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LECTURA

Memorias de Jos¨¦ Ortega Spottorno

Todo buen peri¨®dico debe dedicar campa?as e informaciones a cubrir los vac¨ªos, las zonas bald¨ªas que dejen en cada momento el Estado, los organismos de todo orden y la misma sociedad.

Cuando la pol¨ªtica amenaza con derivar a la dictadura o al caciquismo, debe defender m¨¢s que nunca la libertad; cuando la corrupci¨®n gangrena los agentes pol¨ªticos o sociales, debe denunciar el delito y exigir la depuraci¨®n, y cuando, como en la riada que comentamos, no existen servicios de socorro ni ayudas estatales de zonas catastr¨®ficas y todo es improvisaci¨®n, debe levantar su voz m¨¢s potente la solidaridad de los dem¨¢s y ayudar a remontar los desastres. El Imparcial hizo esto, y para no pecar de orgullo familiar al contarlo, dejo la palabra al cronista oficial de la ciudad, Francisco Dom¨ªnguez Tendero, que pertenece como yo al mundo del papel. Este ilustre cronista ha sido, junto con el alcalde Gumersindo Quijorna del ?lamo, el alma de esta celebraci¨®n y autor de una excelente Memoria-centenario, a un mismo tiempo erudita y period¨ªstica, de la que he sacado todo mi saber sobre los sucesos relatados.

Clar¨ªn a Ortega Munilla antes de ser nombrado ¨¦ste director del diario: 'El Imparcial' va cayendo en cierta aridez 'noticieril' que le hace parecerse demasiado a los dem¨¢s peri¨®dicos'
Tras el desastre del 98, los diarios nacionales comenzaron a disminuir sus ventas, quiz¨¢ porque sus lectores hab¨ªan perdido fe por no haberles informado a tiempo de lo que se ventilaba en Cuba y Filipinas
Cuando la pol¨ªtica amenaza con derivar a la dictadura o al caciquismo, todo buen peri¨®dico debe defender m¨¢s que nunca la libertad; cuando la corrupci¨®n gangrena los agentes pol¨ªticos, debe denunciar el delito y exigir la depuraci¨®n

Y as¨ª, leemos en sus p¨¢ginas: 'Jos¨¦ Ortega Munilla se convirti¨® en capit¨¢n de una empresa excepcional: El Imparcial en Consuegra, trasladando a la villa siniestrada un verdadero cuerpo de redacci¨®n. Abri¨® por s¨ª mismo una suscripci¨®n con una aportaci¨®n inicial correspondiente al importe total de la venta del diario de cinco d¨ªas m¨¢s el salario de un d¨ªa de toda la plantilla (...) y construy¨® un barrio, que a¨²n lleva el nombre de El Imparcial, de unas 100 viviendas, para los que hab¨ªan perdido la suya en la riada y, por su pobreza, no constaban en el amillaramiento...'.

Cuenta tambi¨¦n el cronista que mi abuelo prohij¨® a un hu¨¦rfano, el ni?o Dolores, al que alberg¨® en su casa madrile?a y al que dio carrera y porvenir. (...) Yo recuerdo haberlo visto de peque?o, ¨¦l mayor -Lolo o Lolillo, como le llamaban-, visitando a mis abuelos.

'Un amplio paseo en la margen izquierda del Amarguillo -ya domesticado- lleva el nombre de Ortega Munilla para testimoniar el agradecimiento de los consaburenses por su labor, y hay un nuevo barrio que lleva el nombre del peri¨®dico, cuya parroquia est¨¢ dedicada a san Rafael, en memoria de Rafael Gasset'. (...)

Gasset y Ortega

No m¨¢s tarde de marzo de 1899, Silvela formaba gobierno y Rafael Gasset entraba como ministro de Agricultura, el primero con ese nombre, que abarcaba adem¨¢s las obras p¨²blicas -m¨¢s adelante, en 1905, Gasset lo denominar¨ªa Ministerio de Fomento- para desarrollar su pol¨ªtica hidr¨¢ulica regeneracionista. Ese mismo a?o hab¨ªa celebrado segundas nupcias con Rita D¨ªez de Ulzurrun, hija del marqu¨¦s de San Miguel de Aguayo. De este enlace nacer¨ªan cinco hijos: Luis, Caridad, Rita, Jos¨¦ y Eduardo.

Como era elemental, la ascensi¨®n de Rafael Gasset al Gobierno de la naci¨®n llev¨® consigo su dimisi¨®n como director del peri¨®dico. Su cu?ado y permanente art¨ªfice del mismo, Jos¨¦ Ortega Munilla, asum¨ªa esa direcci¨®n desde el 19 de abril de 1900. En el n¨²mero de ese d¨ªa, Rafael Gasset se desped¨ªa de los redactores, y ¨¦stos le deseaban buena suerte y energ¨ªa en su nueva singladura pol¨ªtica, y afirmaban que 'desde hoy El Imparcial y el se?or Gasset vivir¨¢n en esferas distintas'. Pero uno de los miembros m¨¢s importantes de esa redacci¨®n, don Manuel Troyano, se desentendi¨® pronto de 'la gu¨ªa del peri¨®dico, con los editoriales en lo pol¨ªtico, con sus fondos, emprendiendo una campa?a de reportajes sobre temas econ¨®micos e industriales' . Y el propio Clar¨ªn escrib¨ªa al nuevo director pocos d¨ªas antes de su nombramiento que 'El Imparcial va cayendo en cierta aridez noticieril que le hace parecerse demasiado a los dem¨¢s peri¨®dicos, lo cual es un peligro que acaso se deja notar mejor desde lejos. Apenas queda ah¨ª un soplo literario, y eso no es bueno, cr¨¦anlo ustedes'. [Carta del 8 de diciembre de 1899. Nota del autor].

