'Operaci¨®n Triunfo'
El lunes, en su minuto de oro, m¨¢s de 15 millones de personas estuvieron pendientes de Operaci¨®n Triunfo. El programa de TVE se ha convertido en el espacio no deportivo m¨¢s visto de la televisi¨®n en Espa?a desde la llegada de las privadas. Su ¨¦xito ha planchado tanto a la competencia, que alg¨²n programa vecino no tuvo m¨¢s remedio que convertirlo en su asunto principal, en un doloroso ejercicio de pleites¨ªa. Pero la singularidad de su ¨¦xito no est¨¢ s¨®lo en las abrumadoras mediciones del aud¨ªmetro, sino en el hecho de que lo consigue sin encerrar a unos concursantes cobayas a la espera de poder robarles una dosis de sexo ni organizar una gala casposa con estrellas del pleistoceno que, con todo, siguen siendo un da?ino ejemplo para algunos j¨®venes de la Academia de Operaci¨®n Triunfo.
El programa desmiente que una televisi¨®n popular tenga que ser forzosamente contaminante. Millones de espa?oles se han congregado ante el televisor para contemplar el duro trabajo de un grupo de chicos y chicas que so?aban con ser cantantes. Indudablemente, el concurso ha insistido m¨¢s en el esfuerzo que en la leg¨ªtima ambici¨®n de dinero; m¨¢s en que es posible ganar que en el precio de la derrota. Es cierto que hay algo de ficci¨®n en todo ello. El esfuerzo, por s¨ª solo, no tiene garantizada la recompensa en nuestra sociedad. Pero resulta mucho m¨¢s gratificante contemplar a un concursante afan¨¢ndose en aprender danza o ingl¨¦s que intentando levantar unas docenas de kilos con la oreja.
Ahora llega una segunda parte mucho m¨¢s dif¨ªcil para los concursantes, y para la propia televisi¨®n p¨²blica. Operaci¨®n Triunfo ha ense?ado que el televidente tambi¨¦n puede engancharse a un entretenimiento digno y el colch¨®n que este ¨¦xito le da a TVE ha de comprometerle a desarrollar programas en los que la b¨²squeda de audiencia no est¨¦ necesariamente peleada con la inteligencia. Si los hay, con cuentagotas, en alguna otra televisi¨®n, ?por qu¨¦ no en la que dispone de m¨¢s medios? Los concursantes, una vez fuera del invernadero y sin sus amables pigmaliones, tendr¨¢n que confirmar ahora en condiciones m¨¢s adversas una gloria que, en televisi¨®n, se ha demostrado muy marchitable.
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