Libertad o capitalismo: el incierto futuro del trabajo
Quien asegura tener una receta para garantizar el pleno empleo falta a la verdad. Es cierto que a la sociedad moderna de mercado no le falta trabajo, pero se puede decir que estamos contemplando el final de la sociedad de pleno empleo en el sentido cl¨¢sico, en el que fue inscrito como principio b¨¢sico de la pol¨ªtica tras la II Guerra Mundial en las Constituciones de las sociedades europeas y de la OCDE. El pleno empleo significaba tener trabajo normal, que cada uno aprend¨ªa una profesi¨®n que ejerc¨ªa durante toda su vida quiz¨¢ cambiando una o dos veces de empleo, una actividad que le proporcionaba la base de su existencia material. Hoy, sin embargo, nos encontramos ante una situaci¨®n totalmente diferente, pues la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n ha revolucionado la forma cl¨¢sica del trabajo. El resultado es su flexibilizaci¨®n; el trabajo es desmembrado en sus dimensiones temporales, espaciales y contractuales: de esta forma cada vez hay m¨¢s seudoaut¨®nomos, empleados a tiempo parcial, contratos basura (en Alemania, empleos de 330 euros, sin seguridad social), trabajos sin contrato, trabajos que se hallan en esa zona gris entre trabajo informal y desempleo. Esto se aplica tambi¨¦n, por cierto, al trabajo de mayor cualificaci¨®n y retribuci¨®n. El principio hasta ahora v¨¢lido de que la ocupaci¨®n se basaba en una seguridad relativa y en una previsibilidad a largo plazo pertenece ahora al pasado. En el centro de la sociedad y su sistema laboral tambi¨¦n gobierna ahora el r¨¦gimen del riesgo.
Esta econom¨ªa pol¨ªtica de la inseguridad se expresa en un efecto domin¨®: lo que en los buenos tiempos se complementaba y fortalec¨ªa mutuamente -el pleno empleo, las pensiones aseguradas, elevados ingresos fiscales, amplio margen para la pol¨ªtica de la Administraci¨®n p¨²blica- es ahora peligro mutuo. El trabajo se precariza; las bases del Estado social se resquebrajan; la trayectoria normal de las personas se fragiliza; se programa la pobreza para los jubilados del futuro; los presupuestos exang¨¹es de los municipios no pueden financiar el asalto que se produce en requerimiento de sus servicios de asistencia social.
Por doquier se demanda hoy flexibilidad. Dicho de otra forma: los empresarios pretenden poder despedir a sus empleados con m¨¢s facilidad. La flexibilidad tambi¨¦n significa traspasar los riesgos del Estado y las empresas al individuo. Los empleos se hacen m¨¢s de corto plazo, f¨¢cilmente rescindibles, es decir, 'renovables'. Al final, flexibilidad viene a significar que hay que alegrarse de que tus conocimientos y experiencia est¨¦n pasados y nadie puede decirte lo que tienes que aprender para que alguien pueda necesitarte.
Y con ello nos encontramos ya en el meollo del problema, y es que se puede alabar la 'destrucci¨®n creativa de la econom¨ªa' (Schumpeter), pero no la de las personas. Para que pueda haber un incremento estad¨ªstico de dos millones de puestos de trabajo han tenido que desaparecer primero 10 millones y crearse 12 millones, posiblemente fuera de las fronteras nacionales. Es meridianamente claro que los Gobiernos, para abrir perspectivas vitales a las personas, deben fomentar lo que se llama producci¨®n de mayor valor y que genere mayor salario. Pero precisamente a causa de los elevados costes salariales se ha elevado tambi¨¦n el grado de automatizaci¨®n de la econom¨ªa. Y as¨ª nos encontramos en una rara dial¨¦ctica: cuanto m¨¢s elevados son los costes salariales, tanto m¨¢s procura el empresario introducir m¨¢quinas y as¨ª emplear a menos personas. Y el Estado incluso le recompensa por ello. Pero si el empresario sustituye trabajadores por m¨¢quinas y energ¨ªa, los impuestos y contribuciones sociales tienden a disminuir. Y si emplea a m¨¢s gente es castigado por los elevados costes laborales y sociales.
