Qu¨¦ significa para m¨ª ser 'europeo'
Para organizar mis ideas sobre Europa, deseo emprender tres viajes intelectuales con el fin de intentar abordar su realidad desde un punto de vista cultural e hist¨®rico.
El tema es vasto y muy rico. Es dif¨ªcil encontrar formas apropiadas de atravesar esta inmensidad. Pero podemos situarnos comenzando con un recuerdo. Se trata de la Viena de 1935, hacia el final del gran periodo de la cultura vienesa. Es la ciudad en la que pintores y escritores son herederos de los grandes tesoros de la cultura europea. A¨²n vive all¨ª Sigmund Freud.
El a?o 1935 es importante, el momento en el que los dos totalitarismos europeos -nazismo y estalinismo- empiezan a volverse en contra uno del otro. Los nazis se han hecho con el poder en Alemania y Austria ya ha empezado a sentir la podredumbre. Su Gobierno est¨¢ cediendo ante el fascismo.
En Alemania, las SS de Hitler ya han empezando a liquidar a los plebeyos dentro de su propio movimiento, mientras que, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Stalin comienza el exterminio de la vieja guardia bolchevique.
Dos a?os despu¨¦s, en 1937, durante la Exposici¨®n de Par¨ªs en la orilla derecha del Sena, los pabellones sovi¨¦tico y alem¨¢n se alzaban, desafiantes, uno frente a otro. En el pabell¨®n de Hitler figuraban unas ¨¢guilas gigantescas; el edificio sovi¨¦tico exhib¨ªa a los dos obreros metal¨²rgicos del C¨¢ucaso cuya imagen se har¨ªa famosa en todo el mundo como expresi¨®n de un determinado ideal socialista. Ya entonces, algunas mentes l¨²cidas descubrieron en aquel enfrentamiento una sorprendente semejanza cultural en el surrealismo heroico presente en la escultura, el arte y la arquitectura de ambos pabellones.
La Rep¨²blica Espa?ola ten¨ªa un pabell¨®n en esa misma exposici¨®n. Espa?a se encontraba ya sumergida en el segundo a?o de la guerra civil. La Rep¨²blica estaba acosada, en parte debido a la pol¨ªtica de 'no intervenci¨®n'. Sin embargo, aun a riesgo de parecer chauvinista, debo mencionar el atractivo de aquel modesto pabell¨®n, moderno y aleccionador. All¨ª estaban el Guernica de Picasso, la Fuente de Mercurio de Alexander Calder, el ¨²ltimo cuadro de Joan Mir¨®: el arte m¨¢s moderno y audaz de la ¨¦poca. Era el ejemplo de una pr¨®spera relaci¨®n entre la vanguardia pol¨ªtica y la cultural.
Dos a?os m¨¢s tarde, en 1939, con el pacto germano-sovi¨¦tico, la Rep¨²blica Espa?ola hab¨ªa desaparecido y los dos totalitarismos se dispon¨ªan a repartirse Europa.
Praga: el hero¨ªsmo de la raz¨®n de Husserl. En mayo de 1935, en Viena, un viejo fil¨®sofo alem¨¢n llamado Edmund Husserl dio una serie de conferencias. Hab¨ªa huido de su Alemania natal por ser jud¨ªo. Ya en 1928, su alumno de filosof¨ªa y disc¨ªpulo Martin Heidegger hab¨ªa eliminado de las primeras p¨¢ginas de su libro Ser y tiempo esta c¨¢lida dedicatoria: 'A su maestro, Edmund Husserl, con veneraci¨®n y amistad'. No quedaba bien -por no decir algo peor- que un profesor de una universidad alemana insistiera en dedicar su libro a un jud¨ªo que hab¨ªa sido expulsado del mundo universitario.
Se podr¨ªa escribir un tomo entero sobre el significado de esa eliminaci¨®n asesina, de esa negaci¨®n. Al borrar el nombre, Heidegger pretend¨ªa barrer la decisiva contribuci¨®n de la cultura jud¨ªa a la lengua alemana desde la Universidad, desde la vida cultural alemana en su conjunto.
