La esfera y los halos de luz
Hay dos Nueva York. El de siempre: ca¨®tico, fren¨¦tico y arrogante. Y el del nivel cero: dolido, mucho m¨¢s callado y personal pese a misas y funerales p¨²blicos. Las dos ciudades conviven; a veces se mezclan, otras no.
El Nueva York cotidiano sigue leyendo los tabloides, yendo a Broadway y apretuj¨¢ndose en el metro. El de los ataques debe lidiar con un presupuesto en crisis, el futuro de ocho hect¨¢reas de escombros y el indescriptible dolor de los familiares de 2.830 muertos.
Geogr¨¢ficamente los dos mundos distan apenas unas calles. Entre el estruendo de gr¨²as y excavadoras y el edificio del Ayuntamiento s¨®lo hay unos cientos de metros. Wall Street parece casi normal hasta que uno se acerca a las barreras policiales que rodean el agujero. Mental y emocionalmente, las fronteras son m¨¢s difusas. Miles de empleados de las torres siguen padeciendo los efectos de aquel d¨ªa.
A primera hora de la ma?ana de hoy (la tarde en Espa?a), el alcalde Michael Bloomberg inaugurar¨¢ un monumento en memoria de las v¨ªctimas, la misma esfera que presid¨ªa la placeta del World Trade Center, una mole de acero y cobre de 20 toneladas, ahora abollada y rota. Por la noche, dos colosales halos de luz, dos torres virtuales, iluminar¨¢n el cielo de la bah¨ªa.
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