Y ese peligro de que el peri¨®dico fuera a perder su santa independencia pol¨ªtica se vio forzado por la indignaci¨®n que produjo a la hermana mayor, Manuela, casada con el se?or L¨®pez Mora, el que aceptara su hermano Rafael la cartera de Agricultura. 'Record¨®', seg¨²n Gonzalo Redondo por conversaciones que tuvo con los sobrinos de do?a Manuela, Gerardo y Ram¨®n Gasset Neyra, 'que cuando su padre fue ministro de Ultramar con don Amadeo se not¨® en el peri¨®dico. Do?a Manuela acabar¨ªa por vender su parte en El Imparcial y se retirar¨ªa por completo de la empresa familiar'. [Gonzalo Redondo: Las empresas pol¨ªticas de Ortega y Gasset. Rialp, Madrid, 1970. Nota del autor].

Por otro lado, tras el 'desastre', los diarios nacionales, en general, comenzaron a disminuir sus ventas, quiz¨¢ porque sus lectores hab¨ªan perdido fe en unas publicaciones que no les hab¨ªan informado a tiempo de lo que se ventilaba en Cuba y Filipinas, o quiz¨¢ por esa falta de pulso general del pa¨ªs. Ortega Munilla llegaba as¨ª a la direcci¨®n del peri¨®dico m¨¢s prestigioso de Espa?a en un momento dif¨ªcil. Pero su coraje y capacidad de trabajo le llevar¨ªan a superar en gran medida todos los obst¨¢culos y recuperar en parte su liderazgo.

Si Ortega Munilla estuvo siempre abrumado de trabajo, al tomar la direcci¨®n de El Imparcial se qued¨® sin el menor resquicio de tiempo libre. Un periodista que estuvo durante a?os en la redacci¨®n de ese peri¨®dico ha descrito de forma v¨ªvida lo que era entonces la penosa y apasionante jornada de mi abuelo. Se trata de Julio Romero, en un art¨ªculo que titul¨® El periodista espa?ol m¨¢s completo: Ortega Munilla porque consideraba 'que fue eminente en todas las secciones: como escritor, como director, como profesional que pudi¨¦ramos llamar integral, como cultivador de cuantas apetencias afloraban el inter¨¦s de los lectores'. [Gaceta de la Prensa Espa?ola, n¨²mero 179. Madrid, 15 de mayo de 1966. Nota del autor).

Vida de un periodista

'Llegaba Ortega Munilla', recuerda Romero, 'al peri¨®dico, instalado a la saz¨®n en la calle de Mesonero Romanos, entre nueve y 9.15 de la noche, en un sim¨®n, por el invierno; en una manuela desde la primavera hasta bien entrado el oto?o. Como la tercera y ¨²ltima edici¨®n de provincias se tiraba a las siete de la tarde, de la redacci¨®n del d¨ªa ya no quedaba nadie en el edificio, y de los redactores que compon¨ªamos la plantilla de la noche casi siempre no est¨¢bamos todav¨ªa m¨¢s que dos o tres. Entraba inmediatamente en su despacho, y el conserje -que se llamaba Iglesias y no sab¨ªa leer ni escribir aunque distingu¨ªa los distintos peri¨®dicos de entonces por su formato y tipo de letra- le llevaba 'las vituallas de la jornada'. Esas 'vituallas' eran las 10 botellas grandes de cerveza que consum¨ªa a trav¨¦s de la noche -pues no abandonaba el peri¨®dico hasta las siete de la ma?ana, hora en que ya echaba un vistazo a la prensa matutina de aquel mismo d¨ªa-, un mazo de puros de a 15 c¨¦ntimos (tagarninas) que se fumaba durante esas diez horas, y m¨¢s de media docena de cajas de cerillas que empleaba, casi autom¨¢ticamente, para encender y reencender toda esa cantidad de tabaco'.

Por cierto, dato curioso: ese conserje era tambi¨¦n el encargado de dar un duro diariamente, en cuanto aparec¨ªa Ortega, a un desaprensivo individuo que le aguardaba en la porter¨ªa fum¨¢ndose su buena cachimba. El pr¨®digo Ortega Munilla le hab¨ªa resuelto la vida.

'La lectura de la prensa vespertina le llevaba a Ortega m¨¢s de una hora. La Correspondencia de Espa?a, Heraldo de Madrid, La ?poca, Diario Universal, El Correo, El Siglo Futuro y otros. A las diez y media, pues, aproximadamente, el maestro Ortega formaba su composici¨®n de lugar. Su amanuense, el infatigable Monta?¨¦s, se situaba ya en su silla -su verdadero potro- y puede decirse que, cuartilla a cuartilla -por entonces empezaron a aparecer las primeras m¨¢quinas de escribir- [a?os despu¨¦s s¨®lo escrib¨ªa en una Underwood americana que yo he manejado de ni?o en su casa de Claudio Coello. Tambi¨¦n ensay¨® un cilindro de cera para grabar dictados, pero nunca funcion¨® bien. Nota del autor], no daba fin a su tarea hasta las 4.30 o cinco de la madrugada. Porque es de advertir que, aunque los diarios de aquel tiempo s¨®lo constaban de cuatro p¨¢ginas (excepto los lunes en El Imparcial para su p¨¢gina literaria), Ortega pr¨¢cticamente se hac¨ªa todo el peri¨®dico, salvo, naturalmente, las secciones que ten¨ªan su titular, como la Ch¨¢chara diaria de Mariano de Cavia, o sus Despachos del otro mundo con los que alternaba; los Ecos de Sociedad de Montecristo; los estrenos y dem¨¢s actividades teatrales, que redactaba don Jos¨¦ de la Serna; los art¨ªculos humor¨ªsticos de Luis Taboada; las revistas de toros, a cargo de Eduardo Mu?oz, que tambi¨¦n ten¨ªa a su cargo la informaci¨®n municipal; los Tribunales, por Nicol¨¢s de Leyva; los comentarios militares, firmados por Julio Amado (Rectitudes); la cr¨®nica m¨¦dica que ostentaba el doctor Verdes Montenegro, y la cr¨®nica de arte de don Francisco Alc¨¢ntara'.

