Glorias y abismos
Conozco a Tom¨¢s Eloy desde el lejan¨ªsimo 1962 en un Buenos Aires que, para variar, viv¨ªa la inminente crisis pol¨ªtica de la ca¨ªda del presidente radical Arturo Frondizi, culpable de un intento inteligente de modernizar, democr¨¢ticamente, la pol¨ªtica argentina. Digo inteligencia, democracia y modernidad y despliego tres banderas rojas ante la c¨²pula militar argentina que consider¨® intolerable las modestas pero certeras pol¨ªticas de Frondizi.
A imagen y semejanza de la Argentina, nos reunimos ese verano en casa de la bell¨ªsima viuda del cient¨ªfico Galli-Mainini un grupo que reun¨ªa a Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Ernesto S¨¢bato, Augusto Roa Bastos y el actor Francisco Petrone. Posamos para una fotograf¨ªa en el balc¨®n de la casa sobre la avenida Quintana. No tardamos en darnos cuenta de que el balc¨®n no aguantar¨ªa nuestro peso combinado. Como la Argentina, el balc¨®n cruj¨ªa, se cuarteaba y estaba a punto de caer. Lo abandonamos en aras de la supervivencia, pero tambi¨¦n porque nuestra juventud estaba llena de proyectos literarios que no merec¨ªan terminar destrozados en las aceras de la bella capital argentina -para m¨ª, la m¨¢s bella ciudad de Latinoam¨¦rica-.
Suspendidos sobre ese vac¨ªo y salvados de ¨¦l, los lectores de Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez pudimos disfrutar, durante las siguientes d¨¦cadas, de una obra que, en su conjunto, representa la m¨¢s terrible y hermosa, puntual e imaginativa recreaci¨®n y proyecci¨®n literarias de esa interrogante humana y pol¨ªtica que llamamos 'la Argentina'. De Sagrado (1969), Roa Bastos dijo: 'Es la rebeli¨®n m¨¢s efectiva que puede suscitarse contra la realidad en un texto narrativo'. Los relatos de Lugar com¨²n la muerte fueron saludados por ?ngel Rama como 'la transformaci¨®n del periodismo en obra de arte'. De La novela de Per¨®n dijo The New York Times: 'Es una brillante imagen de una psicosis nacional'. Y finalmente, de la extraordinaria Santa Evita dijimos, sin ponernos de acuerdo, Mario Vargas Llosa, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y yo mismo que nos habr¨ªa encantado ser los autores de una obra tan perfecta en su soldadura de ficci¨®n e historia.
En Santa Evita, Mart¨ªnez sigue los avatares del cad¨¢ver embalsamado (m¨¢s bien dicho, los cad¨¢veres) de Eva Per¨®n a fin de darle a su hero¨ªna la ficci¨®n que ella reclama, porque quiere salvarla de la historia y porque sabe que 'la realidad no resucita, nace de otro modo, se transforma, se reinventa a s¨ª misma...'. D¨ªa tras d¨ªa, dijo entonces el autor, el novelista avanza entre lo m¨ªtico y lo verdadero, 'desliz¨¢ndome entre las luces de lo que no fue y las oscuridades de lo que pudo haber sido'. Pero Ella (Eva Per¨®n, su novela, la novela) siempre encuentra a su narrador, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. Ella (Eva Per¨®n, su novela, la novela) 'no cesa de existir, de existirme'.
Ayer, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez gan¨® en Madrid el Premio Alfaguara 2002. Quisiera haber presidido ese jurado, como presid¨ª el primero de Alfaguara hace cinco a?os, y me felicito de que este a?o lo encabezara una inteligencia tan preclara como la de Jorge Sempr¨²n. No conozco, desde luego, el texto de la obra premiada, El vuelo de la reina. Pero bien puedo imaginar que el autor es fiel a su principio creativo, que es el de salvar a la Argentina de la opresi¨®n recurrente de lo puramente f¨¢ctico y de lo puramente m¨ªtico e instalar, entre mito e historia, entre ilusi¨®n y hecho, 'el reino desafiante de la ficci¨®n'.
Si s¨®lo pudi¨¦ramos vernos dentro de la historia, ha dicho Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, sentir¨ªamos terror. Para superarlo, el novelista que es Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez no niega la historia, sino que la resucita, la transforma, la reinventa para hacerla no s¨®lo vivible, sino comprensible.
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez est¨¢ escribiendo la historia de un pa¨ªs latinoamericano autoenga?ado, que se imagina europeo, racional, civilizado, y amanece un d¨ªa sin ilusiones. Tan latinoamericano como Venezuela o M¨¦xico, m¨¢s enloquecido porque jam¨¢s se crey¨® tan vulnerable, tan brutalmente salvaje como sus militares, tan brutalmente corrupto como sus pol¨ªticos, tan brutalmente ineficaz como sus tecn¨®cratas. Pero la grandeza de la obra de este argentino tan enamorado de su patria es que su obra entera nos recuerda que la Argentina tambi¨¦n es la patria de Sarmiento y el Mart¨ªn Fierro, de Borges o Bioy, de Cort¨¢zar y Arlt, de Gardel y Ginastera, de Mart¨ªnez Estrada y Beatriz Sarlo, de Santiago Kovadlof, de los cient¨ªficos ganadores del Premio Nobel, Houssay, Leloir y Milstein...
La riqueza de la cultura argentina contrasta con la pobreza de su vida pol¨ªtica y econ¨®mica. El Premio Alfaguara a Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez vuelve a plantearnos el enigma de esa gran naci¨®n: ?por qu¨¦, teni¨¦ndolo todo, siempre acaba teniendo nada?, ?por qu¨¦ la cultura vigorosa e ininterrumpida de la Rep¨²blica del Plata no nutre a su pol¨ªtica y a su econom¨ªa?
Quiz¨¢ Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, gran escritor, nos diga en El vuelo de la reina -cr¨®nica de un crimen, espejo de unas conciencias, sondeo de una identidad- lo que un d¨ªa anunci¨® Walter Benjamin: cuando un ser hist¨®rico es redimido, se puede citar todo su pasado. Tanto sus glorias como sus abismos. Y partir, de all¨ª, a la verdad.
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