El futuro imperfecto de Zaplana
La incertidumbre sobre el destino del presidente del Consell lastra la agilidad de su equipo
Eduardo Zaplana reitera, siempre que tiene ocasi¨®n, que cumplir¨¢ su palabra, que se comprometi¨® a permanecer en la Generalitat un m¨¢ximo de dos mandatos, que no tiene ninguna intenci¨®n de repetir como candidato en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas... Pero nadie parece dar mucho cr¨¦dito a tales confesiones ¨ªntimas. Tal vez por la misma raz¨®n por la que el presidente ha evitado, hasta la fecha, despejar p¨²blicamente sus verdaderas intenciones.
El ¨¦xito pol¨ªtico que se apunt¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en el ¨²ltimo congreso nacional del PP cuando aclar¨® desde la mayor¨ªa absoluta y un control f¨¦rreo de la organizaci¨®n del partido que dejar¨¢ la presidencia del Gobierno al final de la legislatura sugiere un camino a seguir. Tal decisi¨®n exige espolear a los posibles herederos y darles tiempo para consolidar sus opciones de liderazgo. Y los plazos de maniobra de Zaplana se acortan en paralelo a la incertidumbre que genera la falta de definici¨®n sobre su futuro.
La realidad no se ha correspondido con la sucesi¨®n de impactos prevista por el Consell
Sus colaboradores asumen que el PP no renunciar¨¢ a Zaplana para la Generalitat
En diciembre, el Consell ya hab¨ªa previsto la sucesi¨®n de impactos que garantizar¨ªan una holgada victoria sobre la oposici¨®n en el terreno de la opini¨®n p¨²blica, una de las grandes obsesiones del presidente.
El destacado papel de Zaplana en el congreso nacional del PP permitir¨ªa cubrir el mes de enero. El acceso a la presidencia del Comit¨¦ de Regiones (CdR) de la Uni¨®n Europea salvar¨ªa febrero. Y una menci¨®n en la ¨²ltima encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), en la parrilla de salida de la carrera por la sucesi¨®n de Aznar, habr¨ªa rematado los dos primeros meses de 2002.
Pero la realidad se tuerce y elude la planificaci¨®n de gabinete. Zaplana ejerci¨® como presidente del ¨²ltimo congreso nacional del PP. Y rentabiliz¨® su designaci¨®n. Pero su papel fue similar al que desempe?¨® Alberto Fern¨¢ndez, presidente del d¨¦bil PP catal¨¢n, en el anterior congreso.
Javier Arenas, secretario general por segundo mandato consecutivo, hizo y deshizo sin mayores cortapisas. Algunos destacados militantes del PP valenciano asumieron cargos de relevancia en la nueva ejecutiva, pero su ascenso se consum¨® al margen de Zaplana. Un bot¨®n ilustra la curiosa naturaleza del otrora denominado poder valenciano: uno de los elegidos, Jos¨¦ Mar¨ªa Michavila, candidato al Congreso por Castell¨®n y secretario de Estado de Justicia, acaba de ser reelegido presidente del PP en el distrito de Chamber¨ª.
Pero si Zaplana apenas pudo extraer r¨¦ditos del congreso nacional, sus peripecias en torno a la presidencia del CdR tampoco respondieron al dise?o previo. Zaplana quiso ser aclamado por las Cortes Valencianas cuando alguien le sopl¨® en Bruselas que ten¨ªa opciones a la m¨¢s alta representaci¨®n del CdR. Desde?¨® entonces las dudas de la oposici¨®n, que se neg¨® a elevar una decisi¨®n de partido a la altura de un debate institucional. La prudencia de sus rivales result¨® ser buena consejera. Zaplana s¨®lo ocupar¨¢ la presidencia del CdR a partir de febrero de 2004, con unas elecciones auton¨®micas de por medio.
La ¨²ltima encuesta del CIS, difundida el pasado mi¨¦rcoles, ni siquiera menciona a Zaplana entre los posibles aspirantes a la sucesi¨®n de Aznar. La pregunta era abierta -no ofrec¨ªa opciones-, la inmensa mayor¨ªa de los encuestados evit¨® pronunciarse al respecto y s¨®lo fueron citados aquellos posibles candidatos que superaron el 2% de menciones. Una aparici¨®n de Zaplana entre los elegidos habr¨ªa sido un ¨¦xito espectacular, pero su ausencia tambi¨¦n supone un motivo de reflexi¨®n.
