Agua bendita
Todo parece indicar que tiene que llover a c¨¢ntaros. Los embalses piden m¨¢s madera (nada que ver con ese espectacular enfrentamiento entre polic¨ªas en toda la mitad del medio de Madrid), los pantanos est¨¢n sedientos, la contaminaci¨®n campa a sus anchas, la sequ¨ªa acecha. Los borrachos, por su parte, hartos de jugar al mus en el cementerio, van por ah¨ª pidiendo agua, aunque sea agua pasada, que no mueve molino, aguardiente incluso.
El agua y las rameras est¨¢n en el candelero. Estas ¨²ltimas, braga en ristre, han clamado esta semana por sus derechos de entrepierna, alegando que eso a lo que ella se dedican es un servicio a la comunidad. No les falta raz¨®n a esas desventuradas. Los mun¨ªcipes est¨¢n desconcertados. Bueno, pues hubo un rey de Espa?a, el inquisidor Felipe II, que solucion¨® el problema de las meretrices controlando las casas de manceb¨ªa de Madrid. Las cosculinas dispon¨ªan de su cartilla de sanidad, su pedigr¨ª en regla, sus papeles en orden y su moral bien alta. Eso, por una parte.
Por lo que se refiere a la pertinaz sequ¨ªa, Felipe II propuso algo sorprendente para solventar la melancol¨ªa fluvial de Madrid: que el Tajo pasara por la capital mediante un trasvase que lo hiciera tambi¨¦n navegable hasta Lisboa. Es decir, Madrid puerto, Madrid oliendo a salmonete; Madrid, preludio de la mar salada.
En estos momentos de sequ¨ªa, el obispo de Alcal¨¢ ha nombrado un exorcista (es previsible que los exorcistas consuman en sus ritos mucha agua, aunque sea bendita). El joven te¨®logo Jos¨¦ Antonio Fortea ha sido designado para entenderse con los diablos de Madrid. El alcalde ten¨ªa que aliarse ahora con Fortea y negociar con el demonio mejoras hidrol¨®gicas para la capital, agua para los tiestos, clientes para las lumis, ilusi¨®n para los votantes, risas para la juventud y drogas para la tercera edad.
Ello no implica desd¨¦n alguno hacia el ¨²nico r¨ªo del que disponemos en la capital. L¨¢stima que ese incre¨ªble accidente geogr¨¢fico est¨¦ controlado por los colchoneros, una tribu roja, s¨ª, pero blanca en su 50%. Ah¨ª les duele.
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