Plantados por la fresa
5.000 inmigrantes, la mayor¨ªa magreb¨ªes, son rechazados en los campos de Huelva por la contrataci¨®n de nuevos temporeros
Bas¨ªlica Stancin nunca pens¨® que llegar¨ªa a rentabilizar todos los sufrimientos que pas¨® siguiendo culebrones latinos, pero su desenvoltura con el espa?ol ha de agradec¨¦rsela a las telenovelas que devoraba en la televisi¨®n rumana. Desde hace 10 d¨ªas ejerce de int¨¦rprete entre sus compa?eras de faena y la familia Quintero de Palos de la Frontera (Huelva) que ha contratado a 25 mujeres en Rumania para que recojan fresas esta campa?a.
Durante los ¨²ltimos cuatro a?os, Bas¨ªlica, de 26, trabajaba en una oficina de cambio de divisas en Bucarest por 80 d¨®lares al mes (unos 70 euros). Su vida cambi¨® por la televisi¨®n. Vio un anuncio para contratar jornaleras en Espa?a, un pa¨ªs que deseaba conocer, a cambio de 29,30 euros al d¨ªa, un salario que le compensaba con creces, incluso despu¨¦s de que le descuenten una cantidad por alojamiento -el tope m¨¢ximo fijado en el convenio es el 10% del salario- y por el viaje desde Rumania, que el empresario y la temporera pagan a medias.
La prensa local rumana entrevistaba a mujeres contratadas para la fresa como si fueran hero¨ªnas
'?sto va a acabar en una guerra', dice un portugu¨¦s tras 8 a?os empleado
Al igual que sus compa?eras es la primera vez que abandona su pa¨ªs, aunque, a diferencia de ellas, jam¨¢s hab¨ªa trabajado en el campo. Pero no se queja. 'El trabajo no es muy duro, la posici¨®n es lo peor', tercia. En las 15 hect¨¢reas de los hermanos Quintero donde trabaja Bas¨ªlica se concentrar¨¢n hasta 75 inmigrantes de diversas nacionalidades (rumanos, marroqu¨ªes, argelinos y colombianos) en los momentos de m¨¢xima actividad. Algunos son experimentados peones que repiten desde hace varias temporadas, pero las rumanas y los colombianos han sido contratados en origen.
Juan Antonio Camacho, secretario de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (COAG) en Huelva, fue quien dio el visto bueno a Bas¨ªlica. ?l seleccion¨® en Rumania a los 650 trabajadores que contrat¨® su asociaci¨®n para la fresa. La criba no fue grata: tuvo que descartar a otros tantos. Gente que le imploraba entre llantos que le diese una oportunidad. En las poblaciones rurales recib¨ªan a Camacho y los suyos al estilo de Bienvenido Mr. Marshall. La prensa local entrevistaba a mujeres seleccionadas como una suerte de hero¨ªnas, como si cada comunidad compartiese con ellas su fortuna. Como un remedo de Operaci¨®n Triunfo.
La campa?a fresera de Huelva, donde se llegan a pagar hasta cinco millones de jornales, ha introducido este a?o el contrato en origen, una modalidad que se utiliza en Catalu?a desde hace a?os. En Andaluc¨ªa apenas se hab¨ªa explorado. A modo de ensayo, algunas organizaciones agr¨ªcolas contrataron el a?o anterior para la temporada fresera un millar de trabajadores en Marruecos, Polonia y Colombia. Una cantidad anecd¨®tica en un mercado laboral que, en pleno frenes¨ª, absorbe entre 55.000 y 60.000 peones, la gran mayor¨ªa espa?oles que se desplazan desde Badajoz, C¨¢diz, Sevilla y la propia Huelva.
Lo ocurrido la temporada anterior marc¨® la memoria de los bolsillos empresariales. La falta de mano de obra provoc¨® el abandono de m¨¢s de 1.500 hect¨¢reas. Se arruinaron en las matas 15.000 toneladas de fresas. Camacho calcula que las p¨¦rdidas alcanzaron los nueve millones de euros. Y no fue todo. Los agricultores echaron mano de inmigrantes indocumentados para tratar de salvar sus cosechas. Se libraron muchos, pero medio centenar se enfrent¨® a sanciones millonarias de la Inspecci¨®n de Trabajo, a raz¨®n de 6.010 euros por cada trabajador sin papeles.
Visiblemente escarmentados, este a?o han decidido planificar la campa?a para evitar sorpresas de ¨²ltima hora. A la vista del buen resultado obtenido, adem¨¢s, con los inmigrantes contratados en origen el a?o pasado, optaron por garantizarse la mano de obra con el mismo m¨¦todo. Tres organizaciones -Asaja, COAG y Freshuelva- han ofertado 7.450 contratos en Rumania, Polonia, Marruecos y Colombia. La inmensa mayor¨ªa son mujeres porque, seg¨²n los empresarios, son trabajadoras id¨®neas para recoger fresas. 'Es un producto delicado e hist¨®ricamente la mano de obra era femenina hasta que dej¨® de seleccionarse tanto porque faltaban muchos trabajadores', explica el gerente provincial de Asaja, Jos¨¦ Luis Mar¨ªn Fidalgo.