'El primer fruto de la jornada era el art¨ªculo de fondo, de inexcusable inserci¨®n en aquellos tiempos, que Ortega dictaba sin titubear...'. (Todav¨ªa estaba Troyano para ayudarle, y luego se incorporar¨ªa, durante unos meses, Cuartero, cuya mayor gloria period¨ªstica fue despu¨¦s en el Abc -a?ado yo).

'Cuando entregaba ese editorial a las linotipias es cuando -a?ade el cronista- iban llegando a la redacci¨®n las informaciones de los redactores de calle (muchas, procedentes del Gobierno Civil de Madrid y del Juzgado de Guardia). Ortega sol¨ªa elegir los acontecimientos m¨¢s propicios a su fantas¨ªa y a su instinto period¨ªstico... y plasmaba en prosa amen¨ªsima y atractiva lo que el lector saboreaba horas despu¨¦s.

'En cuanto a sus resortes directoriales', termina diciendo Julio Romero, 'colocaba de tal manera sus peones al terminar sus dictados y salir el n¨²mero del d¨ªa, que de antemano ten¨ªa asegurado el ¨¦xito para el n¨²mero siguiente. Y todo con una profusi¨®n de estilos y una ponderaci¨®n tan singular que nadie dir¨ªa que asuntos tan diversos como ¨¦l afrontaba cotidianamente hab¨ªan salido de la misma pluma. Por otra parte, su eminente posici¨®n period¨ªstica y el ser diputado a Cortes le procuraban tan especiales informes que muchos compa?eros de la redacci¨®n pasaron con frecuencia ratos angustiosos al exponerle verbalmente las noticias que aportaban y advertir que el maestro Ortega dispon¨ªa de elementos informativos mucho m¨¢s precisos y preciosos -y a veces contrarios- que los que ellos llevaban'. (...)

Ortega Munilla suele escribirle dictando sus cartas, como sus p¨¢rrafos para el peri¨®dico, a su fiel amanuense Monta?¨¦s. Por eso su hijo se sorprende al recibir una cuartilla escrita de pu?o y letra de su padre. 'Cuanto te diga para declararte la impresi¨®n que me ha producido la cuartilla escrita de tu pu?o y letra ser¨¢ vano e insuficiente. La amargura toda, el horrible pesimismo que hab¨ªa en ti al escribirla, ha pasado a m¨ª y he dado unas vueltas por estas calles tan alegres, tan llenas de mujeres hermosas y de hombres contentos con la vida en general y con ser prusianos en particular, sintiendo dentro de m¨ª un ensordecimiento doloros¨ªsimo'.

M¨¢s sinceridad

Y l¨ªneas m¨¢s adelante es a¨²n m¨¢s sincero: 'Padre de mi alma: yo no quiero d¨¢rmela de adivino, pero ya sab¨ªa yo que te iba ganando esa horrible desolaci¨®n, esa convicci¨®n pr¨¢ctica del vac¨ªo y necedad de todo y de la ingratitud de la vida. Yo ve¨ªa c¨®mo poco a poco se te iba metiendo en el ¨¢nimo y poni¨¦ndolo oscuro, a ti que hab¨ªas sido siempre tan formidable torrente de fuerzas de vida que te has pasado derroch¨¢ndolas sin detenerte a economizar, sin tener miedo al camino: Yo no s¨¦ por qu¨¦ en este mes pasado sol¨ªa oprimirme esta idea de tu amargura y cog¨ªa la pluma para escribirte, seguro de que lo que te dijera, no por ser agudo, sino por ser m¨ªo, hab¨ªa de sahumarte un poco esa almaza que tienes tan cansada. Pero luego se me quebraba la pluma en el aire por ese temor, un tanto y un mucho religioso, que siente todo hijo al pisar los umbrales de lo que en su padre hay de hombre, no de padre. Hoy siento no haberlo hecho'.

