Venderse uno mismo

Desafiando todas las leyes del mercado, en pleno a?o de crisis y la semana anterior a la Semana Santa, el siempre imprevisible Manu Chao va y act¨²a por sorpresa cuatro d¨ªas, sin campa?a de promoci¨®n y haciendo que se agoten las entradas en una sala madrile?a que ronda las dos mil personas. Semejante machada s¨®lo puede hacerla este cosmopolita bajito, m¨²sico a continuo contrapelo que se tiene a s¨ª mismo como objeto de mercadotecnia y que se vende de modo inconmensurable, para lo poco que se prodiga en el estudio de grabaci¨®n y en los canales habituales de la m¨²sica.

Para esta visita, Manu Chao ha prescindido de m¨²sicos de viento y ofrece una formaci¨®n m¨¢s rockera para completar algo m¨¢s de dos horas de actuaci¨®n a toda velocidad, en la que sonaron, en versiones bastante distintas al original, sus canciones m¨¢s populares: Clandestino, Desaparecido, Mala vida, Mr. Bobby Marley, Welcome to Tijuana y hasta el cl¨¢sico Volver, volver. Todo ello a una velocidad vertiginosa, con bater¨ªa y percusionista marcando tambores de guerra y no dejando que el respetable pose los pies en el suelo apenas unos segundos. Siempre aporta Chao ese esp¨ªritu de kermesse popular y revolucionaria del primer tercio del siglo pasado que tanto contagia al p¨²blico y lo pone a bailar casi siempre sobre la secuencia r¨ªtmica del reggae, otra m¨²sica insurgente. Como es de rigor, la p¨®lvora rebelde se termina gastando en salvas y al final queda s¨®lo una noche de fren¨¦tico baile intrascendente, lo cual no es poco. Eso s¨ª, a estas alturas parece ser que todo el mundo tiene ya claro que hace falta m¨¢s que un disco de Manu Chao para hacer la revoluci¨®n.