M¨¢s y mejor arte espa?ol

Como la fiebre del heno, como la Navidad o los impuestos, implacable en su cita de cada a?o, Arco otra vez. En esta ocasi¨®n, con un escenario algo distinto, los pabellones 7 y 9 del recinto ferial madrile?o, este ¨²ltimo concluido recientemente y de aforo colosal. Nuevo ¨¢mbito, pues, y configuraci¨®n del espacio asimismo renovada que, en convocatorias siguientes, ha de aconsejar alg¨²n que otro ajuste. El resto, el perfil, querencias y vicios de la feria, como siempre; o, al menos, en la tipolog¨ªa asentada por las ediciones que culminaron la segunda d¨¦cada de vida del certamen. Y, por supuesto, una vez m¨¢s el arte espa?ol ocupa el lugar dominante en la oferta de este Arco 2002, no s¨®lo por la presencia comparativamente mayor, en t¨¦rminos proporcionales, de galer¨ªas nacionales, sino por la tendencia habitual entre los participantes for¨¢neos a incluir entre sus propuestas obras de nuestros artistas, tanto asociados al legado estelar de las vanguardias como a las generaciones recientes.

Sorprende que la obra de Juan Mu?oz tenga una presencia tan escueta en la feria

Resulta dif¨ªcil distinguir, a?o a a?o, variaciones significativas en los rasgos dominantes de lo ofertado en cada edici¨®n. Pues si bien es cierto que existe el impulso oportunista a beneficiarse del reclamo circunstancial de los tics de temporada, el hecho concluyente es que las tendencias en verdad significativas dentro de las modas dominantes tienen ciclos de asentamiento y pervivencia m¨¢s dilatados. As¨ª ocurre, por ejemplo, con el inter¨¦s exacerbado por la fotograf¨ªa que ha extendido su contagio en el curso de la ¨²ltima d¨¦cada. Y, aun as¨ª, en un paisaje tan laber¨ªntico y multitudinario como el de Arco, tales tendencias quedan a la postre diluidas en un mosaico de registros m¨¢s variopintos. De hecho, en el azar de la feria nada queda de entrada asegurado. As¨ª, frente a la ma?a usual de intentar sacar tajada de los incidentes circunstanciales, me ha sorprendido en la edici¨®n de este a?o, cuando la tan reciente y tr¨¢gica desaparici¨®n de Juan Mu?oz ha hecho proliferar en los medios las evocaciones eleg¨ªacas de su figura, que la obra del gran escultor madrile?o tenga una presencia tan escueta en la feria, con una pieza notable en el stand de Pepe Cobo, la serie gr¨¢fica de L¨ªnea y apenas un par de testimonios m¨¢s en otras galer¨ªas.

Propondr¨¦ en esta ocasi¨®n un relato algo menos pormenorizado que en a?os anteriores -y no tan farragoso, espero, en consecuencia- de lo que ha captado preferentemente mi atenci¨®n, por lo que al arte espa?ol se refiere, en el recorrido de la feria. En rigor, un censo m¨¢s detallado no resulta necesariamente m¨¢s fiel, ya que, por razones de espacio, siempre acaban finalmente omitidas opciones de equiparable inter¨¦s. De hecho, el lector ha de tomar mis palabras por lo que son, llamadas puntuales de atenci¨®n, a t¨ªtulo de ejemplo, para una s¨ªntesis abocetada del territorio que el visitante enfrentar¨¢, se?ales orientativas a partir de las cuales cada uno deber¨¢ elaborar, seg¨²n su inclinaci¨®n, un mapa personal.

