Soluci¨®n imaginativa, quiebra de las reglas
MIENTRAS EE UU SE MUESTRA desinhibido en el manejo de la pol¨ªtica econ¨®mica como m¨¦todo de salir de la recesi¨®n y marcar las nuevas prioridades de su actividad como imperio (del super¨¢vit al d¨¦ficit para incrementar su presupuesto de defensa y seguridad), Europa se muestra cada vez m¨¢s agarrotada y cambiando las reglas del juego. Esta rigidez se ha manifestado en los ¨²ltimos d¨ªas en dos asuntos de suma importancia: la ruptura de facto del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y el relevo pol¨ªtico en la presidencia del Banco Central Europeo (BCE).
Hace 15 d¨ªas, la Comisi¨®n Europea apercibi¨® a Alemania de que estaba incumpliendo las proyecciones a la baja del d¨¦ficit p¨²blico: el d¨¦ficit no s¨®lo hab¨ªa crecido en 2001, sino que lo seguir¨ªa haciendo en el a?o en curso. Esta amonestaci¨®n hab¨ªa de ser corroborada por el Consejo de Ministros de Econom¨ªa, pero ¨¦ste no lo hizo, abriendo una contradicci¨®n entre las dos instituciones europeas. Al haber retirado el procedimiento de alerta r¨¢pida a Alemania, que demandaba el comisario Pedro Solbes, se deja en m¨ªnimos la credibilidad del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Y de paso, la autoridad de la propia Comisi¨®n.
La Europa monetaria, la m¨¢s avanzada de todas las uniones, ha dado muestras de debilidad al politizar el pacto de estabilidad en el caso de la Alemania preelectoral, y en la elecci¨®n de un nuevo presidente del BCE
En este juego de censuras y recomendaciones se han cruzado dos paradojas. La primera, que el papel de componedor en el Ecofin le ha tocado jugarlo al vicepresidente econ¨®mico del Gobierno Rodrigo Rato, que a partir de ahora ha de conjugar dos mensajes: en el interior, el del d¨¦ficit cero y la estabilidad presupuestaria, eje de la pol¨ªtica econ¨®mica de Aznar y compa?¨ªa; en Europa, el de que hay excepciones, ocasiones en que es mejor hacer la vista gorda. Y, por el contrario, es el socialista Solbes el partidario del rigor presupuestario mientras las reglas del juego del pacto de estabilidad est¨¦n vivas.
La segunda paradoja consiste en que quien hace un lustro (Alemania) lanzaba a las llamaradas del infierno a quien utilizase el d¨¦ficit como parte de su pol¨ªtica econ¨®mica (Espa?a), hoy es advertido (por el espa?ol Pedro Solbes) o excusado (por otro espa?ol, Rodrigo Rato) para que en el futuro sea un alumno humilde, aplicado y ortodoxo. El mundo al rev¨¦s.
No es ¨¦ste el ¨²ltimo ejemplo de c¨®mo las normas p¨²blicas son marginadas en la sombra cuando lo que se juega es la influencia de los pa¨ªses grandes. El se?or Duisenberg, presidente del BCE desde su fundaci¨®n, se ha cansado de reclamar la independencia operativa del banco respecto a los intereses pol¨ªticos. Cuando Oskar Lafontaine era ministro de Finanzas alem¨¢n y pidi¨® al BCE que bajase los tipos de inter¨¦s para impulsar el crecimiento europeo, Duisenberg protest¨® como una virgen mancillada: su instituci¨®n s¨®lo deb¨ªa tener en cuenta la inflaci¨®n, no aspectos tan espurios como el crecimiento o el paro (como hace la Reserva Federal de EE UU). Y ahora se descubre el pastel (cae el velo, porque el fondo de la cuesti¨®n ya se sab¨ªa) de que exist¨ªa un pacto pol¨ªtico previo entre Alemania y Francia para que un banquero franc¨¦s sustituyese a Duisenberg a medio mandato de ¨¦ste.
La esencia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (el equilibrio de las cuentas p¨²blicas de los pa¨ªses del euro para el a?o 2003) y la autonom¨ªa del Banco Central Europeo son cuestiones muy discutibles. Se puede defender la flexibilidad presupuestaria en tiempos de reflexi¨®n y la vinculaci¨®n de la pol¨ªtica del BCE a los objetivos generales de la Europa de los Doce. Pero mientras las normas no cambien, han de ser cumplidas para que no ocurra lo que dijo Aznar: 'Hablar de pa¨ªses grandes y peque?os es relativo porque, a nivel global todos somos peque?os, incluso Alemania. No podemos decir, como en Rebeli¨®n en la granja, que todos somos iguales, pero algunos m¨¢s iguales que otros'.
Pues s¨ª. Mientras los abanderados de las reglas sean quienes las rompen cuando las cosas no les gustan o no les interesan, unos ser¨¢n m¨¢s iguales que otros.
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