'Tu vida, papa¨ªto querido, tiene dos enfermedades: una puramente exterior, que es el g¨¦nero y cantidad de tu trabajo; no insisto en ella. La otra es vivir desde hace diez a?os sin ninguna aspiraci¨®n personal. Esto es tolerable en una vida ociosa o en una vida sin imaginaci¨®n. ?Y t¨² precisamente eres de una actividad enorme y de una imaginaci¨®n incansable! Creo que hay pocos hombres a tu edad que tengan menos ilusiones. De los que yo conozco m¨¢s o menos cerca s¨®lo veo a N. Ledesma [se refiere a Francisco Navarro Ledesma], que es tambi¨¦n un hombre bueno y lleva an¨¢logo camino de prematura secaci¨®n. Esto es una falta de previsi¨®n; antes de que ese caso llegue hay que torcer camino, virar, sea como sea, pase lo que pase, hacia otra cosa m¨¢s o menos imaginaria para que pueda ser una meta... Luego de a?os, un d¨ªa, entre si sale o no sale el sol, se nos hace de noche por completo y todo se ha consumado. Nuestra muerte carece de importancia, como hab¨ªa carecido nuestra vida. No hemos gozado nada que merezca la pena y hemos tenido dolores f¨ªsicos y congojas morales que son lo ¨²nico positivo. ?Es esto una raz¨®n para entristecerse? No se?or... porque tampoco es de atender la amargura. Pero t¨², pap¨¢, no est¨¢s en el caso de hablar a¨²n de achaques ni de decir que no sirves para nada. ?sas son malas ideas que te ha soplado la neurastenia en un momento que hab¨ªas dejado la voluntad en un rinc¨®n del ¨¢nimo como se deja un bast¨®n. Los a?os m¨¢s bellos -para el que sabe mirar- y los m¨¢s fecundos, en los que se goza con m¨¢s paladeo lo poco de atractivo que tiene la vida, que son los sentimientos templados (no las pasiones) y las ideas, y en los que se pueden dar las frutas m¨¢s glucosas como uvas de moscatel, son los que tienes por delante... El exceso de trabajo a¨²n no te ha vencido, ni mucho menos: eres un roble, y aun el roble, si lo podan y lo orean y lo desespada?an, puede dar los m¨¢s recios d¨ªas en medio del bosque. Pero es preciso apartarlo del camino real y llevarlo a una buena clariere tranquila y h¨²meda... El peri¨®dico, seg¨²n mis noticias, sigue mejor que nunca. S¨®lo una cosa es necesaria: que pienses en ti y cortes por lo sano. Ninguna raz¨®n se opone a ello... y el hecho de que hayas dado veinte a?os de tu vida al peri¨®dico no es una raz¨®n para que sigas amarrado a ¨¦l con la misma exacerbaci¨®n'.

Hacer otra vida

'As¨ª pues', concluye su hijo, 'hora es ya de que pienses seriamente en hacer otra vida... Te espera la ¨¦poca m¨¢s fecunda y segura de la labor literaria, de enjugamiento de tus aficiones en nuestro hogar, que si hoy es feliz, el d¨ªa que t¨² pudieras gozarlo ser¨ªa mucho m¨¢s: tienes pocas necesidades, como todos nosotros, todos somos inteligentes en tu casa... Ahora, si no tienes decisi¨®n para saltar por algunas cosas y cambiar tu forma de vida, no te quejes. A la vuelta de un a?o de vida descansada, con ocios, entre lecturas sosegadas, te ver¨ªas tan fuerte interiormente como a los 30 a?os'. (...)

Advertencias y consuelos

Estas advertencias y consuelos que intenta dar a su padre, cuya alma est¨¢ crecientemente abrumada, como ese fragor que precede al terremoto, no le impiden criticar algunas cosas del peri¨®dico que lee con avidez. 'Tengo el suficiente criterio', dice a su padre el 19 de octubre, 'para pensar y afirmar que es preciso cambiar de manera. No hay en todo el peri¨®dico una cosa alegre, ligera, atractiva: las columnas son hoscas y cejijuntas; la mayor parte de los art¨ªculos, palabras viejas y hartas de ser conocidas (...). Todo esto que tanto me molesta decirte viene a parar a decirte lo siguiente: es preciso dar nueva fisonom¨ªa -cosa que siempre ha sido tu teor¨ªa y tu secreto- y ¨¦sta s¨®lo puede hacerse mediante especializaci¨®n de los que han de hacerlo, (teniendo) cada rinc¨®n de asunto su especialista con cierta libertad y personalidad'. Y aprovecha para decirle que 'esa especializaci¨®n supone m¨¢s complicada organizaci¨®n y vigilancia: esto es lo que tiene que ser el director (...), caminar hacia un peri¨®dico todo ¨¦l vivo y chispeante y sin palabras generales (...). Mira c¨®mo la misma marcha y necesidad del peri¨®dico pide que mudes el g¨¦nero de tus faenas, (las cuales) en mi opini¨®n deben ser dar el tono general, podar los caracteres excesivos y los excesivos deseos de resaltar, velar por la honorabilidad de los impulsos, encargarse especialmente del credo pol¨ªtico: en fin, de descubrir y atraer a los hombres que por disposici¨®n divina llegan al mundo para hacer tal cosa y no otras (...). Todo lo que no sea eso me parece vano. Tu desilusi¨®n actual es en buena parte ver que, no obstante tu trabajo, no logras hacer un imposible...'. 'Se me olvida decirte', a?ade, 'que un signo terrible de lo que pasa al peri¨®dico es la supresi¨®n, por haches o por erres, de Los Lunes...'.

No se hace muchas ilusiones el joven Ortega de que su padre tome en serio sus observaciones. Es m¨¢s, en muchas cartas se tiene que defender de que le censure estar demasiado tiempo fuera de Espa?a sin comprender bien las profundas razones que le llevaron a Alemania. Y no es por falta de cari?o, porque en otra carta del 19 de octubre le dice: 'Ahora me echas de menos; llegar¨¦ ah¨ª, me chillar¨¢s en la estaci¨®n y si hoy, por no tenerme delante, tienes ilusiones de que mi presencia te produzca mejora durable en el ¨¢nimo, las perder¨¢s poco a poco'. Y le insiste: 'T¨² hablas de ti como si se tratara de un ser al cabo de la vida. Sobre la raz¨®n suprema de tu trabajo inhumano cae ese inviernillo del salto a los cincuenta (...) a tu edad no hay derecho todav¨ªa a pensar en una vejez dulce y reposada. Dame a m¨ª que hagas otro g¨¦nero de vida y del resto me encargo yo. Si no todo ser¨¢ vano: el car¨¢cter se te har¨¢ m¨¢s l¨®brego y h¨²medo, como esos cuartos oscuros de los s¨®tanos donde nacen las acres flores del salitre. Con esa actitud enturbiar¨¢s la felicidad de tu vida, acongojar¨¢s a mam¨¢, har¨¢s el ¨¢nimo de Rafaela y el de nosotros todos m¨¢s t¨ªmido y hosco ante la vida (?ojo! que no son palabras), y todo ello sin raz¨®n, motivo, causa, explicaci¨®n'.Todo buen peri¨®dico debe dedicar campa?as e informaciones a cubrir los vac¨ªos, las zonas bald¨ªas que dejen en cada momento el Estado, los organismos de todo orden y la misma sociedad.

