No aislar el islam
Deber¨ªamos acostumbrarnos sin aspavientos a los conflictos que, de forma natural y l¨®gica, pueden crearse con motivo de la integraci¨®n social de los musulmanes en Espa?a. El islam es una religi¨®n no integrista en s¨ª misma, pero con fieles sumamente integrados en ella y a trav¨¦s de ella. A diferencia de nuestros cat¨®licos esc¨¦pticos, no separan sus creencias de sus conductas p¨²blicas porque no consideran que la fe sea cuesti¨®n privada y reducida a la mera conciencia interna, como solemos pensar aqu¨ª por reacci¨®n, tal vez excesiva, al catolicismo oficialesco del franquismo. En consecuencia, los nuevos ciudadanos de religi¨®n isl¨¢mica tardar¨¢n mucho tiempo en mantener sus s¨ªmbolos y preceptos cotidianos dentro del coto de su vida familiar casera.
El paradigm¨¢tico problema del uso p¨²blico del velo femenino en las escuelas o en lugares de trabajo ha sido enfocado por algunos desde una confusa perspectiva en la que se entremezclan argumentos de apariencia digna, como son los basados en valores de civilizaci¨®n y orden social democr¨¢tico e, incluso, de libertad o defensa del g¨¦nero femenino, por no citar los que se apoyan sin m¨¢s en una obligaci¨®n inexcusable de integrarse en los usos de nuestra sociedad renunciando a los propios.
As¨ª, nuestro temperamental Defensor del Pueblo ha proclamado que manifestaciones culturales y religiosas como ¨¦sta del velo rompen los criterios igualitarios que deben imponerse en la sociedad espa?ola y constituyen una presi¨®n sobre la mujer por parte de un padre de familia desp¨®tico. Para el se?or M¨²gica 'lo importante es la integraci¨®n en una sociedad democr¨¢tica' mientras que 'la multiculturalidad no es buena, lesiona los valores de la igualdad y los derechos humanos'. Por su parte, un influyente colectivo feminista se opone tambi¨¦n al uso del velo en las escuelas porque ¨¦stas deben ser laicas y defensoras del derecho fundamental a la igualdad, es decir, a que las mujeres inmigrantes portadoras del velo isl¨¢mico no est¨¦n 'condenadas a ser ciudadanas de segunda'.
No parece que las citadas opiniones encajen en la letra ni en el esp¨ªritu de nuestra Constituci¨®n. El derecho a la igualdad que consagra el art¨ªculo 14 obliga, entre otras muchas cosas, a no tratar de forma igual aquello que en s¨ª mismo sea desigual. El igualitarismo al que se aspira no se identifica con la homogeneizaci¨®n. Igualar los usos del Islam a los nuestros tradicionales implica destruir los signos culturales propios de una comunidad humana a la que, en teor¨ªa, se pretende integrar en la sociedad espa?ola. Pero absorci¨®n destructora no es nunca integraci¨®n, sino todo lo contrario: desintegraci¨®n de una riqueza espiritual que, en tantos aspectos religiosos profundos, al margen de usos y ritos particulares leg¨ªtimos pero secundarios, deber¨ªamos acoger como un don del cielo en nuestra descre¨ªda sociedad de falsos creyentes.
El art¨ªculo 14 antes mencionado prescribe taxativamente que la religi¨®n o cualquier tipo de circunstancia o condici¨®n personal o social no puede ser causa de discriminaci¨®n alguna. Y esto vale, seg¨²n reiterada jurisprudencia y la vigente ley de extranjer¨ªa, no s¨®lo para los espa?oles, sino para cuantos habitan bajo la autoridad de nuestro Estado. Si aplicamos el mandato constitucional al caso del velo musulm¨¢n, resulta evidente que prohibirlo, por norma o de hecho, supone discriminar a quien lo lleve debido a su religi¨®n y cultura. La multiculturalidad no lesiona en este caso a la igualdad, sino a la inversa. Y no estar¨¢ de m¨¢s recordar que entre los derechos humanos no se incluye el de llevar el cabello o el rostro desvelados y s¨ª, en cambio, la libertad religiosa y la educaci¨®n escolar. Confundir los usos imperantes patrios con los valores universales, humanistas y democr¨¢ticos es de un etnocentrismo impresentable, como es pura ceremonia de la confusi¨®n equiparar el uso del velo al vejamen de la ablaci¨®n genital.
Otro caso reciente, el del padre musulm¨¢n que pide escuela no confesional para sus hijos, ha levantado tambi¨¦n incomprensiones y protestas, ya que parece arbitrario por su lado temer la formaci¨®n cat¨®lica que aqu¨¦llos reciban, pese a no tener que acudir a las clases de esa religi¨®n.
No entrar¨¦ en este punto a discutir los pros y contras que pueden alegarse respecto a la cuesti¨®n desde el ¨¢ngulo sociol¨®gico. Por lo que parece y, al menos en Catalu?a, la presencia escolar de ni?os musulmanes en centros confesionales no ha supuesto problemas para unos y otros. Pero quisiera destacar que, en el plano legal de los derechos de libertad religiosa y de educaci¨®n, el Acuerdo de Cooperaci¨®n del Estado con la Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a (Ley 26/1992) garantiza en el ¨¢mbito escolar la ense?anza religiosa tanto en centros p¨²blicos como privados concertados, pero siempre que en estos ¨²ltimos el ejercicio del citado derecho 'no entre en contradicci¨®n con el car¨¢cter propio del centro'.
Esto quiere decir, lisa y llanamente, que un colegio cat¨®lico puede negarse a admitir a un alumno musulm¨¢n porque ¨¦ste podr¨ªa de alg¨²n modo 'infectar' de islamismo a sus compa?eros. Seg¨²n esta l¨®gica, parece justo que tambi¨¦n un padre musulm¨¢n tema una 'infecci¨®n' de catolicismo en sus reto?os si el 'car¨¢cter propio' del centro estuviere en contradicci¨®n con el islam. No hay que olvidar que la delicada esquizofrenia de muchos cristianos consiste en separar las clases de religi¨®n de la ideolog¨ªa del centro, pero la mentalidad isl¨¢mica no concibe esa distinci¨®n: la vida es una unidad.
Mientras las comunidades musulmanas en Espa?a no cuenten con las instituciones docentes a las que tienen derecho legalmente reconocido, la educaci¨®n infantil que la ley tambi¨¦n prev¨¦ debe ser compatible con la libertad religiosa. Escuela laica o confesional es lo mismo a los ¨²nicos efectos importantes: el respeto a la opci¨®n de los padres.
Si queremos construir una convivencia fecunda con nuestros ciudadanos de fe cor¨¢nica, que tanta riqueza espiritual nos pueden aportar, debemos dar ejemplo de sensatez y de respeto, sin orgullosas y fariseas presunciones de democracia igualitaria. Si tanto creemos en nuestros valores no empecemos por negarlos en la pr¨¢ctica negando los ajenos, sino logrando pacientemente que se acepten en lo que, de verdad-verdad, sean m¨¢s humanos. En todo caso, cometeremos un grave error si aislamos el islam.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UB.
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