Pueblos
Hace unos d¨ªas, Jos¨¦ Antonio Mu?oz Rojas, una de nuestras m¨¢s escondidas voces po¨¦ticas, proclamaba la 'suerte' de 'ser de pueblo', a lo que alguien asinti¨® afirmando que ser cosmopolita de pueblo le hab¨ªa salvado de 'ser un cursi, que es lo que suelen ser los cosmopolitas de ciudad'. Nada m¨¢s cierto. Las gentes de la ciudad creen que en ella se contiene el mundo. Pero los de pueblo conservamos siempre algo de ingenuidad, algo de emoci¨®n ante lo otro, ante lo que sabemos que nuestro pueblo no puede ofrecernos.
Andaluc¨ªa es una tierra de pueblos. De pueblos grandes, en los que el campo se hace sentir, antes con carros y caballer¨ªas, con la gente que iba a la aceituna o a segar, hoy con m¨¢quinas que la ciudad desconoce a no ser que vengan a ella a protestar. Pero en los que no ahoga con su presencia, ni se introduce en sus calles. M¨¢s que sus ciudades (no muchas m¨¢s de tres), en Andaluc¨ªa deslumbran esas creaciones que conjugan iglesias y conventos, palacios y grandes casas, pero tambi¨¦n un caser¨ªo popular como hay pocos, dentro y fuera de Espa?a. La lista ser¨ªa casi interminable: Ronda, ?beda, ?cija, Antequera, Arcos, Osuna... Quiz¨¢ s¨®lo el Mediterr¨¢neo levantino ofrezca algo parecido. O el norte, si acaso los pueblos vascos. Pero es otra cosa.
En Castilla siempre me han producido perplejidad lugares como Medina del Campo, Medinaceli, Burgo de Osma..., donde un gran castillo, palacio, catedral, convive con casas peque?as, estrechas, oscuras, reconstruidas con el eterno ladrillo visto, con un aspecto sin ning¨²n inter¨¦s para el visitante. En ellos, adem¨¢s, el pueblo se acaba en seguida. Nada que ver con estos pueblos andaluces, donde el paseo puede prolongarse sin tiempo, y donde hasta las antiguas casas populares ofrecen una construcci¨®n que siempre puede causar admiraci¨®n: una ventana con reja irregular, un zagu¨¢n, la belleza de un conjunto, incluso humilde o desconchado.
Son pueblos donde el ritmo de vida es pausado, donde el conocimiento de los dem¨¢s puede agobiar, pero tambi¨¦n puede ser un auxilio. Pueblos de estructura social compleja, lejos del estereotipo del latifundista, el cura y el m¨¦dico reinando sobre una gavilla de desharrapados jornaleros. Pueblos que crearon cultura, escuelas po¨¦ticas como la de Antequera, y hasta Universidades. Pero tambi¨¦n a veces adormecidos por el peso de su larga historia.
Por eso agrada ver que en algunos el empuje econ¨®mico que han sabido conseguir se traduce en ansias de saber, de ampliaci¨®n de horizontes culturales. Uno de ellos es Estepa, que no se ha contentado con enriquecerse haciendo comer a medio mundo polvorones hasta en verano, sino que ha impulsado un ambicioso programa de encuentros cient¨ªficos. Este mes, febrero, toca el turno de los ling¨¹istas y del habla andaluza: presten atenci¨®n, porque, parafraseando a Machado, de all¨ª saldr¨¢n muchas m¨¢s voces que ecos.
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