Shostakovich
Por primera vez se ha incluido al Grup Instrumental de Val¨¨ncia -especializado en la m¨²sica del siglo XX- dentro de la programaci¨®n de abono del Palau. Ello, unido a la reciente actuaci¨®n de la Philharmonia Orchestra, con un programa tambi¨¦n del XX, le ha dado a la semana un toque de agradable contemporaneidad. El p¨²blico de abono acudi¨® a la cita sin dejar demasiados huecos en la sala Iturbi. Pero luego, en pleno Shostakovich, hubo abandonos. Y a la salida se escuchaban comentarios sard¨®nicos sobre la m¨²sica del ruso. No cab¨ªa esperar menos de unos oyentes que, en su mayor¨ªa, conservan, inamovibles, la adicci¨®n exclusiva al repertorio de los siglos XVIII y XIX. Los asiduos a la sala Rodrigo son otra cosa.
Grup Instrumental de Val¨¨ncia
Director: Joan Cerver¨®. Carmen Linares, cantaora. Marina Mescheriakova, soprano. Anatoli Kotscherga, bajo. Obras de Silvestre Revueltas, Luis Bedmar, Garc¨ªa Lorca y Shostakovich. Palau de la M¨²sica. Valencia, 14 de febrero.
Abri¨® el programa el Homenaje a Federico Garc¨ªa Lorca, de Silvestre Revueltas. La m¨²sica de este mejicano que dedic¨® tiempo y esfuerzo a la defensa de la Segunda Rep¨²blica espa?ola, es comunicativa y de ascendencia popular. Luego, las canciones sobre poemas de Lorca y las que el mismo poeta rescatara del acervo folcl¨®rico, tuvieron tambi¨¦n muy buena acogida: se ha corrido un discreto velo sobre la biograf¨ªa del granadino asesinado, y su obra, ahora, es bien recibida por todo el mundo. Estuvieron servidas, adem¨¢s, por una voz cautivadora en el acento, aunque prematuramente rota: la de la cantaora Carmen Linares, a quien le sobr¨® el bailar¨ªn y le falt¨® idiomatismo en el acompa?amiento orquestal. 'Los gitanos no saben solfeo', dicen algunos int¨¦rpretes de m¨²sica espa?ola: se est¨¢n refiriendo a la necesidad de un fraseo m¨¢s flexible, m¨¢s vivo, menos cuadriculado.
El espanto del p¨²blico vino con la sinfon¨ªa n? 14 de Shostakovich, elaborada a partir de una selecci¨®n de poemas de Lorca, Apollinaire, K¨¹chelbeker y Rilke. Y no por los textos, absolutamente irreverentes en el caso de Apollinaire: la luz escasa y la vista cansada impidieron a la mayor¨ªa seguir la traducci¨®n de los mismos. Pero la m¨²sica era lo suficientemente moderna, lo suficientemente sombr¨ªa (se trata de una desnuda disertaci¨®n sobre la muerte, vista sin ninguna clase de pa?os calientes) y lo suficientemente terrible como para no gustar, si por gustar se entienden las sensaciones suaves y placenteras.
Los int¨¦rpretes (voces solistas y orquesta) se enfrentaron con valent¨ªa a una partitura realmente dif¨ªcil. La defendieron sin traicionarla, lo cual no es poco. Y, sobre todo, tuvieron el valor de poner sobre el tapete, y ante un p¨²blico muy conservador, una visi¨®n de la muerte -y de la vida- bien corrosiva. Adicto o no al r¨¦gimen sovi¨¦tico, Shostakovich fue -esta sinfon¨ªa puede despejar cualquier duda- un verdadero revolucionario.
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