?Qu¨¦ mueve al mundo?
Los historiadores ingleses est¨¢n entre los mejores del orbe. Esto lo sabemos bien en Espa?a, donde Raymond Carr, Hugh Thomas, John Elliott y Henry Kamen, por mencionar a los m¨¢s citados, han sentado escuela y nos han abierto los ojos en cuestiones cruciales de nuestro propio pasado. La ense?anza de la historia est¨¢ en Inglaterra a tan alto nivel y la profesionalidad de los historiadores ingleses es tal que incluso cuando sus libros resultan fallidos, como el que aqu¨ª nos ocupa, revelan un oficio y una ambici¨®n admirables.
Niall Ferguson es joven y asombrosamente productivo, por lo que no es desconocido para el lector espa?ol. Taurus ya tradujo su Historia virtual, una incursi¨®n en el terreno resbaladizo de la historia hipot¨¦tica. Ha producido Ferguson tambi¨¦n una monumental historia de la casa Rothschild, otro libro sobre los aspectos econ¨®micos y sociales de la guerra, otro sobre los empresarios alemanes... Es historiador pol¨ªtico de formaci¨®n, pero est¨¢ interesado en temas relacionados con la interacci¨®n de la econom¨ªa, el poder y la pol¨ªtica. ?stos son los argumentos del libro que aqu¨ª se comenta.
DINERO Y PODER EN EL MUNDO MODERNO, 1700-2000
Niall Ferguson Traducci¨®n de Silvina Mar¨ª Taurus. Madrid, 2001 756 p¨¢ginas. 23,44 euros
El libro es fallido porque sus objetivos quedan desdibujados y, en consecuencia, no se cumplen. Ferguson no oculta lo ambicioso de su proyecto: en la introducci¨®n, titulada 'Viejo y nuevo determinismo econ¨®mico', nos dice, entre una catarata cegadora de citas b¨ªblicas, wagnerianas, marxistas, dickensianas y de muchos otros literatos e historiadores, que su prop¨®sito es examinar si es cierto que 'el dinero -la econom¨ªa- es lo que hace girar el mundo'. Esta definici¨®n que Ferguson ofrece del determinismo econ¨®mico es trivial y vaga, pero es la ¨²nica que ofrece. Y la conclusi¨®n que alcanza, varios centenares de p¨¢ginas m¨¢s tarde, es tambi¨¦n trivial: no. Tal resoluci¨®n negativa ya nos la hab¨ªa adelantado en la propia introducci¨®n ('la conclusi¨®n principal de este libro es que el dinero no hace girar el mundo, del mismo modo en que los personajes de Crimen y castigo no act¨²an seg¨²n posibles tablas logar¨ªtmicas'), pero para respaldar su sentencia nos pasea a lo largo de 14 cap¨ªtulos por temas y paisajes muy diversos, haciendo gala de una erudici¨®n meritoria pero de una metodolog¨ªa pobre. En resumen, puede decirse que toda la farragosa evidencia presentada en m¨¢s de 750 p¨¢ginas ni prueba ni refuta esta manida expresi¨®n de que 'el dinero mueve el mundo', en gran parte porque, siendo una met¨¢fora, es tan poco susceptible de contrastaci¨®n emp¨ªrica como otras frases hechas del tipo de 'la fe mueve monta?as', 'el amor todo lo puede', 'la justicia es ciega'...
Aunque parezca casi rid¨ªculo
dedicar tanto espacio a contrastar una bobada, la lectura del libro a veces resulta muy interesante. Despu¨¦s de un repaso a los gastos estatales, los impuestos, el control parlamentario, la deuda p¨²blica, la inflaci¨®n y el tipo de inter¨¦s, temas que ocupan la mitad del libro, Ferguson se interna en la discusi¨®n de las interrelaciones entre econom¨ªa y pol¨ªtica, mezclando la historia con el periodismo (desde la pol¨ªtica econ¨®mica de los sumerios hasta los costes y beneficios de la guerra de Kosovo, pasando por la introducci¨®n del euro, tema sobre el que tiene muchas dudas). Algunas de sus observaciones son muy atinadas; as¨ª, cuando se?ala el problema que se deriva de que en las democracias occidentales casi la mitad de los electores no paguen impuestos, lo cual explica la fuerte proclividad al d¨¦ficit presupuestario; o cuando debate el tema de si el desarrollo econ¨®mico propicia la democracia, lo que parece indiscutible, o si es la democracia la que causa el desarrollo, lo que no est¨¢ tan claro. Resulta sorprendente que no haga Ferguson ninguna consideraci¨®n sobre la historia demogr¨¢fica y sobre el problema que el enorme crecimiento de la poblaci¨®n desde 1700 plantea para el bienestar y la paz. En alguno de sus cuadros estad¨ªsticos se refleja el hecho de que la poblaci¨®n mundial se haya multiplicado por cuatro en el siglo XX, pero esto no le merece ning¨²n comentario.
Tiene mucho inter¨¦s su discusi¨®n de la marea nacionalista, que a finales del siglo XX ha sustituido al comunismo como fuente de tensiones internacionales. Ante el c¨²mulo de problemas que se plantean al mundo en los albores del siglo XXI (y eso que el original ingl¨¦s se termin¨® antes de la destrucci¨®n de las Torres Gemelas en Nueva York), Ferguson alcanza otra conclusi¨®n, que sin duda sorprender¨¢ a muchos lectores espa?oles: 'Lejos de ocultarse cual caracol gigante dentro de su concha electr¨®nica, Estados Unidos deber¨ªa dedicar un mayor porcentaje de sus inmensos recursos para la seguridad de la democracia y el capitalismo en el mundo. La funci¨®n adecuada de unos Estados Unidos imperiales ser¨ªa la de establecer dichas instituciones all¨ª donde no existen, y de ser necesario -como ocurri¨® en Alemania y Jap¨®n en 1945- de hacerlo mediante la fuerza militar' (p¨¢ginas 562-563). Esta posici¨®n, tan coincidente con la de Blair en la guerra de Afganist¨¢n, ser¨¢ muy discutible; pero no es trivial.
Las conclusiones s¨ª son triviales: para llegar a que 'los recursos econ¨®micos son importantes, pero no constituyen los ¨²nicos determinantes del poder' no hac¨ªan falta las galopadas hist¨®rico-econ¨®micas que nos propina Ferguson. Y a?adir, como colof¨®n, que 'el verdadero homo economicus -el que aspira constantemente a maximizar su utilidad en toda transacci¨®n- es una rareza' resulta risible, porque o bien es una perogrullada o bien es una falsedad. Los economistas han escrito monta?as de papel afinando el significado de la racionalidad econ¨®mica, que es lo que est¨¢ detr¨¢s de las funciones de maximizaci¨®n, por lo que parece inconcebible que se escriba una simpleza as¨ª en el siglo XXI.
La cuesti¨®n del peso de la econom¨ªa en la totalidad social es algo apasionante para los interesados en las grandes cuestiones de la historia y la pol¨ªtica. Es pregunta muy dif¨ªcil de responder y sea cual sea la respuesta que se d¨¦, encontrar¨¢ desacuerdos y objeciones; pero precisamente por eso debe ser acometida con m¨¢s rigor del que se ha empleado en este libro.
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