Carne de gimnasio
Iv¨¢n Ram¨®n Mart¨ªnez, portero del 'pub' And¨¦n de Parla: 'Ahora cualquiera puede ir calzado con una pistola'
Iv¨¢n Ram¨®n Mart¨ªnez Bacigalupo, de 28 a?os, es uno de los 2.000 porteros de discoteca que hay en Madrid. Y como la mayor¨ªa de ellos, Iv¨¢n esculpe sus m¨²sculos en un gimnasio. Aunque ¨¦l no s¨®lo se entrena, ya que, junto con las noches en la puerta del pub And¨¦n, de Parla, el gimnasio es su vida. All¨ª imparte clases de kickboxing y de full contact; all¨ª est¨¢ en su ambiente, con sus amigos.
Iv¨¢n es de Legan¨¦s y lleva desde los 18 a?os trabajando como portero. Primero en Legan¨¦s, luego en Getafe y desde hace tres a?os en Parla. En sus ratos libres acude a Vallecas a entrenarse en el gimnasio Barcel¨®. Porque Iv¨¢n es boxeador profesional y campe¨®n del mundo de full contact.
Es bajito, aunque eso no le da problemas en su trabajo. 'Cuando la gente ve a un bajito en la puerta, sabe que es por algo, que est¨¢ fuerte'. E ironiza: 'A Patrick Swayze, en De profesi¨®n, duro, le dec¨ªan lo mismo'. En esa pel¨ªcula, al protagonista, el impronunciable Swayze, le encargan que imponga el orden en un ingobernable bar del profundo sur estadounidense.
Armas
La pel¨ªcula es su favorita -'as¨ª es mi vida', se?ala sin un ¨¢pice de iron¨ªa-. Porque Iv¨¢n asegura que la noche cada vez es m¨¢s peligrosa, cada vez m¨¢s parecida a una pel¨ªcula. 'Ahora cualquiera puede ir calzado con una pistola y se l¨ªan peleas m¨¢s f¨¢cilmente que antes', se?ala en los pasillos de su gimnasio, el Virginia Star. 'El menos pensado se levanta la camisa y te ense?a una pipa', a?ade ante la mirada de sus alumnos. Uno de ellos es su compa?ero en la puerta del pub And¨¦n.
Y es que en ese gimnasio se entrenan actualmente 10 porteros. En el sur de la Comunidad hay m¨¢s de 100 gimnasios. En cada pueblo suele haber al menos uno en el que se dan cita quienes trabajan como porteros. Y suele ser el mismo al que acuden los due?os de bares y discotecas cuando quieren contratar a alguien. En Parla, cuando alguien necesita un guardi¨¢n para su puerta acude al Virginia Star.
Y preguntan a Rafael Esc¨¢mez, el due?o. 'Si yo tengo a un chaval muy fuerte, pero sin cabeza, no lo recomiendo. Lo m¨¢s importante es tener cabeza', asegura. Esc¨¢mez reconoce que ya no hay gimnasios exclusivos para culturistas. 'Ahora se hace de todo. Desde culturismo hasta bicicleta para perder kilos', apunta. Esc¨¢mez tiene 47 a?os y mide alrededor de un metro y sesenta cent¨ªmetros. Pero su cuerpo de culturista le permiti¨® ganarse la vida como portero durante muchos a?os. 'Hace 20 a?os trabajaba en una discoteca de la calle Orense de Madrid, cuando hab¨ªa muchas peleas', recuerda. Ahora, adem¨¢s de dirigir el Virginia Star, organiza veladas de boxeo, explica mientras pasea delante de carteles en los que aparece el propio Rafael ense?ando sus hipertrofiados m¨²sculos.
En el Virginia Star, entre las m¨¢quinas de pesas y los que practican boxeo, kickboxing y k¨¢rate, sobresale la figura de Pedro Carlos Sancha. Tiene 28 a?os, y los 13 que lleva haciendo pesas le han convertido en una mole de 126 kilos y m¨¢s de metro ochenta capaz de levantar m¨¢s de 140 kilos en forma de pesa. Es portero de discoteca desde hace nueve a?os.
