Lenocinio
En 1976 yo viv¨ªa en San Sebasti¨¢n en la fonda de do?a Josefa Cortajarena, que era un hogar donde suced¨ªan muchos prodigios y gracias. Recuerdo a mis compa?eros de hospedaje: dos eran trabajadores de la papelera de Renter¨ªa, dos m¨¢s eran alumnos de derecho procedentes de Mondrag¨®n y otros dos eran jugadores de baloncesto del equipo local. Uno ven¨ªa de Nueva York -Robota- y el otro de Vizcaya -P¨¦rez-. Adem¨¢s de estas gentes, y de m¨ª mismo, en la fonda viv¨ªan dos prostitutas con las que compart¨ªamos algo tan inocuo como ver los dibujos animados de Heidi. Una de estas mujeres, por cierto, ten¨ªa la amena costumbre de desnudarse primero y acicalarse despu¨¦s, bajo la mirada de los hu¨¦spedes y de Heidi, y esto suced¨ªa porque el cuarto de la tele era su dormitorio en la alta madrugada. Esta mujer, muy delgada y blanca, dec¨ªa llamarse Tamara. Su compa?era se apellidaba Dom¨ªnguez, era gallega y dec¨ªa que hab¨ªa un hombre en Pamplona que la quer¨ªa mucho y que pronto la iba a retirar. Una tarde el deportista P¨¦rez y yo le preguntamos que por qu¨¦ se dedicaba a oficio tan lastimoso, a lo que la puta Dom¨ªnguez, que era una mujer de orden y de mucha cabeza, argument¨® que, de no ser por ellas, ?c¨®mo iban a conocer las delicias del sexo los muy t¨ªmidos, algunos ancianos solitarios, ciertos lisiados y tantas otras gentes que nunca tuvieron f¨¢cil el acceso carnal? La respuesta nos dej¨® m¨¢s que pensativos. Y yo ahora pongo en relaci¨®n aquella dial¨¦ctica tarde donostiarra con los planes de Rafael Blasco, consejero de Bienestar Social, un hombre innovador y progresista que ha impulsado la aprobaci¨®n de la primera ley de parejas de hecho de Espa?a y que ha propuesto algo tan pertinente, pero tan pol¨¦mico, como es la legalizaci¨®n del amor mercenario. Porque los tr¨¢ficos adultos que existen y que no van a desparecer deben ser regulados, siempre que no sean delictivos, obviamente. Legalizar la prostituci¨®n, aunque chirr¨ªe, supondr¨¢ m¨¢s derechos que penas para los hombres y mujeres que se dedican a tan antigua labor. Por lo dem¨¢s, no es descartable que en el futuro Estado de bienestar exista el derecho constitucional al sexo, y los poderes p¨²blicos tendr¨¢n que proveer.
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