Un espl¨¦ndido Bolic vuelve a sacar al Rayo del atasco
Para mayor gloria del Rayo, y en particular de Bolic, el Tenerife se present¨® en Vallecas con un gesto de perdedor que se agigant¨® cuando el ¨¢rbitro le ense?¨® a su portero la tarjeta roja por zancadillear al borde del ¨¢rea al omnipresente Bolic. Se enfrentaban dos conjuntos que viven en el s¨®tano de la Liga y que demostraron por qu¨¦. Pase que el c¨¦sped de Vallecas sea una indecencia; y pase que ambos equipos tengan suficientes urgencias como para preocuparse de algo m¨¢s que de la supervivencia. Pero eso no quita para que lo visto ayer en Vallecas fuera una groser¨ªa.
Todo lo ocurrido gir¨® en torno a Bolic, que provoc¨® un cortocircuito en la defensa del Tenerife. En su primera aparici¨®n revent¨® el palo de un precioso zapatazo; en su segunda, perdi¨® el gol por un detalle no carente de importancia, como fue que se dejara olvidado el bal¨®n en uno de los agujeros que adornan este c¨¦sped. Pero a la media hora se escap¨® y cay¨® derribado por Aragoneses, que se fue a la calle, lo que oblig¨® al Tenerife a recomponer l¨ªneas, una manera como otra cualquiera de decir que su entrenador quit¨® a un delantero.
RAYO VALLECANO 2| TENERIFE 0
Rayo: Etxeberria; Alc¨¢zar, Corino, Mainz, Graff; Pablo Sanz (Glaucio, m. 68), Quevedo; Azkoitia (Vivar Dorado, m. 51), M¨ªchel, Arteaga (Helder, m. 82); y Bolic. Tenerife: Aragoneses; Javi Venta, Lussenhoff, Alexis, Basavilvaso; Bassedas (Oca?a, m. 66), Mart¨ª (Xisco, m. 82), Jaime, Iv¨¢n Ania; Fuertes y Marioni (Iglesias, m. 31). Goles: 1-0. M. 71. Graff recibe el bal¨®n en la banda izquierda, progresa, env¨ªa templado hacia el ¨¢rea y all¨ª, libre de marcaje, Bolic marca de cabeza. 2-0. M. 85. C¨®rner que bota M¨ªchel, Quevedo cabecea hacia el centro y Bolic empuja tambi¨¦n de cabeza. ?rbitro: Mejuto. Expuls¨® con roja directa a Aragoneses (m. 29). Amonest¨® a Fuertes y Alexis. Unos 10.000 espectadores en el Teresa Rivero.
A partir de ah¨ª, el partido fue un tormento. El Rayo apret¨®, qu¨¦ remedio, y el Tenerife se fue a la cueva, qu¨¦ remedio tambi¨¦n. Y como la relaci¨®n de los rayistas con el bal¨®n no es precisamente fluida, pues la grada asisti¨® angustiada a un espect¨¢culo malsano. El Rayo bombeaba balones como a ver qu¨¦ pasaba. Y lo que pasaba era que la defensa rival los despejaba con singular disciplina. Pero apareci¨® en escena Glaucio, el ¨ªdolo de la afici¨®n desde que bailara una samba con el bal¨®n cosido al pie alrededor de Frank de Boer, y revolucion¨® al Rayo, que entr¨® en ¨¦xtasis cuando alguien vio el desmarque de Graff, que tard¨® hora y pico en darse cuenta de que no est¨¢ prohibido subir la bandas, y el argentino mand¨® un centro templado que Bolic cabece¨® con entusiasmo.
Al Tenerife, que hab¨ªa amenazado con hacer da?o por medio de Fuertes, se le fue ah¨ª el empate de las manos. El Rayo estaba lanzado y a la primera que tuvo marc¨® en su acci¨®n favorita, a bal¨®n parado. Fue Bolic, por supuesto, quien lo hizo y quien apret¨® la soga en el cuello de Mel, t¨¦cnico (todav¨ªa) del Tenerife, del colista, de un equipo que hoy por hoy no est¨¢ para ganar ni al Rayo ni a nadie.
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