El 'botell¨®n'
En el fen¨®meno del botell¨®n -la utilizaci¨®n de la v¨ªa p¨²blica por miles de j¨®venes y adolescentes para consumir bebidas alcoh¨®licas- se cruzan dos problemas: las molestias para los vecinos y el consumo de alcohol a edades cada vez m¨¢s tempranas. Est¨¢n relacionados pero son dos asuntos diferentes. El Gobierno ha intentado resolver ambos con la medida, anunciada por el ministro Rajoy, de prohibir el consumo de alcohol en la calle y aumentar las multas para los comerciantes que las vendan a menores de 18 a?os. Es una aproximaci¨®n necesaria, aunque seguramente deber¨¢ complementarse con otras medidas.
El fen¨®meno del alcoholismo juvenil est¨¢ recogido por las estad¨ªsticas, pero la sociedad -los poderes p¨²blicos, las familias, los centros educativos- ha tendido a escandalizarse m¨¢s que a tomar las medidas preventivas que suelen adoptarse ante otros fen¨®menos de parecida gravedad. Los accidentes de las noches de los fines de semana debidos al alcohol se han convertido en una rutina, y ya casi est¨¢ asimilado el dato de que al menos la cuarta parte de las muertes de j¨®venes europeos de 15 a 29 a?os est¨¢ directa o indirectamente relacionada con la bebida. La ausencia de reacci¨®n social, a diferencia, por ejemplo, de la que suscita el consumo de estupefacientes, resulta seguramente inseparable del profundo enraizamiento que el consumo de bebidas alcoh¨®licas tiene entre la poblaci¨®n adulta.
Es la ocupaci¨®n de zonas urbanas por parte de los j¨®venes bebedores nocturnos, con la consiguiente tabarra para los vecinos, la que ha hecho saltar las alarmas. Justificadamente. Una cosa es soportar el ruido y las molestias colaterales de una fiesta patronal celebrada a fecha fija una vez al a?o, y otra no poder dormir en todas las noches de todos los fines de semana del a?o porque los j¨®venes de una ciudad han decidido tomar una determinada plaza o encrucijada como bar p¨²blico. El derecho de los vecinos debe ser garantizado por las autoridades. Con prudencia, como corresponde a toda actuaci¨®n de la autoridad policial, y previendo alternativas. Pero sin olvidar que la mayor imprudencia es una pasividad que sea interpretada por los vecinos como una invitaci¨®n a actuar por su cuenta.
Si las medidas legales anunciadas por el ministro del Interior expresan un intento serio por parte del poder de invertir la cultura de tolerancia hacia el alcohol, habr¨¢ que darlas por buenas. En principio, todo lo que sea retrasar la edad de inicio en el consumo de alcohol es positivo. Globalmente, las cifras sobre el consuno de alcohol en Espa?a y sus efectos sobre la salud y la conducci¨®n son hoy tan alarmantes como hace 10 o 15 a?os. La diferencia es que la edad de iniciaci¨®n ha retrocedido hasta los 13 a?os.
El paquete legislativo prev¨¦ extender a toda Espa?a la prohibici¨®n de consumir alcohol en la calle, elevar de los 16 a los 18 a?os el l¨ªmite de edad para su compra, endurecer el r¨¦gimen sancionador contra los establecimientos que incumplan la normativa y restringir la publicidad de bebidas. Son medidas ya vigentes, y ensayadas con escaso ¨¦xito en los ¨¢mbitos auton¨®mico y municipal, que ahora se quieren aplicar con m¨¢s rigor desde una normativa estatal.
La experiencia de esas comunidades y municipios indica que las soluciones dr¨¢sticas no siempre son las mejores y, en general, que es dif¨ªcil acabar con el problema. Pero tambi¨¦n que es posible aminorar sus efectos colaterales, especialmente si las medidas coercitivas se combinan con otras tendentes a estimular cambios en los h¨¢bitos de ocio juvenil, diurno y nocturno. No es mucho, pero es lo que hay.
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