Gobierno y apat¨ªa
En este pa¨ªs esto, en este pa¨ªs lo otro, son cosas del f¨²tbol, etc¨¦tera. Mi ¨²ltimo juramento de Hip¨®crates: no caer nunca en t¨®picos de esta naturaleza ni aceptarlos de nadie; sobre todo si vienen por escrito. A no ser, naturalmente, que la generalizacion de turno sea una obviedad espec¨ªfica de la que se eche mano como punto de partida de un razonamiento. (El f¨²tbol es as¨ª, son cosas del f¨²tbol, afirmaciones que no tienen nada de espec¨ªficas y, por lo tanto, equiparables a 'la risa que de leve causa procede').
Lo ha dicho el CIS y si lo ha hecho el hijo del alcalde bien hecho est¨¢. Nunca me he fiado de este CIS ni del CIS anterior, ni de ning¨²n organismo que tenga relaci¨®n alguna con el gobierno de turno: pues nos equivocan hasta cuando tienen raz¨®n. Esto tendr¨ªa que explicarlo, pero ya he decidido que no sea ¨¦ste el tema del art¨ªculo, aunque s¨ª quiero observar que cuando un Juan Palomo habla desde una ribera, es conveniente que desde la otra surja tambi¨¦n la voz ad usum delphinae. De modo que no sabemos si Pla le est¨¢ recortando ventaja a Zaplana o si, por el contrario, el foso se ensancha. Ni si Zapatero le gana a las d¨¦cimas a Aznar o si es ¨¦ste quien despega. Lo que es no es y lo que no es, es. Poco amigo de las profec¨ªas pol¨ªticas, de un tiempo a esta parte percibo algo que, naturalmente, puede ser patolog¨ªa m¨¢s o menos transitoria de mis sentidos. Percibo, en suma, que el pescado pudiera no estar vendido.
Todav¨ªa, sin embargo, la nota dominante es el desinter¨¦s por la pol¨ªtica, que de seguir creciendo nos acercar¨ªa a la plena normalidad democr¨¢tica de los pa¨ªses que los henchidos llaman de vanguardia sin connotaciones y no por el mero hecho de que exista la retaguardia. Ya dijo De Tocqueville que a medida que avanza el bienestar en una democracia, la tranquilidad es la ¨²nica pasi¨®n pol¨ªtica que permanece viva y vigorosa. El bienestar es enemigo del desorden y amigo de la independencia individual, que a su vez genera la debilidad de un conjunto en el que las partes se necesitan menos y as¨ª se desentienden unas de otras. Surja una necesidad, las miradas se volver¨¢n hacia el poder, que de este modo se refuerza. Tal vez hayamos alcanzado aqu¨ª ese estadio que llamar¨¦ de 'desidia democr¨¢tica'. En su Oraci¨®n F¨²nebre, Pericles dijo: 'Pues somos los ¨²nicos que consideramos que no es hombre pac¨ªfico, sino in¨²til, quien no participa en los asuntos p¨²blicos'. Thoreau estaba en lo cierto: los seres humanos, en su mayor parte, viven en desesperaci¨®n tranquila. Pero se refer¨ªa m¨¢s a las condiciones de la vida que a la condici¨®n del hombre en s¨ª. Yo no sabr¨ªa decir si han existido sociedades m¨¢s plenas, m¨¢s ilusionantes que las de nuestros d¨ªas. El famoso equilibrio entre deseos y realizaciones, la fusi¨®n arm¨®nica de lo racional con lo irracional. Me temo que es literatura tipo D.H. Lawrence y que Atenas siempre estuvo desgarrada por dolorosos conflictos sociales, tal como se refleja en las obras de sus grandes tr¨¢gicos e incluso en las de los fil¨®sofos. Pero el ciudadano era m¨¢s ciudadano que hoy, pues dadas las dimensiones territoriales y la demograf¨ªa de la ciudad-estado, as¨ª como el menor n¨²mero y complejidad de los asuntos, todo era abarcable. En las naciones democr¨¢ticas de nuestros d¨ªas, vastas y de complejidad creciente, todo invita a la pasividad y el ciudadano s¨®lo acude al poder cuando se siente acuciado por un problema del que, a menudo, el mismo poder es responsable. La participaci¨®n pol¨ªtica est¨¢ convenientemente superficializada y el inter¨¦s se desplaza a ¨¢mbitos que surgen de una espuria condici¨®n ciudadana; pues falta de su base c¨ªvica la vida del hombre es una ficci¨®n que intenta creerse a s¨ª misma. Ninguna fuerza prevalecer¨¢ contra la inanidad, y menos la hipot¨¦tica de los inanes que se saben y que ostentan el poder.
