La tristeza de las cosas
No es cosa de hoy la escasa presencia literaria de Enrique D¨ªez-Canedo, a fin de cuentas uno de los mejores poetas del periodo que arranca hacia 1905, con el saldo de las gangas parnasianas, y se cierra poco despu¨¦s, cuando la poes¨ªa se orientaba ya a esencialismos y depuraciones. Este arrinconamiento viene de su misma ¨¦poca, y se debe a la subordinaci¨®n del poeta ante el traductor y el cr¨ªtico literario que tambi¨¦n fue D¨ªez-Canedo, en quien coincid¨ªan cultura, intuici¨®n art¨ªstica e inteligencia equilibrada. El suyo fue, en lo fundamental, un talento vicario, al servicio de los autores a quienes tradujo, aunque es claro que consigue sus mayores aciertos con los poetas art¨ªsticamente afines: simbolistas menores como Rodenbach, Verhaeren, Jammes o Laforgue, quienes dieron carta de naturaleza a los abatimientos melanc¨®licos, los jardines crepusculares, la candidez aldeana y las ciudades muertas. Sirva como dechado su excelente versi¨®n de la obra de Francis Jammes De l'Ang¨¦lus de l'aube ¨¤ l'Ang¨¦lus du soir. Muchas de sus traducciones aparecen agrupadas en Del cercado ajeno (1907) e Im¨¢genes (1910), aunque l¨®gicamente no figuran en este tomo. Su antolog¨ªa La poes¨ªa francesa moderna (1913), preparada al alim¨®n con el enseguida malogrado Fernando Fort¨²n, es un volumen impagable que ayud¨® en el tr¨¢nsito vivido por la l¨ªrica espa?ola desde los enfatismos modernistas hacia una rigurosa contemporaneidad.
POES?AS
Enrique D¨ªez-Canedo Edici¨®n y pr¨®logo de Andr¨¦s Trapiello Comares (La Veleta) Granada, 2001 504 p¨¢ginas. 29,75 euros
Su obra de creaci¨®n arranca con Versos de las horas (1906), donde, junto al preciosismo tem¨¢tico y a los atrevidos ensayos r¨ªtmicos, destacan la delicuescencia sensitiva y la indefinici¨®n referencial de talante simbolista, matizadas, en todo caso, por su formaci¨®n cl¨¢sica. En La visita del sol (1907) insiste en esos rasgos, si bien con notas arcaizantes que lo llevan a intentar la f¨®rmula del romance ¨¦pico, en unos poemas que no siempre esquivan el peligro del pastiche. Numerosas composiciones responden a las mayores exigencias antol¨®gicas, como Crep¨²sculo de invierno, donde la evocaci¨®n de escenas anodinas remite a la tristitia rerum y a los azorinianos 'primores de lo vulgar': 'La muerte lenta de la tarde fr¨ªa / llena la estancia de melancol¨ªa. / Los le?os encendidos de reflejos / salpican muebles y tapices viejos. / Un reloj so?oliento da la hora: / las cinco, y cada campanada llora'. El universo de hidalgos asc¨¦ticos, cortinas flameantes y tristezas crepusculares se ve contrarrestado a veces por cierta narratividad decimon¨®nica y un tono sentencioso que evidencia posos campoamorinos en la poes¨ªa del simbolismo espa?ol, Antonio Machado incluido. La sombra del ensue?o (1910), su tercer libro, es menos unitario que los dos primeros, pues en ¨¦l aparecen, junto a notas becquerianas, otras dif¨ªciles de armonizar en una misma est¨¦tica, como el enfatismo esproncediano, la verbosidad sensorial de Rueda (Soneto al pavo) o la convenci¨®n madrigalesca del Siglo de Oro (Soneto a sus ojos).
El silencio po¨¦tico en que in
gres¨® entonces se suspendi¨® con la publicaci¨®n de Algunos versos (1924), en realidad una antolog¨ªa de su obra anterior m¨¢s algunos in¨¦ditos. Sus Epigramas americanos (1928) son un conjunto de estampas que oscilan entre el esbozo descriptivo y el apunte tur¨ªstico, en general lejos de sus mejores hallazgos. Tras 1939, el exilio mexicano y el barrunto de la muerte, acaecida en 1945, le dictaron los poemas de El desterrado (1940), casi todos en versos arromanzados de arte menor, donde las vagarosas sugestiones de los comienzos dejan paso a una poes¨ªa tensa, escueta y meditativa.
El presente volumen no es una edici¨®n cr¨ªtica, pero presenta al fin, con dignidad y belleza encomiables, el conjunto de una obra l¨ªrica que a muy pocos decepcionar¨¢. El editor y prologuista Andr¨¦s Trapiello, cuya poes¨ªa muestra no pocas afinidades electivas con el primer D¨ªez-Canedo, traza una semblanza de este hombre bueno y 'poeta sin mancha' -en el decir del exigente Juan Ram¨®n-, ahora venturosamente puesto al alcance de los lectores.
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