremios que se oponen a la libertad de horarios comerciales son s¨®lo algunos ejemplos de actividades que con sus pr¨¢cticas alteran los precios y condicionan nuestras opciones de compra y ocio. Otro ejemplo de actualidad son los aparcamientos.
Una econom¨ªa eficiente y justa es aquella en la que s¨®lo pagamos lo que consumimos y al precio que cubre los costes. Lo contrario es abuso
Este diario public¨® hace unos d¨ªas una informaci¨®n con el siguiente titular: Los aparcamientos ?deben cobrar el tiempo real? La respuesta parece obvia. Si el servicio telef¨®nico lo pagamos por el tiempo real y no por pasos como antes, ?por qu¨¦ en los aparcamientos seguimos pagando por pasos de una hora, independientemente del tiempo real que utilizamos ese servicio? Imaginemos que la autopista nos quisiera cobrar el trayecto Barcelona-La Jonquera aunque s¨®lo fu¨¦semos a Hostalrich. Ser¨ªa un fraude. Una econom¨ªa eficiente y justa es aquella en que s¨®lo pagamos lo que consumimos y al precio que cubre los costes. Lo contrario es abuso. Por eso pienso que los consumidores tenemos que elogiar la decisi¨®n de la sociedad municipal de aparcamientos de Barcelona, SMASSA, de cobrar por fracciones de cinco minutos a partir del 1 de febrero. Seg¨²n la responsable de Movilidad, Carmen San Miguel, el objetivo es disminuir el estacionamiento en doble o triple fila. Me parece muy bien. Pero si adem¨¢s s¨®lo pagamos por lo que consumimos, miel sobre hojuelas.
La medida, sin embargo, ha sentado mal al gremio de aparcamientos y ha sido criticada por otros. Lo primero lo comprendo. Que al gremio de aparcamientos privados le siente mal la competencia es l¨®gico. Ya dijo Adam Smith que el inter¨¦s de los comerciantes de cualquier rama del comercio o las manufacturas siempre es en algunos aspectos diferente e incluso opuesto al inter¨¦s p¨²blico, y que la reducci¨®n de la competencia s¨®lo les beneficia a ellos, al permitirles obtener m¨¢s beneficios de los que obtendr¨ªan de manera natural. Eso es lo que ocurre ahora. Al cobrar por hora, la empresa no s¨®lo me cobra por un servicio que no consumo cuando estoy menos tiempo, sino que adem¨¢s cobra dos veces, ya que el tiempo restante hasta la hora se lo cobra tambi¨¦n al que venga a ocupar la plaza que yo he dejado libre. Todo un negocio. Seg¨²n leo, un portavoz del gremio declar¨® que 'el sector tiene toda la libertad de fijar precios'. No es cierto. La que tiene esa libertad es la empresa individual. Pero entonces, ?por qu¨¦ pr¨¢cticamente todas tienen la misma tarifa?, ?es que el precio del metro cuadrado de aparcamiento es el mismo en la calle de Borrell que en la Rambla de Catalunya? Hay ah¨ª conductas gremiales colusivas que deben ser perseguidas por el futuro tribunal de defensa de la competencia catal¨¢n que el consejero Francesc Homs est¨¢ preparando.
Leo tambi¨¦n en este diario que al presidente de la Asociaci¨®n para la Promoci¨®n del Transporte P¨²blico no le parece bien que se cobre por tiempo real. Soy un usuario compulsivo del transporte p¨²blico. Cumple la condici¨®n de las tres B: es bueno, bonito y barato. Pero esto no me lleva a compartir sus argumentos. Su propuesta es que no hay que abaratar los aparcamientos de rotaci¨®n en Barcelona, sino encarecerlos artificialmente para desincentivar el uso del autom¨®vil privado en la ciudad. Es muy probable que el encarecimiento artificial del precio de los aparcamientos no reduzca el uso del autom¨®vil, pero, eso s¨ª, aumente los ingresos de las empresas.
Ocurrir¨ªa as¨ª si, como es probable, la elasticidad de la demanda de uso de autom¨®vil fuera poco flexible a las variaciones de precio. Pero dejando de lado ahora este tipo de argumentos econ¨®micos, hay algo que me resulta molesto en la argumentaci¨®n. El querer restringir el uso del veh¨ªculo privado mediante el encarecimiento de los precios es una medida con consecuencias sociales no igualitarias. Se tratar¨ªa de racionar la utilizaci¨®n de un bien p¨²blico, como es la ciudad, a trav¨¦s de la capacidad de pago que tenga cada ciudadano. Aquel con ingresos que le permitieran pagar los elevados precios de los aparcamientos podr¨ªa gozar del privilegio de acceder al centro en veh¨ªculo propio. Los dem¨¢s no. No me gusta este tipo de racionamiento. Altera artificialmente el precio de las cosas y produce desigualdades. Es como poner un cartel a la entrada de nuestras ciudades que diga: reservado el derecho de admisi¨®n.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Barcelona.
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