Cuando la pol¨ªtica amenaza con derivar a la dictadura o al caciquismo, debe defender m¨¢s que nunca la libertad; cuando la corrupci¨®n gangrena los agentes pol¨ªticos o sociales, debe denunciar el delito y exigir la depuraci¨®n, y cuando, como en la riada que comentamos, no existen servicios de socorro ni ayudas estatales de zonas catastr¨®ficas y todo es improvisaci¨®n, debe levantar su voz m¨¢s potente la solidaridad de los dem¨¢s y ayudar a remontar los desastres. El Imparcial hizo esto, y para no pecar de orgullo familiar al contarlo, dejo la palabra al cronista oficial de la ciudad, Francisco Dom¨ªnguez Tendero, que pertenece como yo al mundo del papel. Este ilustre cronista ha sido, junto con el alcalde Gumersindo Quijorna del ?lamo, el alma de esta celebraci¨®n y autor de una excelente Memoria-centenario, a un mismo tiempo erudita y period¨ªstica, de la que he sacado todo mi saber sobre los sucesos relatados.

Y as¨ª, leemos en sus p¨¢ginas: 'Jos¨¦ Ortega Munilla se convirti¨® en capit¨¢n de una empresa excepcional: El Imparcial en Consuegra, trasladando a la villa siniestrada un verdadero cuerpo de redacci¨®n. Abri¨® por s¨ª mismo una suscripci¨®n con una aportaci¨®n inicial correspondiente al importe total de la venta del diario de cinco d¨ªas m¨¢s el salario de un d¨ªa de toda la plantilla (...) y construy¨® un barrio, que a¨²n lleva el nombre de El Imparcial, de unas 100 viviendas, para los que hab¨ªan perdido la suya en la riada y, por su pobreza, no constaban en el amillaramiento...'.

Cuenta tambi¨¦n el cronista que mi abuelo prohij¨® a un hu¨¦rfano, el ni?o Dolores, al que alberg¨® en su casa madrile?a y al que dio carrera y porvenir. (...) Yo recuerdo haberlo visto de peque?o, ¨¦l mayor -Lolo o Lolillo, como le llamaban-, visitando a mis abuelos.

'Un amplio paseo en la margen izquierda del Amarguillo -ya domesticado- lleva el nombre de Ortega Munilla para testimoniar el agradecimiento de los consaburenses por su labor, y hay un nuevo barrio que lleva el nombre del peri¨®dico, cuya parroquia est¨¢ dedicada a san Rafael, en memoria de Rafael Gasset'. (...)

Gasset y Ortega

No m¨¢s tarde de marzo de 1899, Silvela formaba gobierno y Rafael Gasset entraba como ministro de Agricultura, el primero con ese nombre, que abarcaba adem¨¢s las obras p¨²blicas -m¨¢s adelante, en 1905, Gasset lo denominar¨ªa Ministerio de Fomento- para desarrollar su pol¨ªtica hidr¨¢ulica regeneracionista. Ese mismo a?o hab¨ªa celebrado segundas nupcias con Rita D¨ªez de Ulzurrun, hija del marqu¨¦s de San Miguel de Aguayo. De este enlace nacer¨ªan cinco hijos: Luis, Caridad, Rita, Jos¨¦ y Eduardo.

Como era elemental, la ascensi¨®n de Rafael Gasset al Gobierno de la naci¨®n llev¨® consigo su dimisi¨®n como director del peri¨®dico. Su cu?ado y permanente art¨ªfice del mismo, Jos¨¦ Ortega Munilla, asum¨ªa esa direcci¨®n desde el 19 de abril de 1900. En el n¨²mero de ese d¨ªa, Rafael Gasset se desped¨ªa de los redactores, y ¨¦stos le deseaban buena suerte y energ¨ªa en su nueva singladura pol¨ªtica, y afirmaban que 'desde hoy El Imparcial y el se?or Gasset vivir¨¢n en esferas distintas'. Pero uno de los miembros m¨¢s importantes de esa redacci¨®n, don Manuel Troyano, se desentendi¨® pronto de 'la gu¨ªa del peri¨®dico, con los editoriales en lo pol¨ªtico, con sus fondos, emprendiendo una campa?a de reportajes sobre temas econ¨®micos e industriales' . Y el propio Clar¨ªn escrib¨ªa al nuevo director pocos d¨ªas antes de su nombramiento que 'El Imparcial va cayendo en cierta aridez noticieril que le hace parecerse demasiado a los dem¨¢s peri¨®dicos, lo cual es un peligro que acaso se deja notar mejor desde lejos. Apenas queda ah¨ª un soplo literario, y eso no es bueno, cr¨¦anlo ustedes'. [Carta del 8 de diciembre de 1899. Nota del autor].

Y ese peligro de que el peri¨®dico fuera a perder su santa independencia pol¨ªtica se vio forzado por la indignaci¨®n que produjo a la hermana mayor, Manuela, casada con el se?or L¨®pez Mora, el que aceptara su hermano Rafael la cartera de Agricultura. 'Record¨®', seg¨²n Gonzalo Redondo por conversaciones que tuvo con los sobrinos de do?a Manuela, Gerardo y Ram¨®n Gasset Neyra, 'que cuando su padre fue ministro de Ultramar con don Amadeo se not¨® en el peri¨®dico. Do?a Manuela acabar¨ªa por vender su parte en El Imparcial y se retirar¨ªa por completo de la empresa familiar'. [Gonzalo Redondo: Las empresas pol¨ªticas de Ortega y Gasset. Rialp, Madrid, 1970. Nota del autor].

