Por amor a los catalanes
El escritor y periodista argentino Eduardo Goligorsky acaba de publicar un libro excelente: Por amor a Catalu?a (Flor del Viento, Barcelona, 2002). Quien conozca las ideas racionalistas ilustradas de su autor puede maliciosamente pensar que el t¨ªtulo pretende disfrazar ir¨®nicamente el contenido del libro. Nada m¨¢s alejado de la realidad.
Por el contrario, muy probablemente Goligorsky ha querido con este libro pagar la deuda moral contra¨ªda con aquellos catalanes que tan bien le acogieron en 1976, cuando lleg¨® exiliado de Argentina. De entrada, ya en las primeras p¨¢ginas confiesa su admiraci¨®n por la Catalu?a de aquel momento. 'Nunca me cansar¨¦', dice Goligorsky, 'de alabar las virtudes de la sociedad catalana: hospitalaria, solidaria, de talante liberal, cosmopolita'. Pero al mismo tiempo, y por las mismas razones que el libro es un canto a esta sociedad catalana abierta y tolerante, tambi¨¦n es, sobre todo, una advertencia frente al peligro que supone el intento de imponer el nacionalismo como ideolog¨ªa oficial b¨¢sica y obligatoria para todos.
Albert Camus record¨® en el pr¨®logo de sus Cartas a un amigo alem¨¢n aquella reveladora frase: 'Amo demasiado a mi pa¨ªs para ser nacionalista'. Goligorsky recoge este esp¨ªritu y parece decirnos: 'Amo demasiado al pa¨ªs que me ha acogido y por este motivo le dedico un libro destinado a advertirle sobre los mecanismos concretos que utiliza el nacionalismo para intentar imponer su hegemon¨ªa ideol¨®gica, cultural, social y pol¨ªtica'.
Para entender el sentido profundo del libro hay que partir de la historia personal que el autor cuenta someramente en el primer cap¨ªtulo. Eduardo Goligorsky Golubofsky naci¨® en Buenos Aires en 1931, de padres tambi¨¦n nacidos en Argentina pero oriundos de la Europa del Este, de donde sus antepasados hab¨ªan huido a causa de las persecuciones antijud¨ªas de finales del siglo XIX. Sin embargo, ni fue educado en la religi¨®n y las costumbres jud¨ªas, ni sinti¨® atracci¨®n alguna por ellas; es m¨¢s, mantuvo en art¨ªculos period¨ªsticos que las nociones de 'pueblo elegido' y de 'tierra prometida' no justificaban en modo alguno la fundaci¨®n del Estado de Israel. Por todo ello, fue calificado de 'renegado', de 'antisemita' y de estar dominado por el 'autoodio' contra su pueblo.
Por otra parte, tampoco se sinti¨® nunca plenamente integrado en la Argentina oficial debido, entre otras cosas, a su aversi¨®n al peronismo y al f¨²tbol. Durante la guerra de las Malvinas, dese¨® el triunfo de Inglaterra ya que consider¨® que la raz¨®n no estaba del lado argentino: las Malvinas, argumentaba, 'no son argentinas, porque las piedras y los ping¨¹inos no tienen nacionalidad, y los seres humanos que las habitan se declaran, un¨¢nimemente y sin ninguna excepci¨®n, brit¨¢nicos, sin que haya en ellas un solo argentino oprimido'. Al encontrarse en Buenos Aires cuando estall¨® la guerra, 'la ola de chovinismo' le produjo 'tanto asco y bochorno' que se sinti¨® 'extranjero'. Esta vez, fue descalificado como 'vendepatrias' y 'cipayo'.
Con su racionalismo a cuestas, ?considera Goligorsky que carece de ra¨ªces y de identidad propia? En absoluto: simplemente, ha sido ¨¦l, libremente, a trav¨¦s de su experiencia y de su raz¨®n, quien ha escogido sus propias ra¨ªces y ha ido configurando su identidad sin dejar que nadie se la impusiera. A este respecto, recuerda la frase de Habermas: 'Nadie debe ser obligado a asumir una identidad colectiva determinada. Cada uno tiene que conservar la libertad de decir 'no' a su origen o ascendencia'. Y Goligorsky nos muestra su 'santoral laico' con el cual, a lo largo de los a?os ha ido tejiendo, poco a poco, libremente, su identidad propia: Popper, Aron, Bertrand Russell, Vargas Llosa, Octavio Paz, Fernando Savater, entre otros. 'Evidentemente', concluye, ' mi identidad no se puede definir utilizando los estereotipos habituales. Pero quedan claras las corrientes de pensamiento con las que tengo m¨¢s puntos en com¨²n y aquellas otras de las que me separa un abismo. La nacionalista es una de ellas. La religiosa es otra'.
?Esta falta de identificaci¨®n con las 'formas de ser' dominantes en las sociedades donde ha vivido -dicho de otra manera, con las conciencias nacionales- ha supuesto para Goligorsky dificultades de integraci¨®n, de adaptaci¨®n al medio social? En absoluto: en Argentina encontr¨® siempre 'afinidades electivas' a trav¨¦s de las cuales valor¨® 'el verdadero sentido de la integraci¨®n con amigos entra?ables, con los que hab¨ªa decantado a lo largo de los a?os un rico acervo de pautas intelectuales y emocionales compartidas'. Afinidades electivas que en Catalu?a le han llevado tambi¨¦n a establecer amistades muy diversas, nacidas en 'tertulias estimulantes, racionales y, a menudo, apasionadamente pol¨¦micas'. 'No nos cohesiona la unanimidad', dice, ' sino la pr¨¢ctica de la gimnasia mental, el afecto y la solidaridad, cualquiera sea el idioma en que nos expresemos'.
Pues bien, desde 1976 este considerable personaje ha observado atentamente, apasionadamente, a la sociedad catalana, implic¨¢ndose en sus m¨¢s complejos problemas cuando ha cre¨ªdo que hac¨ªa falta. Sus muchos art¨ªculos en La Vanguardia son una buena prueba de todo ello. Este libro culmina una de sus tareas intelectuales preferidas: escrutar anal¨ªticamante el nacionalismo catal¨¢n. Imposible hacer un resumen del contenido del libro. Pero les aseguro que sale todo: tratado con claridad, razonadamente y sin reserva mental alguna. Un libro imprescindible para conocer uno de los aspectos centrales de la Catalu?a de los ¨²ltimos 25 a?os.
Goethe, aquel gran cosmopolita, quiz¨¢ una de las 'afinidades electivas' de nuestro autor, dijo que 'Alemania en s¨ª no es nada, pero cada alem¨¢n es mucho por s¨ª mismo'. Probablemente, m¨¢s que por amor a Catalu?a, Goligorsky ha escrito su libro por amor a los catalanes, a la mayor¨ªa de los catalanes.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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