El precio de Oslo
Las im¨¢genes televisivas en Al Yazira han sido muy claras. En ellas queda patente un hero¨ªsmo palestino que constituye la aut¨¦ntica historia de nuestro tiempo. Todo un conjunto de ej¨¦rcito, marina y fuerza a¨¦rea, con el apoyo generoso e incondicional de los norteamericanos, ha llevado la destrucci¨®n al 18% de Cisjordania y el 60% de Gaza, zonas asignadas a los palestinos tras 10 a?os de negociaciones con Israel y Estados Unidos. Hospitales, escuelas, campos de refugiados y viviendas civiles han sido blanco de una agresi¨®n despiadada y criminal de las tropas israel¨ªes en sus helic¨®pteros de ataque, sus F-16 y sus Merkavas y, aun as¨ª, sus combatientes, pobremente armados, se enfrentan a esa abrumadora fuerza sin rendirse y llenos de valent¨ªa.
En Estados Unidos, CNN y peri¨®dicos como The New York Times callan vergonzosamente que 'la violencia' es desigual y que aqu¨ª no se trata de dos bandos, sino de un Estado que dirige todo su poder contra un pueblo repetidamente desplazado y despose¨ªdo, sin armas ni aut¨¦nticos dirigentes, con el objetivo de destruirlo, 'asestarles un golpe terrible', como ha dicho sin pudor el criminal de guerra que gobierna Israel. Un indicio de la locura a la que ha llegado Sharon puede ser lo que declar¨® a Ha'aretz el 5 de marzo: 'La Autoridad Palestina est¨¢ detr¨¢s del terror, es el terror. Arafat apoya el terror. El objetivo de nuestra presi¨®n es acabar con ese terror. Que nadie espere que lo haga Arafat. Debemos causar un gran n¨²mero de bajas, y entonces sabr¨¢n que no pueden seguir usando el terror para lograr conquistas pol¨ªticas'.
Adem¨¢s de ser s¨ªntomas de una mente obsesionada, empe?ada en la destrucci¨®n y el m¨¢s puro odio, las palabras de Sharon muestran el fracaso de la raz¨®n y del esp¨ªritu cr¨ªtico desencadenado tras el pasado septiembre. Es cierto que hubo un atentado terrorista, pero en el mundo no cuenta s¨®lo el terror. Cuentan la pol¨ªtica, la lucha, la historia, la injusticia, la resistencia e incluso el terror de Estado. Hemos sucumbido todos -sin que el mundo acad¨¦mico e intelectual de EE UU hayan dicho pr¨¢cticamente nada- al mal uso constante del lenguaje, que nos hace llamar 'terror' a todo lo que no nos agrada y 'bueno' a lo que estamos haciendo, aunque suponga la destrucci¨®n de vidas y riqueza. Hemos olvidado los preceptos ilustrados en los que educ¨¢bamos a nuestros estudiantes y conciudadanos y, en su lugar, hay una org¨ªa desmesurada de ira vengativa e hip¨®crita a la que, al parecer, s¨®lo tienen derecho a recurrir los ricos y poderosos. No es de extra?ar que un mat¨®n de tres al cuarto como Sharon se sienta autorizado a hacer lo que hace, cuando en la mayor democracia de la Tierra se arrojan a la basura leyes, derechos constitucionales, h¨¢beas corpus y hasta la raz¨®n misma en la persecuci¨®n del terror y el terrorismo. Hemos fracasado como educadores y como ciudadanos al dejarnos engatusar de este modo, sin que ni siquiera se haya organizado un debate p¨²blico sobre un presupuesto de defensa que se ha disparado hasta alcanzar los 400.000 millones de d¨®lares, mientras 40 millones de personas siguen sin seguro de salud.
Israel¨ªes, ¨¢rabes y estadounidenses oyen c¨®mo se les dice que el amor a su pa¨ªs exige esos gastos y esa destrucci¨®n porque hay una buena causa en juego. Tonter¨ªas. Lo que est¨¢ en juego son los intereses materiales que mantienen a los gobernantes en el poder, permiten que las empresas tengan beneficios y empujan a los ciudadanos a aceptar lo que sea, mientras no llegue el d¨ªa en que empiecen a preguntarse hacia d¨®nde vamos en esta absurda carrera tecnol¨®gica de bombas y asesinatos.