Dentro de la deriva m¨¢s hist¨®rica, que la actual estructura de la feria tiende a concentrar en el Pabell¨®n 7, ha de volverse a destacar de entrada la consolidaci¨®n, definida en las ¨²ltimas ediciones, de una oferta m¨¢s amplia y rigurosa, con espacios de referencia habituales como el siempre deslumbrante de Gmurzynska, o los de la parisiense 1900-2000, Leandro Navarro, Claude Bernard, Elvira Gonz¨¢lez, Thessa Herold y Guillermo de Osma. Con todo, la t¨®nica sigue siendo, en raz¨®n del perfil del comprador en Arco, la de las obras de peque?o o medio calibre, y s¨®lo ocasionalmente alguna pieza de caza mayor. Se?alar¨¦, en ese registro, las deliciosas miniaturas del Picasso er¨®tico en Gmurzynska, firma que ofrece a la par dos mir¨®s espectaculares fechados en el 29 y el 34, as¨ª como otras piezas del genio malague?o, el de Elvira Gonz¨¢lez, el encantador collage del taller de 1900-2000, un dibujo del periodo modernista en Marwan Hoss o la tela de Guillermo de Osma donde destaca asimismo un peque?o juan gris. Junto a ellas, distinguir¨¦ el dibujo Dormeuse, cheval et lion invisible, firmado por Dal¨ª el a?o 30, de Thessa Herold, y el bronce del Joven en la playa, de Gargallo, en Leandro Navarro. Y ya dentro de una memoria m¨¢s cercana al presente quiero reivindicar la presencia en el stand de Juan Gris, junto a un bodeg¨®n de Xavier Valls, de una pintura del colosal Eusebio Sempere, tan injustamente relegado en nuestra escena reciente. Pero uno de los logros incontestables de la presente edici¨®n debe situarse, dentro de esta misma franja, en la sobrecogedora capilla que Antonio Mach¨®n ha dedicado a la escultura metaf¨ªsica de Oteiza.

Dentro ya de las generaciones sucesivas que se asocian, en sentido amplio, a ese perfil m¨¢s contempor¨¢neo dominante en la ambici¨®n de Arco, empezar¨¦ por recordar, a vuela pluma, algunas obras que me han impactado, en el ¨¢mbito territorial de la pintura. As¨ª, la colosal pintura de historia de La guerra de dos mundos, de Arroyo, en Metta; el stand monogr¨¢fico que reivindica al malogrado Amable Arias en la Galer¨ªa Diecis¨¦is; la Biblioteca con vela, de Barcel¨®, en Stephan R?pke; la sorpresa de las cadencias curvil¨ªneas del ¨²ltimo Palazuelo en Soledad Lorenzo, o los dibujos monumentales de Cardells en Leonarte. Asimismo, deben verse el Sicilia n¨ªveo de Elvira Gonz¨¢lez, el Corujeira de May Mor¨¦, el friso panor¨¢mico de Curro Gonz¨¢lez en Tom¨¢s March, el Urzay de Elba Ben¨ªtez, un Cavada en Fernando Sili¨®, los Amondarain de Antonio de Barnola y DV, los Charris y Sicre de My Name'Lolita o los Muniategiandikoetxea en Espacio M¨ªnimo.

Del lado de la escultura, recomiendo ante todo los Schlosser de Elvira Gonz¨¢lez, los luminosos Blanca Mu?oz de Mar¨ªa Mart¨ªn y Baukunst, los Manolo Paz de Trinta, el muro serigr¨¢fico de Cristina Iglesias en Pepe Cobo, la cascada bibliogr¨¢fica de Alicia Mart¨ªn en Oliva Arauna, as¨ª como el pol¨ªcromo Sinaga o los Florentino D¨ªaz de Max Estrella.

Finalmente, en ese conf¨ªn tan espec¨ªficamente actual que disuelve las fronteras y distinciones medi¨¢ticas, recomiendo no perderse el inefable artefacto del monte Sainte Victoire con nieve real, que Fernando S¨¢nchez Castillo presenta en Max Estrella, ese otro monte ingr¨¢vido de Pamen Pereira en Altxerri, los Orts de Pilar Parra o los espl¨¦ndidos poemas objetuales y composiciones fotogr¨¢ficas de Carlos Pazos en Carles Tach¨¦. Y abierto ya el frente de la incorporaci¨®n de recursos fotogr¨¢ficos, destacan en la feria F¨¦lix Curto -un nombre emergente clave en este momento- por las piezas de O. M. R. y La Caja Negra, el perverso Carmen Calvo de Fernando Santos, los Susy G¨®mez de Toni T¨¤pies y Soledad Lorenzo, los Mayte Vieta de Dels Angels y Sili¨® o el Amador tunecino de Maior. Y cierro, en la fotograf¨ªa m¨¢s pura, con ese ciclo cumbre de los rituales haitianos que la magistral Cristina Garc¨ªa Rodero presenta en Juana de Aizpuru.