Los forenses tratan de identificar 3.500 cad¨¢veres de Srebrenica
Muchos de los cuerpos presentan agujeros de bala en su vestimenta
Junto al tanatorio de la ciudad de Tuzla, a 120 kil¨®metros al norte de Sarajevo, un grupo de personas intenta resolver un aut¨¦ntico rompecabezas con la muerte. A base de estudiar los restos de unos 3.500 cuerpos de la matanza de Srebrenica, almacenados en 4.409 bolsas, los empleados del Instituto de Personas Desaparecidas, creado en abril de 2000, tratan de identificar los cad¨¢veres para entregarlos a las familias y darles sepultura.
Se trata de un trabajo de S¨ªsifo. Hasta ahora, s¨®lo han conseguido identificar a 121 muertos, y se encuentran en espera de la confirmaci¨®n de otros 70, tras el estudio del ADN. Nada indica desde fuera que el ala derecha del tanatorio de Tuzla, un edificio alargado de una planta, sea en realidad un almac¨¦n de la muerte. El interior alberga, en una gigantesca c¨¢mara frigor¨ªfica, 4.409 bolsas blancas de tela con 3.500 cuerpos hallados en diversas fosas comunes en las que se encontraban los muertos de las matanzas de Srebrenica en julio de 1995.
El hedor que despiden los restos humanos, acumulados en siete niveles de 867 bandejas met¨¢licas cada uno a lo largo de muchos metros de estanter¨ªa, traspasa las bolsas y resulta insoportable, hasta el punto de provocar arcadas en el visitante poco habituado. 'Es el olor a amoniaco que despiden los huesos', explica con naturalidad Zlatan Sabanovic, un estudiante de Econom¨ªa de 26 a?os que trabaja en el Instituto. A?ade el joven que los cuerpos se conservan a una temperatura entre ocho y diez grados, considerada ideal para evitar la descomposici¨®n definitiva. Con un veneno inodoro, tratan los restos para evitar la propagaci¨®n de insectos necr¨®filos.
Enfrente del frigor¨ªfico, a lo largo del otro lado del pasillo, en una de las habitaciones, se encuentra una sala de autopsias. Otro cuarto est¨¢ destinado para los criminalistas encargados de estudiar las causas de las muertes. Una tercera dependencia da cabida a una especie de oficina. Otra alberga un par de lavadoras, como las de la casa de cualquier hijo de vecino, que sirven para lavar los vestidos arrancados de los cad¨¢veres. Una vez lavados, se secan, fotograf¨ªan y se publican bajo un n¨²mero de registro en un gran tomo con la esperanza, casi vana, de que alg¨²n familiar consiga identificar los restos de ropa del muerto. En la pared del pasillo un pasqu¨ªn presenta la imagen de una ni?a en un paisaje desolado de Bosnia con un texto en ingl¨¦s que interroga: '?D¨®nde est¨¢ mi padre?'.
Explica Sabanovic que trabajan all¨ª ocho personas dedicadas s¨®lo a las tareas de identificaci¨®n. 'La funci¨®n criminal¨ªstica, determinar las causas de la muerte, no nos corresponde. ?sa es tarea del Tribunal de La Haya. Nosotros nos limitamos a la identificaci¨®n. No obstante, las causas de las muertes son evidentes a la vista de los orificios de bala encontrados en los vestidos'. La identificaci¨®n resulta muy dif¨ªcil, 'porque en muchos casos, al abrir las fosas comunes, las excavadoras destrozaron los cuerpos', dice Sabanovic. Algunos familiares pasan de vez en cuando por el instituto para ver si han identificado a los suyos desaparecidos, pero enterrarlos en Tuzla les costar¨ªa unos seiscientos marcos (algo m¨¢s de trescientos euros), una suma inasequible para la gran mayor¨ªa de supervivientes de Srebrenica, que tienen poco m¨¢s que lo puesto.
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