Exactamente desde que, con 19 a?os, un compa?ero de gimnasio le propuso trabajar los fines de semana en la puerta de una discoteca. Ya llamaba la atenci¨®n por su entrega al levantamiento de pesas. Es una historia com¨²n en el mundillo en el que se mueve. 'Un amigo del gimnasio te ve fuerte y te propone un trabajo. Como es algo que puedes hacer, lo coges', comenta Pedro Carlos.
Pedro Carlos trabaja tambi¨¦n en Parla, donde vive con sus padres, aunque asegura que a mucha gente no le gusta trabajar en el lugar en el que vive. Y lo explica: 'Si tienes una pelea una noche, al d¨ªa siguiente te ven por la calle y te pueden buscar', comenta sonriente. Sin embargo, ¨¦l no recuerda haber tenido ninguna trifulca gorda. 'Yo soy el portero m¨¢s tranquilo de Parla. Porque yo no voy a ligar ni a pasar el rato como otros porteros. Yo voy a trabajar', sentencia.
Ahora Pedro Carlos ha montado un gimnasio con otro portero y se ha salido del de Rafael. 'Ha sido una inversi¨®n muy grande, pero es lo que yo s¨¦ hacer', comenta. Espera dejar alg¨²n d¨ªa de trabajar como portero por poco m¨¢s de 10.000 pesetas la noche, para tener un horario mejor y 'menos problemas'. Por algo como el gimnasio donde se forman, donde se contratan y se jubilan los porteros.
'Para llegar a pelearse hay que ser un buen macarra'
'Todo el mundo ha tenido una discusi¨®n con un portero', asegura Carlos R¨ªos. 'Aunque para llegar a pelearse hay que ser un buen macarra', puntualiza. R¨ªos tiene 23 a?os, estudia magisterio y trabaja como socorrista. Su amigo Luis G¨®mez tiene tambi¨¦n 23 a?os, estudia estad¨ªstica y trabaja en unos salones recreativos de Legan¨¦s. Sin embargo, ambos reconocen que no hace falta ser muy violento para haber tenido 'discusiones' en la puerta de una discoteca. Luis, que muestra orgulloso su pendiente en el labio y su perilla bien perfilada, reconoce que es en las discotecas de m¨²sica tecno y bakalao donde 'm¨¢s f¨¢cil es que se l¨ªe una bronca'. La m¨¢s gorda en la que se vieron fue en la discoteca Vogue, de Fuenlabrada. 'Unos se chinaron y fuimos a separarlos, y los que separan son siempre los que cobran', sostiene Carlos. 'El portero, tranquilo, miraba c¨®mo nos daban, aunque no hizo nada', a?ade. Todo eso estaba muy lejos de lo que suced¨ªa la noche del pasado jueves. Luis y Carlos, en la puerta de La Cubierta de Legan¨¦s, mov¨ªan los pies al son de la m¨²sica que se colaba a trav¨¦s de la puerta de la plaza de toros. Dentro, los miembros de Slipknot, un grupo de hardcore estadounidense. Era el primer concierto de la historia que comenzaba a la hora y en la calle s¨®lo se hab¨ªan quedado fuera ocho j¨®venes que no estaban dispuestos a pagar las 3.800 pesetas de la entrada. Rafael Osorio, leganense de 26 a?os, se r¨ªe al recordar aquel d¨ªa en la puerta de una discoteca de Fuenlabrada: '?bamos un grupo de amigos y nos dejaron pasar excepto a uno, porque llevaba zapatillas de deporte. Entonces salimos y ped¨ª el libro de reclamaciones y el portero me dijo que fuera al Ayuntamiento a pedirlo'. Y sigue, tras un trago de calimocho: 'Mis amigos me dec¨ªan que nos fu¨¦ramos, que nos iban a currar, pero como iba culebras, insist¨ª. Tanto que sali¨® el jefe de seguridad y nos dej¨® pasar. Tuve suerte, porque el portero, un maromo de dos metros, se qued¨® con ganas de meternos'. El portero de La Cubierta, tambi¨¦n de dos metros, ni le mira. Aunque le escucha.
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