El presidente demediado
CON SORPRENDENTE regularidad, las votaciones celebradas por el Consejo del poder judicial reproducen una pauta que lleva trazas de convertirse en regla fija: el presidente y diez vocales votan en una direcci¨®n; ocho, en la contraria, y otros dos votan con la mayor¨ªa o se abstienen. ?Obedece esta pauta a razones jur¨ªdicas, a motivaciones personales, a respetables puntos de vista discrepantes? Para nada. La ¨²nica raz¨®n de tan an¨®mala conducta es externa al Consejo: los propuestos por el PP, con el presidente, votan una cosa; los del PSOE/IU, otra, y el de CiU y el de consenso arriman el ascua a la sardina de la mayor¨ªa o miran a otra parte.
Es claro que una pauta tan previsible s¨®lo puede tener una explicaci¨®n: la mayor¨ªa del Consejo act¨²a sometida a las ¨®rdenes emanadas de quien puede no ya orientar, sino determinar sus decisiones. De esa especie, s¨®lo hay un sujeto, el partido del Gobierno, que ha fabricado, tras vergonzosos cambalaches con la oposici¨®n, esa mayor¨ªa. Un Parlamento que act¨²a como convidado de piedra sirve para otorgar una ¨²ltima sanci¨®n de legitimidad formal a lo que se cocina a sus espaldas por los responsables de los partidos. Cuando uno de ellos disfruta de mayor¨ªa, ni las formas se guardan: el partido del Gobierno utiliza al Consejo como brazo extendido del poder ejecutivo en el llamado poder judicial.
La arrogancia y el desprecio que se ha adue?ado de este Gobierno en sus tratos con la oposici¨®n se ha trasladado ¨ªntegramente al interior del Consejo en su pol¨ªtica de nombramientos. Realmente, lo que hacen los disciplinados consejeros de la mayor¨ªa es como un calco de lo que ven hacer a sus mandamases. Nada les importa, nada les modera con tal de mostrar su obediencia a las consignas partidarias: si hay que nombrar a tal o cual magistrado para el Supremo, se nombra y a otra cosa. La cuesti¨®n es garantizar que los elegidos sean como ellos: previsibles hasta el ¨²ltimo detalle en su conducta, obedientes al poder ejecutivo, leales a quien les ha nombrado. ?ste es el tipo de magistrado o de jurista v¨¢lido para ocupar los m¨¢s altos puestos de la administraci¨®n de justicia y del poder juidicial.
Por eso, cuando se trata de decidir sobre la asignaci¨®n de sala en el Tribunal Supremo a quien ha sido durante una decena de a?os presidente de la Audiencia Nacional, nada les ha importado a estos se?ores la raz¨®n que asiste a Clemente Auger para ser destinado a la Sala de lo Penal que ha solicitado, ni los m¨¦ritos de que viene cargado, ni sus servicios inestimables al Estado, con riesgo de su vida, ni la independencia, la discreci¨®n, la autoridad y la solvencia con las que ha presidido durante un periodo convulso la m¨¢s complicada de las Audiencias espa?olas, especializada en causas penales relacionadas con el narcotr¨¢fico y el terrorismo. De todo eso, los diez miembros de la mayor¨ªa y su presidente hacen mangas y capirotes, atentos como est¨¢n a los deseos de quien les ha nombrado. Y como el partido del Gobierno no quiere tener en la Sala de lo penal del Supremo a un magistrado independiente, a alguien a quien no puede controlar, se desestima su solicitud, se le destina a la Sala de lo civil y aqu¨ª no hay nada m¨¢s que hablar.
Comprendiendo tal vez la magnitud del estropicio que esta arbitraria decisi¨®n y esta conducta servil podr¨ªan acarrear al prestigio del Consejo, su presidente anunci¨® que se abstendr¨ªa en la votaci¨®n sobre la decisi¨®n adoptada por la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo. Razones de peso ten¨ªa para hacerlo: la mitad de este se?or, la que preside la Sala de Gobierno, hab¨ªa votado a favor de enviar al ex presidente de la Audiencia Nacional a un destino forzoso, no querido ni solicitado por ¨¦l, y hab¨ªa anunciado que su otra mitad, la que preside el Consejo, se abstendr¨ªa en la votaci¨®n sobre el recurso interpuesto por Clemente Auger. Pero su palabra, por lo que se ve, no vale nada. El presidente demediado, ante el voto en blanco de dos vocales, no ha tenido m¨¢s remedio que faltar a ella e incumplir una norma elemental: no decidir en un recurso contra un acuerdo tomado por uno mismo.
De verdad, ?no ha tenido m¨¢s remedio? Pues s¨ª, no lo ha tenido. Para eso se le ha nombrado: para que obedezca las ¨®rdenes de sus superiores, sin que importe nada el da?o que de esta escandalosa actuaci¨®n se derive para el pomposo pero vanamente llamado Consejo General del Poder Judicial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.