Colillas
La escena tuvo lugar en la calle Fuencarral. Una se?ora de unos cincuenta a?os sal¨ªa de casa sosteniendo un cigarro en una mano y la correa de un perro en la otra. Era un animal peque?o, uno de esos chuchos peludos hijo de mil padres pero con cara de listo y al que solo le faltaba hablar. Nada m¨¢s cruzar el portal, el animal tir¨® de la correa, ansioso por alcanzar el bordillo de la acera para hacer sus necesidades. La dama, bien vestida, no le retuvo. Mientras el perro proced¨ªa a aliviarse, con la mirada queda en el infinito, su ama se echaba la mano al bolsillo del abrigo, de donde sac¨® una de las bolsas negras que el Ayuntamiento regala para recoger las cacas perrunas. Previamente, pas¨® el cigarrillo que sujetaban sus dedos a la comisura de los labios. All¨ª se consum¨ªa humeante, cuando aparecieron dos vecinas que la saludaron amistosamente. Tambi¨¦n le dedicaron alguna palabra afectuosa al can, quien al hallarse en fase de rematar la faena, las obvi¨® como si ambas fueran invisibles.
Fue entonces cuando coincidieron en alabar la actitud ejemplar de la se?ora, que no le quitaba ojo a la trayectoria del excremento, con la disposici¨®n de recogerlo de inmediato. 'Si todos hicieran lo mismo que t¨², las calles estar¨ªan limpias'. 'No cuesta nada', respondi¨® la mujer.
Este ¨²ltimo comentario lo acompa?¨® de un gesto mec¨¢nico con el que se libr¨® del pitillo. Lo hizo para enfundarse en la mano la bolsa de pl¨¢stico y apurando una ¨²ltima calada antes de arrojar la colilla al pavimento sin mirar siquiera d¨®nde ca¨ªa. Ninguna de la dos vecinas mostr¨® el menor s¨ªntoma de extra?eza o disgusto al ver los restos del cigarrillo en el suelo; es m¨¢s, abundaron en los halagos como si su amiga fuera el palad¨ªn de la urbanidad.
Les detallo este episodio porque, a pesar de su aparente nimiedad, creo que encierra un gran significado. Por una parte, nos deja claro que la denuncia constante de los medios de comunicaci¨®n y el esfuerzo municipal por liberar la v¨ªa p¨²blica de excrementos caninos no ha sido en balde. En la conciencia ciudadana, en general, y en la de los propietarios de perros, en particular, ha comenzado felizmente a calar la necesidad de responsabilizarse de la retirada de los excrementos de la v¨ªa p¨²blica y ya son muchos los que salen a pasear al perro con la bolsita.
En cambio, y por el contrario, nada parece que hayamos avanzando con las colillas. El hecho de que la se?ora de la calle Fuencarral, que estaba tom¨¢ndose la molestia de recoger las inmundicias de su perrito, no se planteara siquiera el buscar una alcantarilla donde tirar el cigarro resulta enormemente revelador. Ese gesto mim¨¦tico de arrojarlo al suelo es considerado como normal por casi todos los fumadores y, lo que es peor, por muchos de los que no fuman, como es el caso de las dos vecinas.
Quien piense que los restos de cigarrillos son un factor desde?able de la suciedad urbana se equivocan de medio a medio. T¨®mense la molestia de mirar unos segundos al suelo cuando caminen por cualquier calle de Madrid m¨ªnimamente transitada. Comprobar¨¢n que es imposible dar un paso sin toparse al menos con una colilla.
F¨ªjense, igualmente, en lo que arrastra habitualmente la escoba de un barrendero y ver¨¢n hasta qu¨¦ punto convierten la v¨ªa p¨²blica en un gran cenicero. A pesar de ello, lo peor no es lo que ensucia la calle, sino lo que contribuye a que otros elementos la ensucien m¨¢s.
La llamada teor¨ªa de las ventanas rotas que idearon los crimin¨®logos de la Escuela de Filadelfia sostiene que un edificio donde haya un cristal roto es una invitaci¨®n a que alguien rompa alguno m¨¢s. De la misma forma, en un suelo limpio es m¨¢s dif¨ªcil que la gente arroje desperdicios que en otro lleno de basura. Detr¨¢s de una colilla va un papel, tras el papel una lata y, tras ella, una caja de cart¨®n. Hace unos d¨ªas, el vicealcalde de Par¨ªs vino a Madrid para ver in situ c¨®mo hab¨ªa logrado el Ayuntamiento de la capital avanzar en el dif¨ªcil campo de la limpieza. El concejal Alberto L¨®pez Viejo le mostr¨® los equipos, la maquinaria y la estrategia operativa. Todo es importante, le explicaron, pero nada como concienciar al ciudadano de que no ensucie su ciudad. En Madrid, con los amos de los perros algo se ha logrado, pero con los fumadores est¨¢ todo por hacer.
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