Por otro lado, tras el 'desastre', los diarios nacionales, en general, comenzaron a disminuir sus ventas, quiz¨¢ porque sus lectores hab¨ªan perdido fe en unas publicaciones que no les hab¨ªan informado a tiempo de lo que se ventilaba en Cuba y Filipinas, o quiz¨¢ por esa falta de pulso general del pa¨ªs. Ortega Munilla llegaba as¨ª a la direcci¨®n del peri¨®dico m¨¢s prestigioso de Espa?a en un momento dif¨ªcil. Pero su coraje y capacidad de trabajo le llevar¨ªan a superar en gran medida todos los obst¨¢culos y recuperar en parte su liderazgo.

Si Ortega Munilla estuvo siempre abrumado de trabajo, al tomar la direcci¨®n de El Imparcial se qued¨® sin el menor resquicio de tiempo libre. Un periodista que estuvo durante a?os en la redacci¨®n de ese peri¨®dico ha descrito de forma v¨ªvida lo que era entonces la penosa y apasionante jornada de mi abuelo. Se trata de Julio Romero, en un art¨ªculo que titul¨® El periodista espa?ol m¨¢s completo: Ortega Munilla porque consideraba 'que fue eminente en todas las secciones: como escritor, como director, como profesional que pudi¨¦ramos llamar integral, como cultivador de cuantas apetencias afloraban el inter¨¦s de los lectores'. [Gaceta de la Prensa Espa?ola, n¨²mero 179. Madrid, 15 de mayo de 1966. Nota del autor).

Vida de un periodista

'Llegaba Ortega Munilla', recuerda Romero, 'al peri¨®dico, instalado a la saz¨®n en la calle de Mesonero Romanos, entre nueve y 9.15 de la noche, en un sim¨®n, por el invierno; en una manuela desde la primavera hasta bien entrado el oto?o. Como la tercera y ¨²ltima edici¨®n de provincias se tiraba a las siete de la tarde, de la redacci¨®n del d¨ªa ya no quedaba nadie en el edificio, y de los redactores que compon¨ªamos la plantilla de la noche casi siempre no est¨¢bamos todav¨ªa m¨¢s que dos o tres. Entraba inmediatamente en su despacho, y el conserje -que se llamaba Iglesias y no sab¨ªa leer ni escribir aunque distingu¨ªa los distintos peri¨®dicos de entonces por su formato y tipo de letra- le llevaba 'las vituallas de la jornada'. Esas 'vituallas' eran las 10 botellas grandes de cerveza que consum¨ªa a trav¨¦s de la noche -pues no abandonaba el peri¨®dico hasta las siete de la ma?ana, hora en que ya echaba un vistazo a la prensa matutina de aquel mismo d¨ªa-, un mazo de puros de a 15 c¨¦ntimos (tagarninas) que se fumaba durante esas diez horas, y m¨¢s de media docena de cajas de cerillas que empleaba, casi autom¨¢ticamente, para encender y reencender toda esa cantidad de tabaco'.

Por cierto, dato curioso: ese conserje era tambi¨¦n el encargado de dar un duro diariamente, en cuanto aparec¨ªa Ortega, a un desaprensivo individuo que le aguardaba en la porter¨ªa fum¨¢ndose su buena cachimba. El pr¨®digo Ortega Munilla le hab¨ªa resuelto la vida.

'La lectura de la prensa vespertina le llevaba a Ortega m¨¢s de una hora. La Correspondencia de Espa?a, Heraldo de Madrid, La ?poca, Diario Universal, El Correo, El Siglo Futuro y otros. A las diez y media, pues, aproximadamente, el maestro Ortega formaba su composici¨®n de lugar. Su amanuense, el infatigable Monta?¨¦s, se situaba ya en su silla -su verdadero potro- y puede decirse que, cuartilla a cuartilla -por entonces empezaron a aparecer las primeras m¨¢quinas de escribir- [a?os despu¨¦s s¨®lo escrib¨ªa en una Underwood americana que yo he manejado de ni?o en su casa de Claudio Coello. Tambi¨¦n ensay¨® un cilindro de cera para grabar dictados, pero nunca funcion¨® bien. Nota del autor], no daba fin a su tarea hasta las 4.30 o cinco de la madrugada. Porque es de advertir que, aunque los diarios de aquel tiempo s¨®lo constaban de cuatro p¨¢ginas (excepto los lunes en El Imparcial para su p¨¢gina literaria), Ortega pr¨¢cticamente se hac¨ªa todo el peri¨®dico, salvo, naturalmente, las secciones que ten¨ªan su titular, como la Ch¨¢chara diaria de Mariano de Cavia, o sus Despachos del otro mundo con los que alternaba; los Ecos de Sociedad de Montecristo; los estrenos y dem¨¢s actividades teatrales, que redactaba don Jos¨¦ de la Serna; los art¨ªculos humor¨ªsticos de Luis Taboada; las revistas de toros, a cargo de Eduardo Mu?oz, que tambi¨¦n ten¨ªa a su cargo la informaci¨®n municipal; los Tribunales, por Nicol¨¢s de Leyva; los comentarios militares, firmados por Julio Amado (Rectitudes); la cr¨®nica m¨¦dica que ostentaba el doctor Verdes Montenegro, y la cr¨®nica de arte de don Francisco Alc¨¢ntara'.

