Cine cautivo
Es un asunto feo, abrupto, ¨¢spero, pero inesquivable. Est¨¢ ah¨ª, molesta, muerde en silencio. Hace un par de semanas, el distribuidor y exhibidor espa?ol Enrique Gonz¨¢lez Macho public¨® aqu¨ª un di¨¢fano relato de c¨®mo le van por dentro algunas cosas cruciales, de las de vida o muerte, a nuestro cine, y lo abri¨® en forma de una pregunta, ?Cine cautivo?, que, a medida que el ensayo se adentraba en sus razones, se desprend¨ªa de los signos de interrogaci¨®n y se contestaba a s¨ª mismo, Cine cautivo; y conclu¨ªa -tras dar cuenta de que se dan en el cine espa?ol los dos factores indispensables para que su desarrollo sea coherente y fruct¨ªfero, que son el talento para la creaci¨®n y las bases industriales para la concreci¨®n de esta creaci¨®n- que, en tanto no se afronten de una vez por todas las circunstancias que mantienen a nuestra cinematograf¨ªa cautiva, en su propio mercado, de la cinematograf¨ªa (obviamente, la estadounidense) dominante, nunca podr¨¢ demostrar de forma coherente el alcance de sus aut¨¦nticas posiblidades.
Un poco antes se hab¨ªa movido, por detr¨¢s del esplendor, esta vez no fingido, de la buena noche de los Goya, una r¨¢faga de aire respirable entre los torcidos renglones de la prosa de los libros de cuentas del cine espa?ol. ?stos -que hace un a?o se estrecharon, como tantas otras veces, en vol¨²menes alarmantes, de simple supervivencia, y rozaron cifras inferiores al 10% de la cuota del mercado interior, es decir, cifras de rampa de extinci¨®n, de las de apaga y v¨¢monos- hab¨ªan engordado s¨²bita e inesperadamente hasta casi duplicarse, gracias la lluvia de millones ca¨ªda en pocos meses del vuelo de dos -Los otros y Torrente-, o raspando tres, pel¨ªculas de las que rompen fronteras, exteriores o interiores. Y hubo ruido, casi estruendo, de alborozo cuando se supo que el porcentaje de negocio del cine espa?ol en su propio mercado hab¨ªa crecido hasta alrededores del 19%; y se echaron campanas al vuelo para celebrar, como si fuera lluvia de n¨²meros ca¨ªda de no se sabe qu¨¦ astronom¨ªa, una cifra modesta, que debiera haber dejado sabor a normalita tirando a corta y a manifiestamente mejorable. Acostumbrado a recibir la limosna de un mendrugo anual, el cine espa?ol acogi¨® como un banquete lo que s¨®lo es un trozo no humillante de su propia tarta.
Un poco antes, en la Jornada de Cine de la Uni¨®n Europea celebrada el 13 de noviembre de 2001 en Estrasburgo, se debatieron en pasillos y alrededores del Parlamento de la Uni¨®n algunas cosas relativas al cine que debieran ser moneda sobada, pero que, sin embargo, saben a ideas nuevas. Entre ellas hay ecos de esa evidencia -que trae a primer t¨¦rmino Gonz¨¢lez Macho en su relato de la cautividad de nuestro cine, de que el remedio de ¨¦sta pasa forzosamente por que 'la industria del cine alcance un aut¨¦ntico inter¨¦s a nivel de Estado, como ocurre en Francia y, por supuesto, en Estados Unidos'. Y, m¨¢s al fondo, la piedra angular de que 'es absolutamente necesario que se cree, porque no existe, una conciencia nacional para que se considere al cine industrial y culturalmente un sector necesario, b¨¢sico y prioritario por los poderes pol¨ªticos, sean de la tendencia que sean'.
De nuevo, con otro aire, pero igualmente viva e irrefutable, la idea -central, indispensable, medular- de la consideraci¨®n del cine como un entramado industrial generador de signos de identidad de un estilo de vida, de una cultura y de un idioma; signos fr¨¢giles, que necesitan la cobertura de un marco legal que les a¨ªsle y proteja de la agresi¨®n de la indiferencia y de la devastadora ley de la ganancia inmediata- del cine elevado a asunto de Estado. Y es por esa v¨ªa por donde abre caminos el rico debate alrededor del informe -sagaz en su busca de soluciones para la circulaci¨®n de pel¨ªculas, pero discutible en su enfoque de aspectos vitales de la producci¨®n- del parlamentario europeo Luckas Varder Taelen, que fue discutido en la aludida Jornada de Cine de Estrasburgo. Y es un debate en las alturas en el que flotan bajas salpicaduras de la misma cautividad que maniata a nuestro cine, pero con su abismo ensanchado al conjunto del cine europeo. La brecha es fea, abrupta, ¨¢spera; pero est¨¢ ah¨ª, es inesquivable y cada d¨ªa m¨¢s ancha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.