En r¨¦plica al l¨ªder de la oposici¨®n, se?or Zapatero, dijo el presidente del Gobierno, se?or Aznar, que la delincuencia no figura entre las grandes preocupaciones del pueblo. ?Y qu¨¦? ?Ha tomado nota el electorado? Eso formar¨ªa parte de la lluvia fina... de haber trascendido. ?Cu¨¢ntos conocen con aceptable detalle el conflicto pol¨ªtico Espa?a-Marruecos? ?C¨®mo puede ser ministra de Cultura o de cualquier cosa una persona que confunde a Saramago con Sara y Mago? ?Qu¨¦ diferencia intelectual y de conocimientos sanitarios existe entre la ministra Villalobos y do?a Carmen Sevilla? Al PSOE (y no digamos al PSPV) puede pasarle factura su actitud ante el PHN, porque existe el voto de la desidia, el voto de la impotencia, el voto del cansancio democr¨¢tico (que es la suma de los anteriores) y el voto visceral. Este ¨²ltimo es el m¨¢s activo de todos, pues oiga, pongo por caso, los socialistas quer¨ªan que no llegara a Valencia el agua del Ebro. Sin visceralismo, mi vecino de barra no tiene ni zorra idea de ese problema econ¨®mico-social-ecol¨®gico. Escribo esto pensando que yo mismo idea s¨ª tengo y no zorra, pero insuficiente.
Con todo, el talante colectivo ante las urnas no es un dogma que los sondeos diluciden siempre con mayor o menor aproximaci¨®n. El Gobierno central y los auton¨®micos del Partido Popular -entre ellos, marcadamente el valenciano- sufren un mal del que no parecen haberse percatado. No me refiero a la arrogancia y a la prepotencia, efecto casi consustancial de las resonantes victorias despu¨¦s de una larga y penosa traves¨ªa del desierto. Me refiero a la confianza en uno mismo que suelen generar las grandes certezas. Un arma de doble filo mientras ambos filos corten; y no est¨¢ escrito que lo hagan. (Con harta frecuencia, la justificaci¨®n reza 'no supimos transmitir nuestro mensaje' o cosa parecida).
El desvar¨ªo intelectual del Partido Popular -salvo grandes excepciones- es creerse a pies juntillas su ideario, es haber hallado por m¨¦ritos propios la piedra filosofal que, por dichosa coincidencia, conviene adem¨¢s a sus intereses. El pensamiento socialista, dicen, est¨¢ anticuado, caducado, no sirve en absoluto para el siglo XXI. Y eso, cuando despu¨¦s del 11-S los se?ores del mundo dudan y miran al Estado y en el Reino Unido la gente pide mejor sanidad p¨²blica a¨²n a cambio de mayores impuestos. Aqu¨ª en casa se producir¨¢ un vuelco en el tiempo m¨¢ximo de legislatura y media. Estudien con lupa y sin ning¨²n desd¨¦n las ideas de la oposici¨®n renovada, con especial atenci¨®n a las de Jordi Sevilla. A la postre, s¨®lo son reformistas, aunque en profundidad. S¨®lo avanzan la trinchera de hoy para hacerla ma?ana frontera. Im¨ªtenlos en lo que quepa, que ellos tambi¨¦n les imitan en m¨¢s de lo que cabe.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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