Para la pol¨ªtica estatal esto crea un dilema que en la campa?a electoral en Alemania est¨¢ personificada por los contendientes, el canciller federal Schr?der y el aspirante Stoiber (CSU). Parece que el estatalizador Stoiber tambi¨¦n quiere mantener con vida ramas anticuadas, aut¨¦nticos 'muertos', mediante subvenciones y ayudas artificiales, pues el peso de los votantes afectados es grande. As¨ª, por ejemplo, pretende estimular la industria de la construcci¨®n, utilizada muy por debajo de su capacidad pero con un fuerte exceso de personal, con un programa coyuntural de miles de millones, pese a que un incremento del gasto p¨²blico atraer¨ªa nuevamente la amenaza de la amonestaci¨®n de Bruselas. Es un verdadero dilema: el mercado, se destruye a s¨ª mismo, y las consecuencias -desempleo, medidas de reconversi¨®n profesional, descontento del electorado- las tienen que solucionar los pol¨ªticos.
Tampoco hay una varita m¨¢gica en otros pa¨ªses. Aunque algunos hayan optado por mejores soluciones que Alemania, en la cuesti¨®n fundamental todos coinciden. Saben que el trabajo ya no es lo que era y que su importancia para la creaci¨®n de valor disminuye. En EE UU y en Gran Breta?a esta disminuci¨®n de importancia lleva aparejada la disminuci¨®n de los salarios reales. En otros pa¨ªses significa que, aunque queden asegurados los empleos se reducen las oportunidades de su remuneraci¨®n. En casi todos los pa¨ªses de la OCDE los salarios son una parte cada vez menor de la renta nacional, o dicho de otra forma, la cuota salarial baja, y si en EE UU se mantiene casi estable es porque los americanos tienen que trabajar cada vez m¨¢s para seguir ganando lo mismo.
En ning¨²n pa¨ªs democr¨¢tico del mundo, y desde luego no en Alemania, votar¨¢n los electores por su ruina colectiva a menos que creamos en la existencia de un masoquismo democr¨¢tico del ciudadadano. Ante nosotros est¨¢ la tarea de configurar la v¨ªa al futuro de manera no s¨®lo t¨¦cnica y econ¨®mica, sino humana. ?C¨®mo deber¨ªa ser una concepci¨®n pol¨ªtica que armonizara de una forma nueva el Estado, el ciudadadano y el trabajo? A continuaci¨®n se exponen tres tesis:
Primera. Mucha gente ha confundido modernizaci¨®n con privatizaci¨®n, es decir, con la idea del Estado neoliberal. Pero tras el 11-S la divisa del neoliberalismo de sustituir pol¨ªtica y Estado por econom¨ªa ha perdido mucha fuerza. Un ejemplo descollante es la privatizaci¨®n de la seguridad a¨¦rea en EE UU. Esta autoridad de control clave para el sistema de la seguridad interior se ha encomendado a empleados a tiempo parcial y con condiciones de suma flexibilidad. Su sueldo estaba por debajo del de los empleados de los restaurantes de comida r¨¢pida. Se les dieron unas pocas horas de 'formaci¨®n' para este empleo basura de seguridad basura por periodos que en promedio no exced¨ªan los seis meses.
Hay que reconocerlo con tristeza: esta concepci¨®n neoliberal que complace a EE UU, que comprende la cicater¨ªa del Estado por un lado y por otro la trinidad de desregulaci¨®n, liberalizaci¨®n y privatizaci¨®n, ha vuelto al pa¨ªs vulnerable a los ataques terroristas. En este sentido las terribles im¨¢genes de Nueva York contienen el mensaje que tambi¨¦n ha sido captado en los EE UU: un pa¨ªs puede suicidarse por exceso de neoliberalizaci¨®n. Entretanto, la seguridad a¨¦rea ha sido estatalizada y convertida consecuentemente en un servicio p¨²blico.