Israel libra, simplemente, una guerra contra la poblaci¨®n civil, aunque en Estados Unidos no se diga nunca. Es un conflicto racista y, desde el punto de vista estrat¨¦gico y t¨¢ctico, una guerra colonial. Se mata y se hace sufrir a unos ciudadanos por no ser jud¨ªos. ?Qu¨¦ iron¨ªa!
Sin embargo, la CNN no habla nunca de territorios 'ocupados', sino de 'violencia en Israel', como si los aut¨¦nticos campos de batalla fueran los auditorios y caf¨¦s de Tel Aviv y no los guetos y los campos de refugiados palestinos cercados, al menos, por 150 asentamientos israel¨ªes ilegales. Durante los ¨²ltimos 10 a?os, Estados Unidos ha vendido al mundo el gran fraude de Oslo, sin que pr¨¢cticamente nadie tuviera claro que se ced¨ªa s¨®lo el 18% de Cisjordania y el 60% de Gaza. Nadie sabe geograf¨ªa, y es mejor no saberla.
Y un pseudoexperto insufrible y engre¨ªdo como Thomas Friedman todav¨ªa tiene la desfachatez de decir que 'la televisi¨®n ¨¢rabe' muestra im¨¢genes tendenciosas, como si 'la televisi¨®n ¨¢rabe' tuviera la obligaci¨®n de ense?ar las cosas desde el punto de vista israel¨ª -como hace la CNN- y usar 'violencia en Oriente Pr¨®ximo' como palabra m¨¢gica para referirse a la limpieza ¨¦tnica que est¨¢ llevando a cabo Israel en los guetos y campos palestinos. ?Ha intentado alguna vez Friedman (o la CNN, ya puestos) aclarar la diferencia entre un ej¨¦rcito atacante en plena guerra colonial, en el territorio que habita un pueblo desde hace 35 a?os, y el pueblo que se defiende frente a esa carnicer¨ªa? Por supuesto que no; para qu¨¦ va a molestarse en decir que no hay F-16 palestinos, ni helic¨®pteros Apache, ni ca?oneras, ni carros Merkava, es decir, no hay una ocupaci¨®n de Israel por parte de los palestinos. Qu¨¦ credenciales de periodista y comentarista honrado va a tener Friedman si no se ha molestado en explicar con claridad la postura estadounidense, ni en comprender la causa ¨¢rabe y palestina. ?No se da cuenta de que sus art¨ªculos son parte del problema, que, con sus divagaciones, sus justificaciones, su falta de sinceridad y de esa autocr¨ªtica que constantemente exige a los dem¨¢s, contribuye a aumentar la ignorancia y los errores en lugar de disiparlos? Menudo periodista y educador.
La imagen que nos dan es que los israel¨ªes luchan por su vida, y no por sus asentamientos y sus bases militares en la Palestina ocupada. Hace meses que en los medios estadounidenses no aparece ning¨²n mapa. El 8 de marzo, hasta ahora el d¨ªa m¨¢s sangriento para los palestinos de los 16 de meses de Intifada, el informativo de la noche de CNN habl¨® de la muerte de 40 'personas' y ni siquiera mencion¨® la de varios trabajadores de la Media Luna Roja, ca¨ªdos mientras unos tanques israel¨ªes les imped¨ªan llegar hasta los heridos. S¨®lo 'personas', sin im¨¢genes del infierno que est¨¢n viviendo en este trig¨¦simo quinto a?o de ocupaci¨®n militar. Tulkarem, que sufre el mayor de los asedios, con toques de queda de 24 horas, cortes de agua y electricidad, redadas sistem¨¢ticas, la detenci¨®n de 800 j¨®venes, el destrozo sin sentido de casas de refugiados, la destrucci¨®n de un n¨²mero inmenso de edificios (y no hablo de discotecas o instalaciones deportivas, sino de chabolas y cobijos provisionales en los que subsist¨ªan los que ya se hab¨ªan visto antes desplazados) e incontables casos de una crueldad y un sadismo sin precedentes contra civiles indefensos, a los que se empuja y golpea y a los que se deja morir desangrados, mujeres a las que se deja dar a luz a ni?os muertos mientras