Modas para insultar
Tenemos la man¨ªa de la exageraci¨®n y las palabras-martillo, propias de tertulias de hombres antiguos en bares o barber¨ªas. Subimos el volumen f¨ªsico y espiritual para derribar al contrario, y puede que al principio fuera pura celebraci¨®n de la libertad, alegr¨ªa desaforada de recobrar la voz y dar voces para celebrarlo, pero ahora s¨®lo es una mala costumbre. Tenemos el ejemplo de los diputados y los altos cargos de los partidos, que se llaman a s¨ª mismos mafiosos y dictadores, fascistas y terroristas. Y hay gente que debe saber que las palabras tienen su peso y su importancia, aunque no dude en utilizarlas como mazas. El rector de la Universidad de Huelva ha llamado as¨ª a los asaltantes del Rectorado sevillano: fascistas y terroristas.
Cambian las modas del insulto que deja al contrario contra las cuerdas, sin defensa, absolutamente listo. Fascista fue un insulto muy de moda en los a?os ochenta, y tuvo tanto ¨¦xito que hasta los antiguos fascistas lo hicieron suyo en los noventa. ?C¨®mo te ibas a defender, si eras un fascista? Todo lo que dijeras estaba descalificado de antemano: eran palabras de fascista, y un fascista no merece cr¨¦dito ni respeto, puesto que no atiende ni respeta las palabras ajenas. En aquel tiempo la palabra m¨¢s utilizada para resaltar una pel¨ªcula, una novela o una m¨²sica fue el adjetivo divertido. Todo era muy divertido, menos los fascistas. En estos d¨ªas la palabra de moda para fulminarte es terrorista.
Se trata de una palabra bastante peligrosa. Despu¨¦s del ataque a Estados Unidos el mundo se divide tajantemente en dos: el bien y el mal, es decir, gente normal y terroristas. El terrorista no tiene ning¨²n derecho, como es natural. Y no caben escr¨²pulos ni vacilaciones frente al sospechoso de terrorismo. Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estrat¨¦gicos de Washington, lo dejaba claro en un art¨ªculo reciente sobre los presos de Guant¨¢namo: jugamos un juego mortal (una guerra) seg¨²n una serie de reglas (los derechos humanos, nuestros valores) que el bando terrorista no acepta, y no hay derechos ni valores que valgan si est¨¢ en peligro la supervivencia general.
El Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos empiezan a ser vistos como s¨ªntomas de decadencia, como un peligro de muerte. Y as¨ª ha aparecido el nuevo insulto: terrorista, insulto preocupante. Porque ser fascista te exclu¨ªa de la normalidad, de lo cotidiano, del nuevo orden democr¨¢tico, de los nuevos tiempos, pero ser terrorista te expulsa del mundo donde rigen los derechos humanos. Yo no s¨¦ si son fascistas los que rompieron puertas en Sevilla (no he hablado con ellos), pero, seg¨²n el fiscal, no son terroristas, sino autores de des¨®rdenes p¨²blicos, da?os al patrimonio y una falta de lesiones (el mismo funcionario los quiso meter inmediata e incondicionalmente en la c¨¢rcel, aunque la juez, m¨¢s equilibrada, los puso en la calle sin fianza y procesados).
No son terroristas, a pesar de las palabras del rector de Huelva, ni se les aplic¨® el tratamiento que la ley reserva a los terroristas. ?No habr¨ªa que tomarse las palabras m¨¢s en serio?
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