Pero la introducci¨®n masiva de los contratos en origen ha tenido un efecto perverso para miles de inmigrantes desplazados con la esperanza de un empleo. Entre 5.000 y 7.000 extranjeros, seg¨²n c¨¢lculos del defensor del Pueblo andaluz, Jos¨¦ Chamizo, se han dado de bruces con un mercado que ya est¨¢ cubierto por otros inmigrantes venidos de Polonia (5.800), Rumania (1.000), Marruecos (418) y Colombia (150). Sin trabajo, no hay dinero, ni alojamiento, ni comida. La proliferaci¨®n de chabolas es el signo m¨¢s visible de la necesidad: decenas de chozas construidas con palos y pl¨¢stico de invernaderos sirven de refugio a miles de extranjeros, con papeles o sin ellos.
Los inmigrantes regularizados, que pueden tener la opci¨®n de ara?ar algunos jornales cuando la campa?a alcance su mayor apogeo, sobrellevan tambi¨¦n situaciones de penuria. El ghan¨¦s Michael Tetteh, de 37 a?os, se queja de que los agricultores 'no quieren africanos'. Ni siquiera, como es su caso, los que disponen de permiso de trabajo y residencia. 'He estado en Lepe y Cartaya antes de Palos, voy como Vasco de Gama detr¨¢s de la faena', suelta con iron¨ªa.
Tetteh comparte chabola con otros siete inmigrantes. Improvisadas caba?as de pl¨¢stico salpican el pinar donde Tetteh ha montado su campamento, un penoso cercado donde intentan recrear espacios para comer, cocinar y tender la ropa. Duermen sobre cartones. 'Igual que viv¨ªan antes los esclavos', dice el ghan¨¦s, antes de se?alar una plantaci¨®n fresera cercana. 'Es el ¨²nico que nos da agua para beber y para la ducha. Es un buen espa?ol', remacha.
No todos los vecinos atienden con la misma predisposici¨®n las necesidades humanitarias de los inmigrantes. Algunos les proh¨ªben que usen el agua. Los alcaldes de las 14 localidades freseras han confesado a viva voz que temen que la situaci¨®n derive en conflictos. Jorge Garc¨ªa, asesor del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), asegura que la situaci¨®n es tensa porque 'la gente est¨¢ al l¨ªmite'.
El sindicalista defiende la bondad de los contratos en origen, pero hace hincapi¨¦ en los derechos de antiguos temporeros, que ahora se sienten desplazados. 'No podemos pretender que desaparezcan de repente', aduce. La cifra de inmigrantes, a pesar de algunos desalojos, est¨¢ aumentando d¨ªa a d¨ªa. Los temporeros est¨¢n acostumbrados a moverse siguiendo el calendario agr¨ªcola. El boca a boca entre los inmigrantes, adem¨¢s, puede movilizar grandes masas.
El discurso resentido de Jos¨¦ Luis Andrada, desde luego, invita a lo peor. Andrada, un portugu¨¦s de etnia gitana que ha trabajado los ¨²ltimos ocho a?os como encargado de una explotaci¨®n en Moguer en la que faenaban 60 personas, rezuma un mont¨®n de rabia. Este a?o no le han contratado. 'La finca est¨¢ llena de polacas, pero la culpa es del fresero, no de los otros trabajadores, ¨¦sto va a terminar en una guerra', dice. Los temporeros portugueses han sido mano de obra tradicional en Huelva, donde la presencia extranjera crece a?o tras a?o (10.000 en esta campa?a frente a m¨¢s de 45.000 espa?oles). Lo ocurrido este a?o ha irritado sobremanera a Andrada. 'Tengo el coraje de ir una noche y romper el pl¨¢stico si veo a mi ni?a llorando de hambre', suelta desafiante. El portugu¨¦s se siente desplazado y, con sorna maliciosa, aventura lo que deparar¨¢ la llegada masiva de trabajadoras del Este: 'Vamos a ver si aumentan los divorcios este a?o'.
Tambi¨¦n los marroqu¨ªes creen que la contrataci¨®n en origen en pa¨ªses europeos esconde un rechazo claro hacia ellos. 'Los espa?oles tienen muchos problemas con nosotros, no quieren que estemos aqu¨ª', argumenta Abdelhak Toumi. El propio defensor del Pueblo andaluz, Jos¨¦ Chamizo, alert¨® la pasada semana sobre el riesgo de 'excluir' a los marroqu¨ªes al desplazarlos por inmigrantes de otras nacionalidades.
Los empresarios aluden al conflicto diplom¨¢tico entre los Gobiernos espa?ol y marroqu¨ª como una de las razones que ha pesado en la elecci¨®n de otros mercados. La Administraci¨®n espa?ola recomend¨® expl¨ªcitamente a algunas organizaciones que eligiesen otros pa¨ªses. Las asociaciones que, pese a ello, pidieron trabajadores marroqu¨ªes se toparon con las trabas de la parte norteafricana. El presidente de Freshuelva, Jos¨¦ Manuel Romero, asegura que la Administraci¨®n marroqu¨ª s¨®lo les ha autorizado 18 del centenar de trabajadoras que hab¨ªan solicitado. Asaja, por su parte, ha ofrecido 400 contratos en Marruecos aunque con algunos reparos, a la vista de la experiencia del a?o anterior. Su gerente, Jos¨¦ Luis Mar¨ªn, recuerda que la mitad de las 200 marroqu¨ªes que contrataron entonces 'desapareci¨® cuatro o cinco d¨ªas antes de que terminasen los contratos'.
A diferencia de ellos, los 75 colombianos que aterrizaron el jueves en Bollullos Par del Condado tienen claro que desean retornar a sus hogares, como Neyla Campos, que dej¨® a sus tres hijos con su madre: 'Es la necesidad la que te obliga a venir'.
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