Montsalvatge, de 'Destino'
Todos los homenajes a Xavier Montsalvatge, que pronto cumplir¨¢ 90 a?os, son m¨¢s que merecidos. Homenajes al m¨²sico y tambi¨¦n a la persona, a la entra?able buena persona que cualquiera que lo conozca sabe que es. El martes pasado se celebr¨® en su honor un concierto en el Palau de la M¨²sica y hoy se repite en el Auditorio Nacional de Madrid. En las pr¨®ximas semanas y meses las celebraciones seguir¨¢n, y es muy esperado el nuevo montaje de su ¨®pera Babel 46, que en abril se estrenar¨¢ en el Teatro Real y el a?o pr¨®ximo llegar¨¢ al Liceo.
Xavier Montsalvatge es muy conocido como compositor y como cr¨ªtico, sin duda nuestro m¨²sico de hoy m¨¢s universal. Pero existe una faceta mucho menos conocida de su vida que contribuye, por partida doble, a explicar parte de su personalidad art¨ªstica: fue durante muchos a?os el compaginador de la revista Destino. Al decir por partida doble me refiero a que la m¨²sica del maestro algo tiene que ver con las dos cosas: con el oficio de compaginador y con pertenecer al grupo Destino.
A algunos les parecer¨¢ extra?o que un m¨²sico de su categor¨ªa se haya dedicado a compaginar una revista. Sin embargo, tener buen gusto al ordenar, de forma agradable, las p¨¢ginas de una revista de manera que su lectura se haga m¨¢s f¨¢cil y grata requiere un sentido art¨ªstico con fuertes matices musicales, siempre que no se busque la estridencia gratuita o el desorden deconstrucivo, tan propios de muchos dise?adores actuales. No por casualidad, hoy en d¨ªa a los directores de compaginaci¨®n de un peri¨®dico se les llama -por evidente influencia anglosajona- directores de arte. Tampoco, quiz¨¢, fue una casualidad que Ricardo Viv¨®, el sucesor de Montsalvatge en la compaginaci¨®n de Destino, fuera tambi¨¦n un apasionado de la ¨®pera. Para Montsalvatge compaginar Destino constitu¨ªa una pesada carga -hab¨ªa que ganarse el duro pan de cada d¨ªa- que robaba horas a la tranquilidad necesaria para componer m¨²sica, su gran obsesi¨®n vital. Pero quiz¨¢, aun sin saberlo, estos largos a?os pasados en la redacci¨®n de Destino -del que tambi¨¦n era cr¨ªtico musical- contribuyeron positivamente a su obra de compositor.
Adem¨¢s de esta tarea espec¨ªfica, el ambiente humano y cultural de Destino encajaba muy bien con las tendencias est¨¦ticas de Montsalvatge, no en vano hab¨ªa sido uno de los pilares del n¨²cleo que la refund¨® en Barcelona y lleg¨® a ocupar el lugar -nominal, no real- de director cuando N¨¦stor Luj¨¢n fue condenado por el honorable delito de defender la libertad de expresi¨®n. Efectivamente, los hombres de Destino constitu¨ªan en los a?os cuarenta y cincuenta - con excepciones que no hace falta se?alar-un muy singular grupo, una isla liberal en un mar plagado de totalitarismos de signo diverso. Recordemos los nombres de algunos pesos pesados ya fallecidos: Verg¨¦s, Teixidor, Luj¨¢n, Pla, Sagarra, Vicens Vives, Gasch, Cort¨¦s, Palau, Arturo Llopis, Nadal, Masoliver, Augusto Ass¨ªa, Trist¨¢n la Rosa, Fuster. Saludemos tambi¨¦n a los que, adem¨¢s de Montsalvatge, se encuentran felizmente entre nosotros: Sempronio, Rafael Abella, Perucho, Espin¨¤s, Vilanova, Lorenzo Gomis, sin olvidar a una pieza b¨¢sica de la casa como eran los Ribes, padre e hijo.
?Qu¨¦ les un¨ªa a todos ellos? Probablemente pocas cosas aunque fundamentales: una idea liberal de la pol¨ªtica y de la vida, un inter¨¦s cosmopolita por el mundo exterior, un sentido de continuidad con la tradici¨®n cultural de nuestro pa¨ªs, confianza en la Europa democr¨¢tica y un sentido del humor -tan necesario en tiempos grises- que iba desde la iron¨ªa esc¨¦ptica a la irresistible carcajada. En todo lo dem¨¢s eran distintos, sin importarles mucho, sino al contrario, el serlo. Los hombres de Destino no pretend¨ªan redimir al pa¨ªs, moldearlo culturalmente a su manera, constituirse en salvadores de la patria. Se limitaban a contar, de la forma m¨¢s agradable que sab¨ªan, las cosas que les preocupaban, les divert¨ªan o les interesaban. De forma modesta, sin afanes vanguardistas aunque sin desde?arlos, sobre todo sin pretensiones redentoras.
A comienzos de los sesenta empez¨® a publicarse -al amparo de la Iglesia- otra revista, apreciable en muchos aspectos, pero de factura totalmente distinta: Serra d'Or. Con indudable sentido de lo moderno y con un nivel cultural alto, mes a mes, nos adoctrinaba sobre c¨®mo hab¨ªamos sido y como hab¨ªamos de ser los catalanes. All¨ª se iba cociendo un modelo perfectamente dise?ado y acabado de lo que deb¨ªa ser Catalu?a. Vistas ambas revistas desde la perspectiva de hoy, me parece que la clase pol¨ªtica dirigente catalana de los ¨²ltimos 30 a?os es fiel seguidora del esp¨ªritu de Serra d'Or, mezcla de vanguardismo e integrismo o, mejor dicho, integrista -parad¨®jicamente- hasta en el vanguardismo; mientras, por su lado, la sociedad catalana en su conjunto se asemeja m¨¢s, aunque probablemente no lo sabe, al esp¨ªritu m¨¢s abierto y liberal, aunque cl¨¢sico, de Destino. De ah¨ª, quiz¨¢, los visibles desencuentros entre ambas.
Xavier Montsalvatge encarna perfectamente el esp¨ªritu de Destino. Este esp¨ªritu se muestra de forma sencilla, casi ingenua, en su gran obra de compositor: sin canon fijo, con infuencias for¨¢neas muy diversas, elabora una m¨²sica para aquellos a quienes les gusta la m¨²sica y s¨®lo la m¨²sica, sin buscar m¨¢s trascendencias. Breve: es lo m¨¢s alejado de lo que pretende ser T¨¤pies en la pintura.
La perspectiva de todo un a?o escuchando viejas y nuevas versiones de la m¨²sica de Montsalvatge no puede ser m¨¢s atractiva. Quiz¨¢ no lleguemos a descubrir en ella el misterioso esp¨ªritu, tan infructuosamente buscado, de la Catalu?a eterna. En cambio, disfrutaremos con la sensibilidad, estupenda, de un hombre libre.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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