Los secretos del jard¨ªn cerrado
Kioto descubre el refinado universo sensible de Jap¨®n
Los cerezos de Kioto florecen en la primera semana de abril. Es como una gigantesca ola, que sorprende por el ¨ªmpetu de su repentina y arrolladora llegada. La ciudad aparece cuajada de flores blancas, que tamizan la luz clara del sol de primavera. A veces, con la brisa, se desprenden mir¨ªadas de p¨¦talos, como una nevada sensual y c¨¢lida, entre risas alegres de ni?os y asombro de mayores. El ef¨ªmero espect¨¢culo apenas dura esa semana, y resulta de una inimaginable belleza. Hay que contemplarlo y, sobre todo, vivirlo festivamente, como hacen los japoneses siguiendo su tradici¨®n milenaria. Kioto tiene luego otros momentos estelares, cuando en oto?o las hojas de los arces adquieren su caracter¨ªstico color rojizo de fuego fr¨ªo, o en invierno la gravilla blanca y rastrillada de los jardines de los templos se cubre de nieve. Pero siempre, en toda ¨¦poca, Kioto ofrece al viajero tesoros incalculables.
Los rescoldos del esplendor imperial, apagado en 1867 cuando la corte se traslad¨® a Tokio, brillan a¨²n en los palacios y villas imperiales, como Katsura o Sugakuin, adornados con soberbios jardines paisajistas, perfectamente mantenidos. Los m¨¢s de 2.000 templos budistas y santuarios sinto¨ªstas -los japoneses simultanean la pr¨¢ctica de ambas religiones- hacen de Kioto un lugar santo: la espiritualidad de los jardines zen (Daitoku-ji, Rioan-ji...) incita a la meditaci¨®n, inmersos en un universo simb¨®lico de islas y mares, nubes y monta?as.
La ciudad tiene un leve acento de amable provincianismo y nost¨¢lgica decadencia. Aunque proliferan los edificios modernos y sin car¨¢cter, en su centro sobreviven barrios enteros, como el Gion de las geishas o el de Higashiyama, de una extraordinaria y pintoresca belleza, que conservan las formas arquitect¨®nicas tradicionales. Tambi¨¦n las riberas del r¨ªo y sus encantadores canales son espacios propicios para el m¨¢s agradable de los paseos (Arayashima, el camino de la filosof¨ªa...).
La gastronom¨ªa de Kioto es sobresaliente, siendo sin duda una de las mejores del Oriente. La maravillosa cocina local (comida kaiseki: restaurante Yagembori) se enriquece con aportaciones de otras culturas culinarias, como la francesa (restaurante Ogawa) o la italiana (restaurante Divo-diva), todo ello con materias primas de una calidad y frescura excepcionales, y siempre con una presentaci¨®n m¨¢s que elegante, art¨ªstica, porque en la cocina japonesa la mirada, es, al menos, tan importante como el gusto. En cada esquina hay un restaurante, con su cl¨¢sica linterna de papel rojo; la aventura de adentrarse en ellos es gratificante, siendo tan s¨®lo conveniente precaverse del precio (el restaurante Kitsho, en Arashiyama, tiene fama de ser el m¨¢s caro del mundo: una comida cuesta, por persona, como m¨ªnimo 300 euros).
S¨ªntesis de culturas
Kioto es, esencialmente, una ciudad acogedora, que suple la incomunicaci¨®n ling¨¹¨ªstica (casi nadie habla un idioma occidental) con la excepcional gentileza de sus habitantes, y con su sentido del servicio, que ejercen con ejemplar dignidad: no existe la propina, y todos procuran alcanzar la excelencia en su cometido. Pero, adem¨¢s, el viaje a Kioto tiene algo de descubrimiento inici¨¢tico: se nos desvela la belleza de una est¨¦tica po¨¦tica y funcional, el universo sensible y secreto del jard¨ªn cerrado; la historia de Jap¨®n, sintetizadora de culturas y creadora de una civilizaci¨®n sumamente refinada, y tambi¨¦n el camino hacia la espiritualidad oriental.
Hay un nombre que representa el compendio de todo ello, y que constituye la mejor puerta de entrada a la ciudad: es el del Tawaraya, un ryokan o posada tradicional, que por s¨ª solo justifica el viaje.
Hace alg¨²n tiempo, en la revista Fortune, Michner se refiri¨® al Tawaraya como el mejor hotel del mundo. Siendo un alojamiento que acoge, fundamentalmente, a una clientela japonesa, es curioso observar el inter¨¦s despertado por el Tawaraya en la prensa internacional, y la larga lista de ilustres gesines o extranjeros que en ¨¦l se han hospedado (el rey de Suecia, Antonioni, Sartre, Arthur Miller, Hitchcock, etc¨¦tera), a los que no se hace concesi¨®n alguna, fuera del desayuno brit¨¢nico. Por ejemplo, nadie en el hotel habla ingl¨¦s, m¨¢s all¨¢ de un chapurreo que no admite la repregunta, y, sin embargo, cualquier deseo que expresemos ser¨¢ atendido.
