Un esfuerzo solidario

La primera condici¨®n que debe darse para resolver un conflicto es tener conciencia de que existe. El creciente consumo de alcohol entre j¨®venes y adolescentes se ha convertido en un problema de gran magnitud para nuestra sociedad, que debe ser consciente de su gravedad. Nuestra ancestral cultura del alcohol provoca mucha permisividad, especialmente significativa en el caso de los padres, de los que tan s¨®lo un 16,3% inculca a sus hijos la percepci¨®n del alcohol como una droga. La disponibilidad es tambi¨¦n muy elevada y es evidente que a mayor permisividad, mayor consumo.

En los ¨²ltimos tiempos se est¨¢ produciendo en Espa?a un fen¨®meno sociol¨®gico que merece un an¨¢lisis profundo, por sus or¨ªgenes y, sobre todo, por sus consecuencias: el botell¨®n, que re¨²ne cada fin de semana a miles de j¨®venes, muchos menores, para ingerir gran cantidad de bebidas alcoh¨®licas. Para muchos de ellos representa la mejor forma de comunicarse, de 'ligar', una fantas¨ªa de emancipaci¨®n: salir solos, sin control, durante toda la noche. Pero hay otra raz¨®n que los j¨®venes argumentan, con mucha sinceridad, y que deber¨ªa preocuparnos por lo que significa: practican el botell¨®n porque no tienen otra alternativa. Esto, unido al hecho de que la edad de inicio de consumo de alcohol se ha reducido a los 13 a?os, ofrece un panorama nada alentador sobre el futuro que puede esperarles a muchos de nuestros adolescentes y j¨®venes.

Las consecuencias de este compulsivo consumo de alcohol son muy negativas: accidentes de tr¨¢fico, da?os hep¨¢ticos, embarazos no deseados, incremento de la violencia, deterioro de la convivencia con los vecinos, posible alcoholismo cr¨®nico... Se hace imprescindible acometer el problema, con una visi¨®n poli¨¦drica, pero implicando especialmente a los j¨®venes, que tienen que tomar conciencia de que est¨¢n en riesgo y asumir, con responsabilidad, otras alternativas de ocio, igual o m¨¢s gratificantes y en absoluto peligrosas: actividades culturales, deporte, conciertos, entender que no es s¨®lo v¨¢lida la cultura de la noche, tratando de descubrir las excelencias de disfrutar tambi¨¦n del d¨ªa (excursionismo, labores de voluntariado...). El problema es que el joven no asume que ¨¦l, o alguien de su entorno, puede llegar a perder el control de la situaci¨®n y reivindica su derecho a divertirse de la manera que mejor considere y de consumir alcohol como forma de desinhibici¨®n y evasi¨®n.

La soluci¨®n es, sin duda, muy dif¨ªcil. Requiere imaginaci¨®n, valent¨ªa e implicaci¨®n. Sin duda las administraciones tendr¨¢n que dar respuestas, de tipo legal, educativas, preventivas (especialmente dirigidas a los menores de 13 a?os que a¨²n no se han iniciado en el consumo), alternativas, etc¨¦tera. Pero hay una evidencia a la que no podemos dejar de apelar: la responsabilidad de los padres, especialmente en la formaci¨®n de sus hijos. El gran d¨¦ficit de la sociedad actual es, precisamente, esa relaci¨®n padres-hijos y la educaci¨®n por parte de la familia. Educaci¨®n en valores, distintos tal vez a los que esta sociedad consumista y triunfalista les transmite. Desde peque?os se ven obligados a competir, a tener m¨¢s, a ser los mejores... Y esto les genera cierta frustraci¨®n que, en un adolescente de 13 o 14 a?os, puede provocar la necesidad de disfrazar esa realidad con elementos que la hagan m¨¢s atractiva, incluso m¨¢s 'soportable'. ?Beber para olvidar? No, pero s¨ª beber, como ellos mismos argumentan, para sentirse como no se sienten cuando no beben. Quiz¨¢s en el fondo no es m¨¢s que un grito de rebeli¨®n de una juventud que necesita tener otras metas y est¨ªmulos. Y esto es, en realidad, un fracaso de todos, porque juventud, por definici¨®n, debe ser sin¨®nimo de ilusi¨®n, empuje, alegr¨ªa. Nunca de hast¨ªo, frustraci¨®n y huida. Por eso es important¨ªsima la concurrencia de los padres, que deben no s¨®lo conocer y controlar lo que hacen sus hijos, especialmente a edades muy tempranas, sino conducirles, desde ni?os, por una senda m¨¢s gratificante.

La mesa de encuentro sobre el consumo de alcohol en la juventud, formada en la Comunidad de Madrid y compuesta por una amplia representaci¨®n social que aglutina muy diversas sensibilidades, ha analizado el problema del botell¨®n en profundidad y ha tratado de esbozar una serie de propuestas, que tendr¨¢n que ser completadas a partir de ahora con el esfuerzo solidario de instituciones p¨²blicas y privadas, pero, insisto, que de nada servir¨¢n si los j¨®venes no participan de ellas.

Volviendo al principio, para implicarnos en un problema hay que tener conciencia del mismo, y creo que a¨²n no hay la suficiente respecto al binomio alcohol-juventud. Muchos de los lectores pueden creer que exageramos la situaci¨®n, pero, desde mi condici¨®n de Defensor del Menor, entiendo que no es as¨ª, porque la situaci¨®n es, ciertamente, preocupante. Por ello, me permito convocar a todos a la reflexi¨®n y el esfuerzo solidario para defender el futuro de nuestros hijos, que son nuestro presente y, sin duda alguna, nuestro futuro.

Pedro N¨²?ez Morgades es Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.