Cl¨ªtoris now
El cami¨®n dio un frenazo y sus faros alumbraron a una mujer de rodillas, en mitad de la calle. El teniente desenfund¨® la pistola y escrut¨® la madrugada. Se dispuso a salir, pero el soldado con destino en los juzgados militares, le dijo: Mi teniente, d¨¦jeme usted a m¨ª. El oficial hizo un gesto de indiferencia. El soldado baj¨® del veh¨ªculo y se acerc¨® a la mujer. La mujer levant¨® los ojos y murmur¨®: No lo maten, le digo que no maten a mi esposo. El soldado trat¨® de incorporarla, mientras no perd¨ªa de vista al teniente: era un desalmado. Vete de aqu¨ª, mujer, y pronto, le advirti¨®. Desde la cabina, el teniente grit¨® que no pod¨ªan perder el tiempo: O se quita de ah¨ª o le echo el cami¨®n encima. Entonces el soldado arrastr¨® a la joven hasta la acera. El cami¨®n se puso en marcha y el soldado subi¨® de un salto. El teniente mir¨® a la mujer tendida en el suelo: la falda se le hab¨ªa levantado y sus muslos eran una gloria. Buena hembra, y joven, ?no? S¨ª, mi teniente, muy joven. Pues, muchacho, requi¨¦rela para que se presente al mi¨¦rcoles, por la tarde en mi despacho. Si est¨¢ casada fet¨¦n con ese bolchevique, le arreglar¨¦ los papeles para que le den el socorro de viuda. Atr¨¢s, en la caja del cami¨®n, lloraba un hombre maniatado, entre dos guardias civiles. Una hora m¨¢s tarde, el pelot¨®n de fusilamiento le destroz¨® el pecho, al pie de una sierra abrupta, donde se ejecutaba a los republicanos, cada amanecer.
?Y por qu¨¦ ahora despu¨¦s de 60 a?os?, pregunt¨® el escritor al desconocido, que lo abord¨®, cuando se dispon¨ªa a adquirir su cafinitrina.
Quise dec¨ªrselo antes, pero no pude. Mire, ya soy viejo y necesito que esto se sepa, ?lo contar¨¢, usted? Contar¨¢ que el teniente, que hab¨ªa hecho unos cursos de medicina, un d¨ªa me ense?¨® un bistur¨ª y un frasco, con despojos humanos. Son cl¨ªtoris, se jact¨®, rebosante de co?ac. El sexo, muchacho, es un cuerpo a cuerpo, para sojuzgar al enemigo. Cuando se lo extirpe a esa golfa, no sentir¨¢ placer con nadie.
El escritor percibi¨® c¨®mo se derrumbaba aquel hombre, estrech¨® su mano y entr¨® en la farmacia muy aprisa.
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