Operaci¨®n 'castigo infinito'
El Fondo Monetario Internacional decide aplicar una pol¨ªtica ejemplarizante con el Gobierno argentino
'La reputaci¨®n, como dicen en mi tierra, reput¨ªsima', se?ala el economista venezolano y profesor de Harvard Ricardo Hausmann al hablar del Gobierno argentino y de los desesperados esfuerzos del presidente Eduardo Duhalde por conseguir un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). 'Los miembros del Fondo preguntan al Gobierno argentino una y otra vez para qu¨¦ quieren los d¨®lares. Y la respuesta que obtienen es la misma: para estabilizar el valor peso-d¨®lar en el mercado', relata.
La pasi¨®n de Hausmann con Argentina es parad¨®jica. Este hombre de 45 a?os fue economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) durante ocho a?os y lo dej¨® hace ahora dos a?os. En octubre de 2001 escribi¨® un informe en el que propon¨ªa terminar con el r¨¦gimen de convertibilidad en Argentina, recuperar el peso como moneda nacional y utiliz¨® una palabreja que hoy ya es famosa: la pesificaci¨®n. El caso es que envi¨® el papel al todopoderoso Domingo Cavallo, quien a su vez decidi¨® publicar una muy razonada respuesta, cuya conclusi¨®n era rotunda: no.
Hay m¨¦rito en el relato de Hausmann, un hombre bien informado. ?Para qu¨¦ quiere Duhalde los d¨®lares del Fondo Monetario Internacional?
La respuesta del equipo argentino irrita a los directivos del Fondo. 'Ellos saben bien que ese dinero llegar¨¢ a Buenos Aires, ser¨¢ utilizado por el Gobierno para respaldar la emisi¨®n de pesos o bien para vender d¨®lares en el mercado. En cualquiera de los dos casos, se volver¨¢n a convertir en d¨®lares y saldr¨¢n al exterior y, con mucha probabilidad con destino a Estados Unidos', apunta Hausmann. 'Por eso, precisamente por eso, dicen no', concluye.
La historia de esta desesperada b¨²squeda de amor de Duhalde en el lecho del FMI supera el cazo que pone para recibir los 12.000 millones de d¨®lares que est¨¢ pidiendo su Gobierno. El acuerdo del principal acreedor internacional de Argentina permitir¨ªa a un gobierno que se deprecia al ritmo con que lo hace su moneda nacional frente al d¨®lar presentarse ante sus conciudadanos con una s¨®lida base de apoyo.
El Gobierno de Duhalde tiene el objetivo te¨®rico de las elecciones presidenciales del a?o 2003, pero la l¨ªnea de ese horizonte est¨¢ completamente desdibujada. Un acuerdo con el jefe de fila de los acreedores, el FMI, a los que Argentina debe 130.000 millones de d¨®lares, podr¨ªa ser vendido como su raz¨®n de existir. De conseguirlo, Duhalde podr¨ªa decir con mayor credibilidad que ahora: despu¨¦s de m¨ª, el diluvio, el caos o la anarqu¨ªa.
?Es vital el acuerdo con el FMI? Siendo el salvavidas al que Duhalde intenta aferrarse, al parecer a cualquier coste, la cr¨ªtica situaci¨®n argentina podr¨ªa, durante cierto tiempo, convivir con el esquinazo del FMI. Argentina ya ha cometido la peor herej¨ªa de todas las posibles: la suspensi¨®n del pago de la deuda. Ahora ya no tiene necesidad, pues, de pagar intereses equivalentes a unos 8.000 millones de d¨®lares anuales. Los acreedores han asumido, por as¨ª decir, esta moratoria unilateral; quieren, desde luego, renegociar para salvar lo m¨¢s posible de ella. Pero la moratoria es un hecho.
Hasta el estallido de la crisis a finales de 2000, Argentina registraba super¨¢vit comercial. Los problemas presupuestarios comenzaron en el a?o 2000, cuando el pa¨ªs, despu¨¦s de largos a?os de super¨¢vit, sufri¨® un d¨¦ficit de 6.800 millones de d¨®lares, un 2,4% del producto interior bruto, una cifra lejos de poner los pelos de punta a los economistas m¨¢s ortodoxos, habida cuenta de la recesi¨®n que ya viv¨ªa la econom¨ªa argentina.
Pero incluso las cuentas fiscales eran menos dram¨¢ticas si se computan los llamados gastos primarios, esto es, sin incluir el pago de intereses. ?stas todav¨ªa no registraban el ba?o de tinta roja, con un super¨¢vit peque?o de 2.900 millones de d¨®lares o 1% del PIB.
Estas cifras sirven para proyectar una realidad posible. Si se controla el gasto en un contexto en que las exportaciones van a recibir un fuerte impulso por la masiva devaluaci¨®n del peso, la econom¨ªa tendr¨¢ que reflejar la transfusi¨®n, m¨¢s pronto que tarde.