El Tawaraya fue fundado en 1710, y ha permanecido en la familia de la actual propietaria (mistress Satow) durante 11 generaciones. Tiene s¨®lo 18 cuartos y son 34 las personas que lo atienden, entre ellos cuatro cocineros que ofrecen una de las mejores cocinas de Kioto, en cenas servidas en cada cuarto, pues el ryokan carece de comedor. Desde fuera, es una construcci¨®n tradicional japonesa de una planta, con una entrada muy angosta, cuyo pavimento de piedra permanece siempre regado y donde el ¨²nico ornamento son unas preciosas peon¨ªas.
En un recodo del pasadizo hay un escal¨®n que da acceso al edificio. Nos recibe una persona cuya ¨²nica misi¨®n es recoger y cuidar los zapatos, pues los hu¨¦spedes obligadamente han de descalzarse y dejarlos ah¨ª. M¨¢s tarde, al salir, si han dejado varios pares, incre¨ªblemente siempre encontrar¨¢n dispuestos en el mismo escal¨®n los zapatos apropiados para cada ocasi¨®n, limpios, y en las ma?anas de fr¨ªo, incluso templados por el calor de una estufa. El c¨®mo se enteraba de nuestra salida del cuarto a tiempo de preparar el calzado, que correspond¨ªa a nuestro atuendo m¨¢s o menos formal, es un verdadero misterio al que siempre se refieren quienes escriben sobre el hotel. Un pasillo estrecho y laber¨ªntico conduce a los cuartos dejando a un lado la ¨²nica sala de estar, de apenas seis metros cuadrados, que da acceso a una habitaci¨®n a¨²n m¨¢s peque?a que hace las veces de biblioteca. Est¨¢ iluminada por una ventana a ras de suelo que descubre un min¨²sculo patio con un cerezo en flor, una linterna de piedra y una fuente.
Nos hemos adentrado en un territorio nuevo e ignoto, en el que impera la sombra. Como escribi¨® Tanizaki, la clave del misterio del Oriente no es sino la magia de esa sombra que delimita un espacio rigurosamente vac¨ªo, confiri¨¦ndole una unidad est¨¦tica superior. Es 'como si al permanecer en ese espacio perdieras la noci¨®n del tiempo'.
Juego de perspectivas
Los cuartos tienen la llave siempre puesta. Su intimidad la conforma el silencio: s¨®lo se escucha el revoloteo de los p¨¢jaros y el agua en el jard¨ªn. No se ven otros hu¨¦spedes, ni se les oye. Cada cuarto da a un peque?o jard¨ªn que parece interminable por el juego de la perspectiva de sus elementos, y tiene su fuente con un ca?o de bamb¨² del que cae incesante una gota de agua que marca el tiempo inmutable del lugar. El suelo de la habitaci¨®n est¨¢ formado por ocho tatamis. Un gran ventanal se abre al jard¨ªn. Los shogis (paneles de papel sobre una ligera estructura de madera) nos permiten componer los m¨¢s variados y fascinantes encuadres. El mobiliario se limita a una mesa lacada, baja y rectangular, que tiene a cada lado un coj¨ªn en el suelo, con un respaldo de mimbre y un apoyabrazos. Para dormir, los futones sustituyen a la mesa, como en el cambio de escenario de un teatro. Lo hace, a una velocidad insospechada, la camarera que atiende al hu¨¦sped durante toda su estancia, vestida con quimono, y sonriente, siempre sonriente, silenciosa y amable. La ba?era es de madera y aguarda permanentemente llena de un agua humeante. Un cubo, tambi¨¦n de madera, sirve para enjuagarse, derramando el agua sobre el suelo del cuarto de ba?o como si se tratara de un divertido juego. Como concesi¨®n a la modernidad, un tel¨¦fono se esconde bajo una tela brocada, y en un precioso mueble lacado, que nunca se abre, se guarda un monitor para ver la televisi¨®n.
Por una vez, el elevado precio de un alojamiento compensa con creces. No se trata de la comodidad habitual de los hoteles de lujo. Es otra cosa, algo ¨²nico. Su aut¨¦ntico refinamiento conforma un mundo inimaginable de detalles m¨ªnimos concebido para nuestro mayor agrado. La estancia es en s¨ª misma una verdadera experiencia para los sentidos. La esencia de la vida misteriosa de Kioto late en el coraz¨®n del Tawaraya.
GU?A PR?CTICA
- Prefijo: 00 81 75. Poblaci¨®n: unos 1,5 millones de habitantes. Moneda: yen (1 euro equivale a 115 yenes).
- El aeropuerto de Osaka est¨¢ a algo m¨¢s de una hora en tren. 25,78 euros. - Lufthansa (902 22 01 01), hasta el 22 de marzo, a Osaka, 565 m¨¢s tasas. - KLM (902 22 27 47), hasta el 30 de junio, a Osaka, desde 629 m¨¢s tasas.
- Tawaraya Inn (211 55 66) Oike Fuyacho. Kyoto. Habitaci¨®n doble, desde 346,17 euros.
- Divo Diva (256 13 26). Nishiki Market. Kyoto. Desde unos 50 euros. - Ogawa (256 22 03) Kiya-machi y Oike-agaru street. Desde 35 euros. - Yagembori (541 79 61). En el barrio de GIon. Entre 60 y 120 euros.
- Turismo de Kyoto (371 56 49).
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