En 1838, Heine hab¨ªa escrito que la gran afinidad existente entre esas dos naciones innovadoras, el pueblo jud¨ªo y el alem¨¢n, hac¨ªa que ambos estuvieran destinados a crear en Alemania, juntos, una nueva Jerusal¨¦n, una moderna Palestina. Era un sue?o digno de la Ilustraci¨®n: la fusi¨®n de las dos culturas. Y por aquel entonces se pod¨ªa pensar que era posible, que nos dirig¨ªamos hacia esa uni¨®n.
Al recordar a las grandes figuras de la literatura y la cultura alemana del periodo -Freud, Einstein, Kafka, sin olvidar a El¨ªas Canetti y otros-, es evidente que el elemento jud¨ªo de la cultura alemana hizo una aportaci¨®n incalculable a la Europa de aquel tiempo. Y ahora, m¨¢s de dos generaciones despu¨¦s, todav¨ªa sentimos su ausencia.
La aniquilaci¨®n sigue ah¨ª, nos persigue. Con el exterminio (y el posterior declive de la vida de la di¨¢spora, desde la creaci¨®n de Israel) desapareci¨® esa cultura jud¨ªa que era, al tiempo, europea y cosmopolita, y ¨¦sa es, sin duda, una de las grandes lagunas en la construcci¨®n actual de Europa.
Las conferencias de Husserl en 1935 estaban revestidas de t¨¦rminos filos¨®ficos muy abstractos y rigurosos. Hablaba de filosof¨ªa en plena gestaci¨®n de la crisis europea, y se hac¨ªa una pregunta crucial: ?qu¨¦ representa Europa hoy? Su primera respuesta era que Europa es, sobre todo, una entidad espiritual. No puede definirse por su car¨¢cter territorial.
'Percibo Europa', dec¨ªa, 'no como un pa¨ªs que podamos delimitar en un mapa. Desde el punto de vista espiritual, est¨¢ claro que Gran Breta?a y los Estados Unidos de Am¨¦rica pertenecen a Europa.' Se puede ver inmediatamente a qu¨¦ se refiere Husserl cuando habla del car¨¢cter espiritual de Europa: toda una tradici¨®n de pensamiento, una cr¨ªtica en sentido amplio, que tiene sus ra¨ªces en nuestra historia cultural.
La Europa de Husserl no est¨¢ vinculada a un trozo de tierra ni a todo un discurso sobre el car¨¢cter de naci¨®n. Es m¨¢s, su segunda idea importante es el concepto de 'supranacionalidad'. Es la primera vez que un fil¨®sofo europeo delinea con claridad este concepto. Husserl defiende una transformaci¨®n digna de Europa en su mejor aspecto: una supranacionalidad sin precedentes que nacer¨ªa de la extraordinaria fuerza espiritual de Europa. Las naciones, afirma, s¨®lo se unen gracias a los dictados del comercio y la perpetua contienda entre poderes, y es necesario avanzar m¨¢s all¨¢.
Lo sorprendente es que en estos textos no se hace menci¨®n del nazismo. Despu¨¦s del ciclo de conferencias, Husserl regres¨® a Alemania, donde vivir¨ªa hasta su muerte, en 1939. Se convirti¨® al catolicismo tras refugiarse en un convento mientras hu¨ªa de la persecuci¨®n. As¨ª es como se salvaron todos los manuscritos de aquellas conferencias: guardados en el convento y llevados a escondidas por los monjes hasta Lovaina.
La tercera idea de Husserl en este texto tan rico es su argumento de que la crisis europea de 1935 s¨®lo pod¨ªa resolverse de dos maneras. O bien ver¨ªamos la ca¨ªda de Europa, su alejamiento espiritual de su propio significado, el desplome en el odio espiritual y la barbarie, o bien era posible que Europa experimentara un renacimiento espiritual, surgido del 'hero¨ªsmo de la raz¨®n'. Se le podr¨ªa reprochar al autor una l¨ªnea de pensamiento tan abstacta e imposible precisamente sobre un punto de la discusi¨®n tan importante. ?Una filosof¨ªa idealista de la voluntad como ¨²nico remedio para la desintegraci¨®n de Europa? Demasiado confuso, sin duda.