Es lo que piensa, por ejemplo, Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, que acaba de prestar testimonio ante el Congreso norteamericano, el pasado 5 de marzo, despu¨¦s de regresar de un viaje de estudio a Buenos Aires.
'El FMI quiere dar un escarmiento a Argentina. Un pa¨ªs que declara la moratoria unilateral es un mal ejemplo. Por tanto, el Tesoro, la Casa Blanca y el Fondo han sentado a Argentina en el banquillo. Pero, ?para qu¨¦ quiere Argentina los d¨®lares del Fondo? Para pagar a los acreedores. Y si ya no paga, tampoco necesita el dinero. Yo pienso que la devaluaci¨®n permitir¨¢ a la econom¨ªa recuperar cierto dinamismo. El Fondo debe ayudar, pero si no lo hace corre el riesgo de que, como Argentina, siga el ejemplo de Malasia y se recupere por sus propios medios'.
Hausmann cree que esa recuperaci¨®n es posible, pero advierte de que Argentina no es Malasia. 'El Gobierno argentino es muy d¨¦bil. Pero s¨ª, admito que es posible una recuperaci¨®n, pero a condici¨®n de que el programa econ¨®mico sea claro y se proponga restablecer la ley', razona.
Los economistas de ciertos bancos de inversiones est¨¢n entre los m¨¢s duros de los duros. Alberto Ades, de Goldman Sachs, considera que el Gobierno argentino 'ha subvertido las leyes b¨¢sicas y por ello no merece credibilidad'. Admite que fue Domingo Cavallo quien inici¨® la subversi¨®n. 'Los errores que cometi¨® fueron enormes. El corralito, no cabe duda, inici¨® la violaci¨®n de las leyes a gran escala', enfatiza. Pero Ades apoya, sin atenuantes, el castigo que imparte el FMI al Gobierno argentino. 'Es la ¨²nica posibilidad de que surja un gobierno de gente nueva, responsable, que se comprometa a restablecer las reglas de juego', estima.
El reloj de las tres bombas de efecto retardado sigue contando las horas: bancos, ahorradores y amenaza de inflaci¨®n.
'Desde luego, el Gobierno tiene que recapitalizar en alguna medida a los bancos. Pero quiz¨¢ pueda hacerlo paso a paso. Tienen que contar con dinero para poder devolver los ahorros de sus depositantes', se?ala Weisbrot. Y, en relaci¨®n con esto, la necesidad de que Argentina cuente con un aut¨¦ntico banco central es acuciante. 'Se necesita una pol¨ªtica monetaria con objetivos y una pol¨ªtica transparente', urge Hausmann.
Y los ahorradores. Keynes dec¨ªa en 1924, al analizar la situaci¨®n de la Rep¨²blica de Weimar en Alemania, que 'los peque?os ahorradores sufren en silencio estas enormes devaluaciones cuando derrocar¨ªan un gobierno que les hubiera despojado de todo a trav¨¦s de m¨¦todos m¨¢s prudentes y justos'. Los ahorradores argentinos sufren, pero no en silencio. Ellos y los dem¨¢s sectores de la poblaci¨®n afectados ya han derrocado a dos gobiernos.
Bajo control de la Casa Blanca
La crisis argentina ha sido una escuela de administraci¨®n para los hombres de George W. Bush. El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, declar¨® a mediados de 2001 que los argentinos viv¨ªan en crisis desde hac¨ªa setenta a?os. En agosto, insisti¨®: 'Estamos trabajando para crear una Argentina sostenible, no simplemente un pa¨ªs que sigue consumiendo el dinero de los fontaneros y carpinteros norteamericanos que ganan 50.000 d¨®lares anuales y se preguntan qu¨¦ hacemos con su dinero en el mundo'. Varios presidentes latinoamericanos llamaron a Bush para protestar. La Casa Blanca se hizo cargo. Bush despach¨® al numero dos de O'Neill, el subsecretario para asuntos internacionales, el acad¨¦mico John Taylor, a Buenos Aires. Treinta y seis horas m¨¢s tarde, Taylor regresaba, despu¨¦s de entrevistarse con Domingo Cavallo y otras autoridades, a Washington. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, la Casa Blanca y el Tesoro autorizaron al FMI a desembolsar 5.000 millones de d¨®lares y a conceder otros 3.000 millones m¨¢s. 'La frase de O'Neill cost¨®, pues, 8.000 millones de d¨®lares', bromea Ricardo Hausmann.Pasaron quince d¨ªas. Y lleg¨® el 11 de septiembre de 2001. Argentina, como casi todo el mundo, excepto Osama Bin Laden, se extingui¨® como problema. O'Neill y la Casa Blanca volvieron a su posici¨®n inicial. Mano dura. Mark Weisbrot cree que es un error. 'En Argentina hay una situaci¨®n revolucionaria. Bush ten¨ªa raz¨®n en supervisar el asunto desde la Casa Blanca. Esta nueva actitud va, incluso, en contra de sus propios intereses'.
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