No s¨®lo en Am¨¦rica, tambi¨¦n en Europa se escuchan cada vez m¨¢s voces solicitando la vuelta del Estado. Sobre todo en Gran Breta?a, que ha experimentado un aut¨¦ntico desastre con la privatizaci¨®n de los ferrocarriles. Como tras esa experiencia ha quedado claro que posiblemente privatizaci¨®n y modernizaci¨®n sean conceptos opuestos, cada vez se plantea m¨¢s la idea del Estado activante. Este Estado permite una nueva definici¨®n del trabajo que comprende actividades p¨²blicas y ¨²tiles para la comunidad y que se desempe?an tanto dentro como fuera del sector p¨²blico estatal.
Se trata de concebir una reforma de gran envergadura y bien interconectada de impuestos, cargas y Estado social, pero por supuesto con una meta bien definida: abrir mayores espacios en el mundo laboral para la participaci¨®n y el compromiso civil de los ciudadanos. Cuanto m¨¢s problem¨¢tico se hace el viejo mercado laboral, tanto m¨¢s creativos deben ser el Estado y los ciudadanos. Que no haya malentendidos: no se trata de privatizar completamente el gigantesco sector del servicio p¨²blico y as¨ª abolirlo. De lo que se trata es de ofrecer dentro de su esfera posibilidades para actividades empresariales sociales y para iniciativas creativas desde abajo. Por lo tanto, la pregunta m¨¢s importante es: ?C¨®mo organizamos la educaci¨®n, la ciencia, los servicios sociales... para obtener m¨¢s agilidad y capacidad de renovaci¨®n de los servicios p¨²blicos? Por citar un ejemplo negativo, la actual reforma universitaria alemana contradice esto de forma radical y en ¨²ltimo t¨¦rmino supone un crimen contra el esp¨ªritu.
Pues precisamente, cuando se habla de trabajar por el bien com¨²n, el principio de la autonom¨ªa y autodeterminaci¨®n dentro de la sociedad civil ha de tener la prioridad absoluta. Cuando un grupo de personas se encarga de, pongamos por caso, la investigaci¨®n, la protecci¨®n del medio ambiente o la revitalizaci¨®n de los centros urbanos, podr¨ªa, y deber¨ªa hacerlo con criterio empresarial. Semejante reforma del servicio p¨²blico con criterio de sociedad civil equivale a matar dos p¨¢jaros de un tiro: por una parte se emplea el dinero p¨²blico de un modo m¨¢s sensato que financiando el desempleo; por otra, se contribuye a que las personas avancen por la v¨ªa de la configuraci¨®n de su propia vida. A trav¨¦s de una actividad social aut¨®noma, reconocida y retribuida obtendr¨ªan no s¨®lo m¨¢s calidad de vida, sino tambi¨¦n mayor cualificaci¨®n en su trayectoria vital.
Quien pretenda eliminar el desempleo masivo debe empezar sobre todo en la escala inferior de la jerarqu¨ªa social. Si a la ca¨ªda de precios del trabajo de baja cualificaci¨®n le sigue la disminuci¨®n de la renta del trabajo, como indica el abecedario del neoliberalismo, se puede reducir el desempleo masivo eficazmente. A continuaci¨®n se recuperan y florecen los ingresos p¨²blicos. Aplicado al nicho de bienestar que es Alemania en el contexto mundial ello significa que el capitalismo m¨¢s depredador fagocita los sistemas reguladores de la autonom¨ªa negociadora de convenios y del Estado social, fragiliza el equilibrio del nivel de vida y del poder y pone en peligro consiguientemente las bases mismas de la libertad.
