Par¨¢bola del iceberg
Se ha desgajado de la Ant¨¢rtida un pedazo de hielo, un enorme iceberg tan grande, dice la prensa, como la provincia de ?lava. No sabemos si es una met¨¢fora foral, pero s¨ª una constataci¨®n del recalentamiento del planeta.
El planeta est¨¢ caliente. Y el paisito tambi¨¦n. En el puente de San Jos¨¦ nos hizo muy buen tiempo, ese buen tiempo clim¨¢tico que nunca da la medida del tiempo informativo: el paisito tiene tantos problemas y son tan recurrentes que a uno se le hiela la sangre. Un aire fr¨ªo recorre las provincias.
Este fin de semana los socialistas aclarar¨¢n sus ideas, tras algunos meses gobernados por una gestora constantemente zaherida, sobre todo, desde el flanco derecho. No sabemos si los debates ser¨¢n acalorados, pero lo cierto es que el socialismo vasco padece una pinza pol¨ªtica, y los extremos de la misma les recuerdan constantemente qu¨¦ es lo que tienen que pensar, qu¨¦ es lo que deben decidir, qu¨¦ es lo que deben hacer. Convendr¨ªa que las aguas se remansaran un poco y que el socialismo vasco diera con un proyecto propio. El problema es que el clima pol¨ªtico del paisito est¨¢ tan enrarecido que todo movimiento en una direcci¨®n concreta se toma desde las otras como una imperdonable traici¨®n.
El hielo se ha agrietado y un iceberg enorme surca ahora las aguas del oc¨¦ano austral. Nadie sabe a d¨®nde va, pero es previsible que su alejamiento de los mares helados vaya empeque?eciendo su formidable enormidad. Esto ya no sabemos si es met¨¢fora de la ?lava foral, del socialismo vasco o de la suerte, en general, que espera a la comunidad aut¨®noma en el presente siglo. Ni siquiera una premonici¨®n. Estamos hechos un l¨ªo y no parece probable que lleguemos a aclararnos en los pr¨®ximos a?os.
La pol¨ªtica vasca es agotadora, desalentadora, pero quiz¨¢s es algo a¨²n peor: es profundamente aburrida. Todos los cambios que hay en ella no influyen lo m¨¢s m¨ªnimo en el problema de fondo: la existencia de una organizaci¨®n terrorista como es ETA y la asombrosa supervivencia entre nosotros de un segmento de poblaci¨®n al que resulta dif¨ªcil explicarle que eso de matar est¨¢ muy mal. Cuando el discurso pol¨ªtico no logra de todos sus oficiantes esa elemental unanimidad cualquier esfuerzo por la paz se disuelve como un azucarillo en el caf¨¦, o como un iceberg (mira por d¨®nde, la met¨¢fora) cuando se acerca a aguas m¨¢s templadas.
Puestos a desgajar algo del territorio vasco, a uno le gustar¨ªa que se separara el terrorismo, que una inesperada quiebra del hielo se llevara de entre nosotros a todos los cejijuntos practicantes del asesinato, la amenaza y la extorsi¨®n. Tendr¨ªa gracia verles sobre el iceberg, cada vez m¨¢s juntitos, a medida que el viaje hacia aguas c¨¢lidas fuera reduciendo la superficie de apoyo. Por desgracia, la met¨¢fora del c¨¦lebre iceberg no puede llevarnos tan lejos. Parece improbable que inicien ese viaje.
Lo grave, quiz¨¢s, es que los dem¨¢s resultan incapaces de ponerse de acuerdo en ese extremo. En la pol¨ªtica vasca, los partidos han creado una suerte de poliarqu¨ªa donde cada cual funciona por libre, acogido a su correspondiente cuota de poder, celoso de la misma y resuelto a no ponerla nunca en riesgo. Con el acceso de Izquierda Unida al gobierno, con la conquista de las instituciones alavesas por el Partido Popular, con el s¨®lido sustento electoral del PSE en ciertos ayuntamientos y comarcas, con el poder¨ªo-consorte de EA a la sombra del PNV y con el extenso tejido social e institucional del que ¨¦ste ¨²ltimo disfruta, la pol¨ªtica vasca est¨¢ lo suficientemente troceada como para que todos tengan un patrimonio institucional y electoral susceptible de celosa salvaguarda. Es como una enorme tarta de la que todos han conseguido alg¨²n pedazo. Y cuando se tienen propiedades, como se sabe, uno se vuelve muy conservador y prefiere no poner la suya en riesgo.
El pa¨ªs est¨¢ troceado (mucho m¨¢s que el hielo de la Ant¨¢rtida, de momento) y todo el mundo tiene algo que perder. Viajamos en distintos icebergs a la deriva, sin que haya modo de reunirnos en un solo continente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.