Canci¨®n aflamencada
Por debajo de sus posibilidades. Despu¨¦s de cinco a?os de silencio discogr¨¢fico, Remedios Amaya vuelve con esta entrega convencional que nada a?ade a su acervo art¨ªstico, y persiste en cambio en conducir a la cantaora al reducto de la canci¨®n aflamencada, que tiene poco que ver con el cante.
En el flamenco est¨¢n ocurriendo con demasiada frecuencia cosas as¨ª. Nos quejamos de que los j¨®venes valores emergentes se alejan cada vez m¨¢s del cante de aut¨¦ntica ley flamenca, y, sin embargo, a quienes le sobran los rasgos que definen la misma -capacidad de expresi¨®n jonda, flamencura, pellizco, duende..., es decir, Remedios Amaya- pareciera que se empe?an en despojarles de ellos. No acabo de entenderlo, ni aun pensando en las socorridas razones comerciales. Remedios Amaya es cantaora que cuando se entrega en cuerpo y alma a lo suyo, esos temas casi siempre festeros en que es una admirable maestra, triunfa clamorosamente.
Sonsonete
Con Eugenio Iglesias (guitarra), Manolo Nieto (bajo), Jes¨²s Bola y Fidel Cordero (teclistas), Juan Ruiz y Alejandro Amaya (percusiones) y coros. Teatro Pav¨®n. Madrid, 21 de marzo.
En el recital de anteanoche en el teatro Pav¨®n, que no lleg¨® a durar una hora y con una parte importante del aforo ocupado por invitados, se le aplaudi¨® desmayadamente, y sali¨® a cantar una propina cuando ya pr¨¢cticamente nadie se la ped¨ªa.
Falt¨® el genio
Ello no ser¨¢ inconveniente para el ¨¦xito comercial del disco, que es de lo que se trata a fin de cuentas. Una multinacional poderosa que quiere promocionar uno de sus productos tiene infinitos recursos para meterlo d¨ªa y noche en todos los medios audiovisuales de este pa¨ªs, hasta hacerlo absolutamente popular.
Pero lo que vimos y o¨ªmos en el emblem¨¢tico escenario del Pav¨®n nos dej¨® fr¨ªos y distantes, y hasta dir¨ªa -es una impresi¨®n puramente personal, desde luego- que la misma cantaora no parec¨ªa demasiado estimulada.
A Remedios Amaya le falt¨® el genio a que nos tiene acostumbrados cuando se siente a gusto con su cante; una pena, porque esta mujer es una de las cantaoras m¨¢s flamencas de las pocas que nos van quedando.
Se salv¨® su voz, l¨®gicamente, aunque raramente la recogiera hacia adentro para rebuscarse en la intimidad del cante jondo. Una voz brillante, muy bella, que en fugaces ocasiones -en un grito, en una queja- se aproxim¨® a lo que pudo haber sido y no fue en esta ocasi¨®n. Y su formidable garra en el baile por buler¨ªas, que casi, casi, fue lo m¨¢s recordable de este presunto concierto de cante.
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