Segunda. Por estas razones en el futuro nos tendremos que enfrentar a la contraposici¨®n de 'libertad o capitalismo'. Es una inversi¨®n ir¨®nico-hist¨®rica del viejo eslogan electoral conservador: 'Libertad, s¨ª; socialismo, no'. Dado el riesgo que corren hoy los puestos de trabajo, el Estado activador debe armonizar de una manera nueva Estado, igualdad y libertad. El art¨ªculo 1 de la Ley Fundamental alemana ya lo dice: 'La dignidad de la persona trabajadora es inviolable'. Por eso una pol¨ªtica no puede jactarse de ser moderna si abre de par en par las puertas al dumping laboral, de ingresos, social y medioambiental. Se podr¨ªa dar la siguiente respuesta: sacar a la luz de una vez las fuentes del trabajo llamado precario, de corto plazo y mal pagado, lo que constituye hoy ya en los EE UU casi la mitad de los empleos, y situarlo dentro de una regulaci¨®n legal perfectamente delimitada. Con ello se har¨ªan controlables los riesgos que conlleva mediante una pol¨ªtica social que asegurara lo b¨¢sico (atenci¨®n sanitaria y pensiones independientes de los ingresos laborales, es decir, financiando con los impuestos). Una segunda respuesta ser¨ªa: dar un lifting econ¨®mico a las actividades de baja cualificaci¨®n y las prestaciones de servicios simples en forma de un salario combinado con subvenci¨®n estatal. As¨ª el empleo se hace atractivo para todos, empresas y empleados.
Por doquier se plantea la pregunta de c¨®mo organizar la espontaneidad en el mercado laboral. ?C¨®mo se puede evitar el dumping salarial, o lo que es lo mismo, c¨®mo evitar las actividades empreariales parasitarias?
Schr?der confiaba en que la disminuci¨®n de la natalidad redujera tambi¨¦n el desempleo. Se ha equivocado, pues si bien la disminuci¨®n de la natalidad es un hecho, hasta ahora no ha ayudado a solucionar el problema.
Tercera. Por el contrario, hay argumentos muy contundentes a favor de la inmigraci¨®n. Es un ant¨ªdoto contra el envejecimiento de la sociedad, algo que asusta a los inversores. Se va imponiendo la visi¨®n elemental de que ese periodo de crecimiento deseable para todos s¨®lo es posible con fronteras abiertas, movimientos migratorios bien enfocados y rejuvenecimiento de la poblaci¨®n. Seg¨²n los c¨¢lculos de expertos de la ONU, la poblaci¨®n de Alemania bajar¨ªa de los 82 millones actuales a 59 millones en el a?o 2050 si no hubiera inmigraci¨®n. El n¨²mero de componentes de la poblaci¨®n activa entre 15 y 64 a?os incluso bajar¨ªa en un 40%. Si se pretende evitar el envejecimiento, la explosi¨®n de costes, la quiebra del sistema de pensiones y los movimientos emigratorios se tiene que luchar a favor de la apertura de las fronteras y procurar que los alemanes abran por fin los ojos a su globalizaci¨®n interna.
Dicho con otras palabras: la buena gesti¨®n econ¨®mica moderna requiere una miras abiertas al mundo. Y el candidato Stoiber, que reniega de esto, tendr¨¢ que enfrentarse a la resistencia organizada del capital y sus organizaciones, pues le negar¨¢n la capacidad de realizar una buena gesti¨®n econ¨®mica.
Un tema europeo de campa?a electoral ser¨¢ por tanto si se interpreta al Estado activo como un Estado controlador (Stoiber) o un Estado cosmopolita (Fischer / Schr?der). Los Estados controladores amenazan con convertirse en Estados-fortaleza despu¨¦s de la experiencia del acto terrorista del 11 de septiembre, Estados en los que las palabras seguridad y militar se escriben con may¨²sculas, pero libertad y democracia con min¨²sculas. Hay que contar con que Stoiber, igual que Berlusconi, se opondr¨¢ a los que representen otra cultura en nombre de una fortaleza occidental. Con ello se corre el peligro de forjar una pol¨ªtica de autoritarismo estatal que se comportar¨ªa de manera adaptativa, flexible hacia fuera, hacia los mercados mundiales, mientras que hacia dentro ser¨ªa autoritaria. De los ganadores de la globalizaci¨®n se encargar¨ªa el neoliberalismo, para los perdedores de la globalizaci¨®n se atizar¨ªan el temor al terrorismo, la xenofobia y se le a?adir¨ªan dosis calculadas de racismo. El resultado final ser¨ªa la victoria de los terroristas, porque los pa¨ªses europeos se privar¨ªan a s¨ª mismos de lo que los hace atractivos y superiores: de la libertad y la democracia.
Ulrich Beck es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de M¨²nich.
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