esperan innecesariamente en controles israel¨ªes de carretera, ancianos a los que un soldado de 18 a?os que mastica chicle y ondea un M-16 -pagado con mis impuestos- obliga a desnudarse y a andar descalzos. Bel¨¦n, con la universidad y el centro destrozados, arrasada por valientes soldados israel¨ªes que tiran bombas desde unos maravillosos F-16 tambi¨¦n pagados por m¨ª. Los campos de Balata, Aida y Dheheisheh y Azza, las aldeas de Khadr y Husam, todo ha quedado reducido a escombros sin que lo mencione la prensa estadounidense, cuyos directivos neoyorquinos -salvo alguna excepci¨®n- est¨¢ claro que no se inmutan por ello. Innumerables muertos y heridos, que permanecen sin enterrar y sin auxilio, por no hablar de los cientos de miles de vidas mutiladas, torcidas, con la terrible huella de un sufrimiento gratuito, ordenado a distancia, desde la tranquila Jerusal¨¦n Oeste, por hombres para quienes Cisjordania y Gaza son lejanas ratoneras llenas de insectos y roedores a los que es preciso 'someter' y expulsar, dar una lecci¨®n, en la jerga del magn¨ªfico Ej¨¦rcito israel¨ª. Ahora, en el mayor ataque de todos, 140 tanques israel¨ªes han invadido y saqueado Ramala, con lo que se completa la tarea de reconquistar unos territorios palestinos ya ocupados.
El pueblo palestino est¨¢ pagando un precio desorbitado por Oslo, que, tras 10 a?os de negociaciones, le dej¨® con unos trozos de tierra sin coherencia ni continuidad, con unas instituciones de seguridad destinadas a garantizar el sometimiento a Israel y con una vida que le empobrec¨ªa para que el Estado israel¨ª pudiera prosperar. No sirvi¨® de nada que, durante esos a?os, algunos advirti¨¦ramos de que no se estaban abordando las diferencias entre el lenguaje de paz de Estados Unidos e Israel y la horrible realidad. Expresiones como 'proceso de paz' y 'terrorismo' se fueron asentando sin hacer referencias a ning¨²n dato real. Los casos de tierras confiscadas se pasaban por alto o se consideraban objeto de 'negociaciones bilaterales' entre un Estado y un grupo mediocre de negociadores mal informados, que tardaron cuatro a?os en obtener un mapa fiable de las tierras de las que hablaban.
Y lo peor de todo es que, en los 54 a?os transcurridos desde 1948, nunca se ha contado verdaderamente la historia del hero¨ªsmo y el sufrimiento palestino. Se supone que somos todos extremistas fan¨¢ticos y violentos, poco m¨¢s que esos terroristas que Bush y su camarilla han impreso en las mentes de una poblaci¨®n anonadada y sistem¨¢ticamente desinformada, con la ayuda de todo un ej¨¦rcito de comentaristas y estrellas de la comunicaci¨®n.
Sin embargo, ahora que la propuesta saud¨ª de paz se ha convertido en materia de discusi¨®n y esperanza, me parece necesario situarla en su contexto real. En primer lugar, se trata de una reedici¨®n del plan Reagan de 1982, el plan Fahd de 1983, el plan de Madrid de 1991, y as¨ª sucesivamente: en otras palabras, llega tras una serie de propuestas frecuentes que han acabado siempre boicoteadas por Israel y EE UU. En mi opini¨®n, las ¨²nicas negociaciones que hay que mantener son las que se ocupen de las fases de una retirada total de Israel, y no, como ocurri¨® en Oslo, un regateo sobre qu¨¦ trozos de tierra estaban dispuestos a ceder -a rega?adientes- los israel¨ªes. Ha habido demasiada sangre palestina derramada, demasiado desprecio y demasiada violencia racista por parte de Israel para que puedan repetirse unas conversaciones como las de Oslo, con la intervenci¨®n del m¨¢s parcial de los mediadores, EE UU.