No obstante, el 'hero¨ªsmo de la raz¨®n', aunque es un concepto abstracto, nos puede ayudar a desarrollar una met¨¢fora hist¨®rica muy interesante y concisa. En aquella sala de conferencias de Viena, en 1935, estaba presente un joven estudiante checo de fenomenolog¨ªa llamado Jan Patocka, que, meses despu¨¦s, organiz¨® en la misma ciudad su propio ciclo de conferencias, en el que repiti¨® las ideas de Husserl sobre Europa.
Patocka, que en aquel entonces no ten¨ªa a¨²n 30 a?os, es una de las figuras m¨¢s interesantes e injustamente olvidadas de la filosof¨ªa europea. Estudi¨® en la Universidad de Praga, pero el nazismo y (a partir de 1948) el r¨¦gimen comunista le impidieron terminar sus estudios. Sus libros son, sobre todo, transcripciones de ponencias para seminarios privados, que m¨¢s tarde se tradujeron al franc¨¦s.
Uno de los tropos intelectuales caracter¨ªsticos de Patocka era el regreso constante a la conferencia de Husserl sobre Europa. Compuso una colecci¨®n de textos titulada Plat¨®n y Europa, y otra llamada La idea de Europa: un poema. Sus escritos pol¨ªticos, recogidos en una antolog¨ªa en franc¨¦s con el t¨ªtulo Libertad y sacrificio, incluyen varios fragmentos sobre Europa. Y, de una manera tranquila, su propia vida refleja con gran exactitud la expresi¨®n de Husserl 'el hero¨ªsmo de la raz¨®n'.
Patocka fue, junto con V¨¢clav Havel y Jiri Hajek (ministro de Exteriores durante la breve Primavera de Praga), uno de los firmantes de la Carta 77, el movimiento de los intelectuales disidentes en Checoslovaquia. Jan Patocka muri¨® el 13 de marzo de 1977, a los 70 a?os, despu¨¦s de haber sido duramente interrogado por la polic¨ªa comunista durante 10 horas.
El d¨ªa de su funeral, los helic¨®pteros de la polic¨ªa sobrevolaron el cementerio para evitar que la gente acudiera a la ceremonia. Cerraron todas las florister¨ªas de Praga para que nadie pudiera comprar flores y ponerlas en su tumba. Una met¨¢fora, en mi opini¨®n, llena de fuerza.
Pensar que este fil¨®sofo que, de joven, asisti¨® en Viena a aquella serie de conferencias sobre la lucha espiritual y filos¨®fica por la supervivencia de Europa -la lucha contra la barbarie y la muerte de la vida espiritual- muri¨® durante un interrogatorio de la polic¨ªa, y que cerraron todas las florister¨ªas mientras le enterraban... es verdaderamente tremendo.
Weimar y Buchenwald: Europa contra Europa. Tomemos ahora otro camino para desentra?ar lo que me parece esencial en la cultura espiritual de Europa. Weimar, una peque?a ciudad alemana con una larga e importante historia pol¨ªtico-cultural, es uno de los lugares m¨¢s apropiados, tal vez, para inspirar una meditaci¨®n sobre Europa, o incluso el mundo.
En una isla situada en el r¨ªo que sale desde el terrapl¨¦n donde se encuentran las murallas de la vieja ciudad, encontramos la casa de verano y el jard¨ªn que pertenecieron a Goethe. All¨ª, rodeados de recuerdos de aquel hombre que fue un gran europeo, uno de los defensores de su cosmopolitismo en el sentido m¨¢s profundo, podemos reflexionar sobre lo que ha sido de Europa.