Zaplana anunci¨® a finales de enero en Madrid, que despejar¨ªa las dudas sobre su futuro el pr¨®ximo congreso regional del PP, previsto para finales de septiembre. A punto de abandonar la sede del congreso nacional del partido, el presidente consider¨® una osad¨ªa pronunciarse al respecto y evit¨®, a toda costa, comparar su situaci¨®n con la de Aznar.
La humildad no es caracter¨ªstica de Zaplana, y propios y extra?os concluyeron que el presidente insinuaba que renovar¨¢ su opci¨®n a la presidencia de la Generalitat en las pr¨®ximas auton¨®micas. Sus m¨¢s ¨ªntimos colaboradores asumen sin titubeos que el PP no renunciar¨¢ a un activo como Zaplana en la Comunidad Valenciana a¨²n a costa de forzar su palabra.
Pero la incertidumbre se mantiene. Y el Consell, se resiente. El proceder presidencialista que Zaplana impone a su equipo hace que sus dudas tengan un correlato autom¨¢tico sobre la acci¨®n pol¨ªtica de su gobierno.
Las modificaciones de la Ley de Gobierno, aprobadas por las Cortes por v¨ªa de urgencia a trav¨¦s de un procedimiento que hurta a la oposici¨®n la posibilidad de presentar enmiendas, otorgan un amplio margen al presidente para ampliar su actual equipo. La nueva figura del consejero sin cartera o la instituci¨®n de la figura del Secretario Auton¨®mico multiplican el tablero de operaciones para reestructurar una m¨¢quina que hace aguas en varios frentes.
Las notables diferencias entre Seraf¨ªn Castellano, consejero de Sanidad, y Marciano G¨®mez, su n¨²mero dos, estallaron a ra¨ªz de la muerte de un paciente tras cuatro d¨ªas en los pasillos de un hospital de Alcoy. Todo indica que el subsecretario de Sanidad, que ha sobrevivido a Joaqu¨ªn Farn¨®s y a Jos¨¦ Emilio Cervera, se encuentra en una posici¨®n mucho m¨¢s s¨®lida que el propio Castellano.
Las iniciativas del Gobierno central en Educaci¨®n, que han desatado una creciente contestaci¨®n, coinciden con un delicado momento de forma de Manuel Taranc¨®n. Zaplana ha deslizado su malestar hacia la incapacidad de su equipo para forzar una candidatura solvente de corte conservador en las recientes elecciones de rector en la Universidad de Valencia. Y problemas de la misma ¨ªndole pueden multiplicarse si el Gobierno central mantiene la presi¨®n en materia educativa.
Y, al margen de las debilidades que afectan a las dos ¨¢reas que controlan el grueso del presupuesto, el aburrimiento de Zaplana y su desd¨¦n hacia la rutina se traduce en un aparente cansancio del conjunto de su equipo. La soluci¨®n m¨¢gica de todos los problemas de la Funci¨®n P¨²blica tropieza con pesadas ordenanzas de toda ¨ªndole; la ejecuci¨®n del plan e¨®lico, verde e innovador, choca con los intereses de muchos poderosos; y las obras puras y duras con la cicatera posici¨®n del t¨¦cnico de Hacienda que controla las arcas de la Generalitat.
'?C¨®mo se nota la falta de pulso cuando no est¨¢ el presidente!', comentaba la semana pasada uno de los responsables del grupo popular en las Cortes Valencianas, mientras Zaplana viajaba a Bruselas para participar en la sesi¨®n inaugural de la convenci¨®n que estudia el futuro de Europa y debe perge?ar un primer borrador de Constituci¨®n ¨²nica para la Uni¨®n Europea, un foro que, sin duda, le resulta mucho m¨¢s atractivo que su propio despacho.
El presidente ha barajado la posibilidad de adelantar el congreso regional del PP para anticipar cambios, renovar caras y, tal vez, poner en el disparadero a alg¨²n posible heredero. Pero cada vez que estudia la posibilidad de agitar el tablero tropieza con dos problemas a?adidos. Por un lado, el banquillo es muy escaso; por otro, el presidente todav¨ªa no ha dejado a la intemperie a ninguno de sus colaboradores.
Los m¨¢ximos responsables del PP valenciano aseguran que el congreso regional sigue previsto para la segunda quincena de septiembre. Zaplana ser¨ªa aclamado como presidente y candidato y arrancar¨ªa con buen pie una larga campa?a electoral que se prolongar¨¢ hasta finales de mayo de 2003. Entretanto, sus dudas pesan como una losa a su alrededor.
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