'El primer fruto de la jornada era el art¨ªculo de fondo, de inexcusable inserci¨®n en aquellos tiempos, que Ortega dictaba sin titubear...'. (Todav¨ªa estaba Troyano para ayudarle, y luego se incorporar¨ªa, durante unos meses, Cuartero, cuya mayor gloria period¨ªstica fue despu¨¦s en el Abc -a?ado yo).

'Cuando entregaba ese editorial a las linotipias es cuando -a?ade el cronista- iban llegando a la redacci¨®n las informaciones de los redactores de calle (muchas, procedentes del Gobierno Civil de Madrid y del Juzgado de Guardia). Ortega sol¨ªa elegir los acontecimientos m¨¢s propicios a su fantas¨ªa y a su instinto period¨ªstico... y plasmaba en prosa amen¨ªsima y atractiva lo que el lector saboreaba horas despu¨¦s.

'En cuanto a sus resortes directoriales', termina diciendo Julio Romero, 'colocaba de tal manera sus peones al terminar sus dictados y salir el n¨²mero del d¨ªa, que de antemano ten¨ªa asegurado el ¨¦xito para el n¨²mero siguiente. Y todo con una profusi¨®n de estilos y una ponderaci¨®n tan singular que nadie dir¨ªa que asuntos tan diversos como ¨¦l afrontaba cotidianamente hab¨ªan salido de la misma pluma. Por otra parte, su eminente posici¨®n period¨ªstica y el ser diputado a Cortes le procuraban tan especiales informes que muchos compa?eros de la redacci¨®n pasaron con frecuencia ratos angustiosos al exponerle verbalmente las noticias que aportaban y advertir que el maestro Ortega dispon¨ªa de elementos informativos mucho m¨¢s precisos y preciosos -y a veces contrarios- que los que ellos llevaban'. (...)

Ortega Munilla suele escribirle dictando sus cartas, como sus p¨¢rrafos para el peri¨®dico, a su fiel amanuense Monta?¨¦s. Por eso su hijo se sorprende al recibir una cuartilla escrita de pu?o y letra de su padre. 'Cuanto te diga para declararte la impresi¨®n que me ha producido la cuartilla escrita de tu pu?o y letra ser¨¢ vano e insuficiente. La amargura toda, el horrible pesimismo que hab¨ªa en ti al escribirla, ha pasado a m¨ª y he dado unas vueltas por estas calles tan alegres, tan llenas de mujeres hermosas y de hombres contentos con la vida en general y con ser prusianos en particular, sintiendo dentro de m¨ª un ensordecimiento doloros¨ªsimo'.

M¨¢s sinceridad

Y l¨ªneas m¨¢s adelante es a¨²n m¨¢s sincero: 'Padre de mi alma: yo no quiero d¨¢rmela de adivino, pero ya sab¨ªa yo que te iba ganando esa horrible desolaci¨®n, esa convicci¨®n pr¨¢ctica del vac¨ªo y necedad de todo y de la ingratitud de la vida. Yo ve¨ªa c¨®mo poco a poco se te iba metiendo en el ¨¢nimo y poni¨¦ndolo oscuro, a ti que hab¨ªas sido siempre tan formidable torrente de fuerzas de vida que te has pasado derroch¨¢ndolas sin detenerte a economizar, sin tener miedo al camino: Yo no s¨¦ por qu¨¦ en este mes pasado sol¨ªa oprimirme esta idea de tu amargura y cog¨ªa la pluma para escribirte, seguro de que lo que te dijera, no por ser agudo, sino por ser m¨ªo, hab¨ªa de sahumarte un poco esa almaza que tienes tan cansada. Pero luego se me quebraba la pluma en el aire por ese temor, un tanto y un mucho religioso, que siente todo hijo al pisar los umbrales de lo que en su padre hay de hombre, no de padre. Hoy siento no haberlo hecho'.

'Tu vida, papa¨ªto querido, tiene dos enfermedades: una puramente exterior, que es el g¨¦nero y cantidad de tu trabajo; no insisto en ella. La otra es vivir desde hace diez a?os sin ninguna aspiraci¨®n personal. Esto es tolerable en una vida ociosa o en una vida sin imaginaci¨®n. ?Y t¨² precisamente eres de una actividad enorme y de una imaginaci¨®n incansable! Creo que hay pocos hombres a tu edad que tengan menos ilusiones. De los que yo conozco m¨¢s o menos cerca s¨®lo veo a N. Ledesma [se refiere a Francisco Navarro Ledesma], que es tambi¨¦n un hombre bueno y lleva an¨¢logo camino de prematura secaci¨®n. Esto es una falta de previsi¨®n; antes de que ese caso llegue hay que torcer camino, virar, sea como sea, pase lo que pase, hacia otra cosa m¨¢s o menos imaginaria para que pueda ser una meta... Luego de a?os, un d¨ªa, entre si sale o no sale el sol, se nos hace de noche por completo y todo se ha consumado. Nuestra muerte carece de importancia, como hab¨ªa carecido nuestra vida. No hemos gozado nada que merezca la pena y hemos tenido dolores f¨ªsicos y congojas morales que son lo ¨²nico positivo. ?Es esto una raz¨®n para entristecerse? No se?or... porque tampoco es de atender la amargura. Pero t¨², pap¨¢, no est¨¢s en el caso de hablar a¨²n de achaques ni de decir que no sirves para nada. ?sas son malas ideas que te ha soplado la neurastenia en un momento que hab¨ªas dejado la voluntad en un rinc¨®n del ¨¢nimo como se deja un bast¨®n. Los a?os m¨¢s bellos -para el que sabe mirar- y los m¨¢s fecundos, en los que se goza con m¨¢s paladeo lo poco de atractivo que tiene la vida, que son los sentimientos templados (no las pasiones) y las ideas, y en los que se pueden dar las frutas m¨¢s glucosas como uvas de moscatel, son los que tienes por delante... El exceso de trabajo a¨²n no te ha vencido, ni mucho menos: eres un roble, y aun el roble, si lo podan y lo orean y lo desespada?an, puede dar los m¨¢s recios d¨ªas en medio del bosque. Pero es preciso apartarlo del camino real y llevarlo a una buena clariere tranquila y h¨²meda... El peri¨®dico, seg¨²n mis noticias, sigue mejor que nunca. S¨®lo una cosa es necesaria: que pienses en ti y cortes por lo sano. Ninguna raz¨®n se opone a ello... y el hecho de que hayas dado veinte a?os de tu vida al peri¨®dico no es una raz¨®n para que sigas amarrado a ¨¦l con la misma exacerbaci¨®n'.