Es un lugar extraordinario, desde luego. Porque Weimar no s¨®lo fue la 'capital cultural de Europa' en 1999, una ciudad en la que todav¨ªa se puede ir desde esta casa de verano a visitar los archivos de Schiller o Nietzsche; adem¨¢s est¨¢ a pocos kil¨®metros de lo que fue el campo de concentraci¨®n nazi de Buchenwald. Una proximidad extra?a y, a la vez, muy instructiva.
Esta circunstancia nos sirve como una especie de 'atajo' para abarcar la historia pol¨ªtica y cultural de Alemania. En los a?os veinte, Weimar fue el lugar en el que, s¨®lo por segunda vez en la historia del pa¨ªs, la Asamblea Nacional Alemana se reuni¨® con el fin de intentar elaborar una Constituci¨®n para lo que acab¨® siendo la Rep¨²blica de Weimar. Los delegados intentaron crear un semillero de democracia parlamentaria que, al final, los nazis destruyeron y enterraron bajo sus osarios.
Ahora que tanto la Rep¨²blica de Weimar como el campo de Buchenwald han desaparecido, podemos empezar a ver lo que significa Europa; algo construido precisamente contra el fascismo y contra el estalinismo. Este aspecto era ya totalmente visible en 1937, cuando los nazis pusieron Buchenwald en marcha.
Al principio, se llen¨® con la oposici¨®n pol¨ªtica alemana, los comunistas y socialdem¨®cratas. Despu¨¦s, claro est¨¢, se convirti¨® en un campo internacional en el que estaban representados todos los pueblos de Europa. Pero no era un campo de exterminio, como Auschwitz o Birkenau. No ten¨ªa c¨¢maras de gas. Era un campo en el que se destru¨ªa a la gente con el trabajo forzado, no mediante la eliminaci¨®n repentina.
El campo lo cerr¨® el Tercer Ej¨¦rcito norteamericano, dirigido por el general Patton, y en junio de 1945 estaba vac¨ªo. Pero en septiembre de aquel mismo a?o volvi¨® a abrirse como campo especial bajo la autoridad de las fuerzas sovi¨¦ticas, y hubo que esperar a 1950 (tras la creaci¨®n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana) para que cerrara definitivamente y se convirtiera en un lugar de recuerdo. Por consiguiente, se trata de un sitio lleno de significado.
En ¨¦l se alza un museo del nazismo. Pero hay que leer en los carteles de las muestras con gran cuidado si no se quiere salir con la impresi¨®n de que el campo lo liber¨® el Ej¨¦rcito Rojo, y no los norteamericanos. De forma que ahora existe otro museo m¨¢s peque?o junto al primero, que cuenta la historia del campo sovi¨¦tico. En Buchenwald tenemos la historia de Europa en un impresionante resumen, la historia de la Europa contra la que se construye la Europa de hoy.
Londres: Orwell redescubre la democracia. Debemos dar un ¨²ltimo rodeo por Londres. George Orwell (cuyo verdadero nombre, como saben, era Eric Blair) luch¨® en Espa?a, en una Brigada Internacional relacionada con la extrema izquierda europea -una agrupaci¨®n diametralmente opuesta al estalinismo-, cuya representaci¨®n local era el Partido Obrero de Unificaci¨®n Marxista (POUM). Plasm¨® su experiencia en un libro fant¨¢stico, Homenaje a Catalu?a. A mediados de 1940 comenz¨® otro libro extraordinario, El le¨®n y el unicornio, que termin¨® en 1941, justo antes de que los nazis invadieran la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Orwell, internacionalista y marxista de extrema izquierda, enemigo del estalinismo y acosado a diario por las incursiones a¨¦reas de la Luftwaffe ('Mientras escribo, unos seres humanos muy civilizados vuelan sobre mi cabeza e intentan matarme'), reaccion¨® de forma sorprendente: se propuso redescubrir Inglaterra.