Todo el mundo es consciente de que los viejos negociadores palestinos no han renunciado a sus sue?os e ilusiones y que, mientras se produc¨ªan las incursiones y los bombardeos, han seguido celebr¨¢ndose reuniones. Pero creo que es preciso dar la importancia debida a las d¨¦cadas de sufrimiento palestino y los verdaderos costes humanos de la pol¨ªtica destructiva de Israel, antes de que ninguna negociaci¨®n conceda una posici¨®n injusta a unos Gobiernos israel¨ªes que han pisoteado los derechos palestinos del mismo modo que han derribado nuestras casas y matado a nuestra gente. Toda negociaci¨®n ¨¢rabe-israel¨ª que no tenga en cuenta la historia -para lo cual es necesario un equipo de historiadores, economistas y ge¨®grafos con conciencia- no merecer¨¢ la pena. Y los palestinos deben escoger a un nuevo grupo de negociadores y representantes, con la esperanza de salvar algo dentro de la catastr¨®fica situaci¨®n actual.
En resumen, cualquier reuni¨®n que lleven a cabo en estos momentos representantes israel¨ªes y palestinos debe prestar atenci¨®n a la gravedad de los estragos causados por Israel en nuestro pueblo, y no limitarse a considerarlos mera historia pasada. En la pr¨¢ctica, Oslo disculp¨® la ocupaci¨®n, le perdon¨® todos los bienes y todas las vidas que hab¨ªa destruido en 25 a?os. Despu¨¦s de tanto sufrimiento, no se puede dejar que Israel salga de la mesa como si nada, sin siquiera una exigencia ret¨®rica de que exp¨ªe sus actos.
Me dir¨¢n que la pol¨ªtica se ocupa de lo posible, no de lo deseable, y que deber¨ªamos estar agradecidos de conseguir el menor paso atr¨¢s de los israel¨ªes. No estoy de acuerdo en absoluto. Las negociaciones s¨®lo pueden discutir sobre cu¨¢ndo se producir¨¢ la retirada total, no qu¨¦ porcentajes est¨¢ dispuesto a conceder Israel. Un conquistador y un v¨¢ndalo no puede conceder nada: debe limitarse a devolver lo que ha robado y a pagar los abusos de los que es responsable, igual que Sadam Husein deb¨ªa pagar y pag¨® por su ocupaci¨®n de Kuwait. Aunque todav¨ªa nos falta bastante para llegar a eso, el extraordinario valor de todos los palestinos en Gaza y Cisjordania ha derrotado moral y pol¨ªticamente a Sharon, que acabar¨¢ perdiendo su cargo en un futuro no muy lejano. Ahora bien, el hecho de que sus ej¨¦rcitos, desde hace dos d¨¦cadas, puedan invadir ciudades ¨¢rabes, matar y sembrar la destrucci¨®n en ellas, sin que los pa¨ªses ¨¢rabes en general digan ni p¨ªo, revela qu¨¦ grandes dirigentes tienen esos pa¨ªses.
Y a prop¨®sito de esos gobernantes ¨¢rabes que guardan un silencio tan delicado mientras ven en televisi¨®n c¨®mo violan a Palestina, no s¨¦ qu¨¦ se creen que hacen, pero supongo que, en el fondo de su alma, deben de sentir bastante verg¨¹enza de s¨ª mismos. No tienen fuerza militar, pol¨ªtica, econ¨®mica ni moral, poseen escasa credibilidad y ninguna categor¨ªa real, salvo como peones en el tablero de ajedrez de estadounidenses e israel¨ªes. Quiz¨¢ piensen que ganan con la espera. Quiz¨¢. Pero ni siquiera han logrado aprender (tampoco Arafat y sus hombres) a utilizar la informaci¨®n sistem¨¢tica para proteger a su pueblo contra los ataques de quienes consideran a todos los ¨¢rabes terroristas fan¨¢ticos y extremistas. Por suerte, a ese tipo de comportamiento irresponsable y despreciable le queda muy poco tiempo. ?Lo har¨¢ mejor la nueva generaci¨®n?
La respuesta depender¨¢ de que exista una nueva actitud respecto a la educaci¨®n laica: entonces podremos volver a caer, como colectivo, en la desorganizaci¨®n, la corrupci¨®n y la mediocridad, o podremos, por fin, ser una naci¨®n.
Edward W. Said es ensayista palestino, profesor de literatura comparada en la Universidad de Columbia.
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