Hacer otra vida

'As¨ª pues', concluye su hijo, 'hora es ya de que pienses seriamente en hacer otra vida... Te espera la ¨¦poca m¨¢s fecunda y segura de la labor literaria, de enjugamiento de tus aficiones en nuestro hogar, que si hoy es feliz, el d¨ªa que t¨² pudieras gozarlo ser¨ªa mucho m¨¢s: tienes pocas necesidades, como todos nosotros, todos somos inteligentes en tu casa... Ahora, si no tienes decisi¨®n para saltar por algunas cosas y cambiar tu forma de vida, no te quejes. A la vuelta de un a?o de vida descansada, con ocios, entre lecturas sosegadas, te ver¨ªas tan fuerte interiormente como a los 30 a?os'. (...)

Advertencias y consuelos

Estas advertencias y consuelos que intenta dar a su padre, cuya alma est¨¢ crecientemente abrumada, como ese fragor que precede al terremoto, no le impiden criticar algunas cosas del peri¨®dico que lee con avidez. 'Tengo el suficiente criterio', dice a su padre el 19 de octubre, 'para pensar y afirmar que es preciso cambiar de manera. No hay en todo el peri¨®dico una cosa alegre, ligera, atractiva: las columnas son hoscas y cejijuntas; la mayor parte de los art¨ªculos, palabras viejas y hartas de ser conocidas (...). Todo esto que tanto me molesta decirte viene a parar a decirte lo siguiente: es preciso dar nueva fisonom¨ªa -cosa que siempre ha sido tu teor¨ªa y tu secreto- y ¨¦sta s¨®lo puede hacerse mediante especializaci¨®n de los que han de hacerlo, (teniendo) cada rinc¨®n de asunto su especialista con cierta libertad y personalidad'. Y aprovecha para decirle que 'esa especializaci¨®n supone m¨¢s complicada organizaci¨®n y vigilancia: esto es lo que tiene que ser el director (...), caminar hacia un peri¨®dico todo ¨¦l vivo y chispeante y sin palabras generales (...). Mira c¨®mo la misma marcha y necesidad del peri¨®dico pide que mudes el g¨¦nero de tus faenas, (las cuales) en mi opini¨®n deben ser dar el tono general, podar los caracteres excesivos y los excesivos deseos de resaltar, velar por la honorabilidad de los impulsos, encargarse especialmente del credo pol¨ªtico: en fin, de descubrir y atraer a los hombres que por disposici¨®n divina llegan al mundo para hacer tal cosa y no otras (...). Todo lo que no sea eso me parece vano. Tu desilusi¨®n actual es en buena parte ver que, no obstante tu trabajo, no logras hacer un imposible...'. 'Se me olvida decirte', a?ade, 'que un signo terrible de lo que pasa al peri¨®dico es la supresi¨®n, por haches o por erres, de Los Lunes...'.

No se hace muchas ilusiones el joven Ortega de que su padre tome en serio sus observaciones. Es m¨¢s, en muchas cartas se tiene que defender de que le censure estar demasiado tiempo fuera de Espa?a sin comprender bien las profundas razones que le llevaron a Alemania. Y no es por falta de cari?o, porque en otra carta del 19 de octubre le dice: 'Ahora me echas de menos; llegar¨¦ ah¨ª, me chillar¨¢s en la estaci¨®n y si hoy, por no tenerme delante, tienes ilusiones de que mi presencia te produzca mejora durable en el ¨¢nimo, las perder¨¢s poco a poco'. Y le insiste: 'T¨² hablas de ti como si se tratara de un ser al cabo de la vida. Sobre la raz¨®n suprema de tu trabajo inhumano cae ese inviernillo del salto a los cincuenta (...) a tu edad no hay derecho todav¨ªa a pensar en una vejez dulce y reposada. Dame a m¨ª que hagas otro g¨¦nero de vida y del resto me encargo yo. Si no todo ser¨¢ vano: el car¨¢cter se te har¨¢ m¨¢s l¨®brego y h¨²medo, como esos cuartos oscuros de los s¨®tanos donde nacen las acres flores del salitre. Con esa actitud enturbiar¨¢s la felicidad de tu vida, acongojar¨¢s a mam¨¢, har¨¢s el ¨¢nimo de Rafaela y el de nosotros todos m¨¢s t¨ªmido y hosco ante la vida (?ojo! que no son palabras), y todo ello sin raz¨®n, motivo, causa, explicaci¨®n'.

Jos¨¦ Ortega Spottorno con su padre, Ortega y Gasset, en Sintra (Portugal), en 1943.
Jos¨¦ Ortega Spottorno con su padre, Ortega y Gasset, en Sintra (Portugal), en 1943.

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