El le¨®n y el unicornio es un libro pionero, en el que reclama un sentido de identidad nacional alguien que se vio empujado al radicalismo extremista precisamente por su internacionalismo (uno de los motivos de su oposici¨®n al estalinismo era que hab¨ªa abandonado la idea internacionalista para dedicarse a construir 'el socialismo en un solo pa¨ªs').
Desde la perspectiva actual, el encuentro de Orwell con Inglaterra es un redescubrimiento no s¨®lo de la identidad, sino tambi¨¦n de la democracia liberal, por parte de una persona que proced¨ªa de una posici¨®n marxista. Porque hay que explicar que la democracia liberal no s¨®lo estaba en el punto de mira de fascistas y nazis, sino tambi¨¦n de la extrema izquierda.
Era una democracia anquilosada, manchada por 'el pensamiento judeo-bolchevique', y que ten¨ªa enemigos en ambos bandos. De forma que, hoy, el ensayo de Orwell parece tener tambi¨¦n como tema esencial la democracia, como condici¨®n previa universal de las sociedades occidentales.
Quiz¨¢ deber¨ªa haber empezado por aqu¨ª. Pero voy a terminar con ello, o volver¨¦ a comenzar. Porque en Europa, hoy, est¨¢ muy claro que la unidad europea s¨®lo puede fundarse en la raz¨®n democr¨¢tica, los principios de la democracia y la certeza de sus valores. Muchos intelectuales de Occidente acostumbran a poner en duda o denigrar el car¨¢cter universal de la democracia. En su lugar, prefieren defender los valores locales de la vida comunitaria, la calidez y el apoyo existentes en esas comunidades, la comunidad en s¨ª.
Sin embargo, en la Europa que estamos construyendo, los principios b¨¢sicos de Orwell, universalistas y democr¨¢ticos, pueden trasladarse a los valores locales de muchas maneras. Y, sobre esta base, est¨¢ perfectamente claro que la unidad de Europa, hoy, s¨®lo puede construirse a trav¨¦s de la diversidad.
Existen quienes afirman, con una ecuanimidad extraordinaria, que Europa debe tener una ¨²nica lengua, como el lat¨ªn medieval en la Edad Media. En mi opini¨®n, eso ser¨ªa un desastre. Equivaldr¨ªa a renunciar a nuestra historia y nuestras ra¨ªces comunes. Algunos partidarios de esa medida est¨¢n convencidos de que el franc¨¦s es el ¨²nico idioma que merece ocupar esa posici¨®n, debido a su claridad, su capacidad de abstracci¨®n y su precisi¨®n. Pero la base democr¨¢tica de Europa debe construirse partiendo del conocimiento de varias lenguas, no con la imposici¨®n de una nueva lingua franca.
A diferencia de otras regiones del mundo, Europa tiene la oportunidad de recurrir a una gran variedad de lenguas y culturas, y eso es una enorme ventaja ling¨¹¨ªstica. (El idioma m¨¢s hablado en el mundo es el chino). Ahora bien, entre ellas dispone de tres lenguas intercontinentales, si no universales: ingl¨¦s, espa?ol y franc¨¦s. Me voy a permitir otro instante de chauvinismo para decir que la ¨²nica lengua que se encuentra irresistiblemente en expansi¨®n en el mundo actual es el espa?ol. El ingl¨¦s tambi¨¦n se extiende, pero va muy por detr¨¢s. El espa?ol incluso compite con el ingl¨¦s en Estados Unidos, que constituye el basti¨®n de la lengua inglesa en el mundo actual.
Por tanto, con tres lenguas universales en Europa, tenemos la posibilidad de construir el car¨¢cter espiritual europeo a trav¨¦s de la diversidad y el respeto cultural, el conocimiento y la pr¨¢ctica de todas las lenguas y culturas. Hoy, la unidad europea tiene que adquirir sentido a trav¨¦s de su diversidad cultural en la teor¨ªa y la pr¨¢ctica: y eso significa que todo el mundo, en Europa, hable al menos dos lenguas europeas.
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