De la disuasi¨®n a la utilizaci¨®n
Despu¨¦s de que Estados Unidos y la URSS dispusieran de armas nucleares, ¨¦stas se convirtieron en elementos de disuasi¨®n, a utilizar ¨²nicamente en caso de represalias frente a un ataque at¨®mico, y por ello destinadas a evitar tal agresi¨®n. La Administraci¨®n de Bush est¨¢ llevando a cabo una profunda revisi¨®n de esta posici¨®n para contemplar el arma nuclear no s¨®lo como disuasoria, sino utilizable en combate; es decir, para ganar o persuadir. Es un paso m¨¢s en el abandono de la doctrina de la disuasi¨®n mutua asegurada, basada en la vulnerabilidad mutua en un mundo bipolar que ya no existe. El objetivo de la filtrada revisi¨®n de la postura nuclear -a¨²n no doctrina oficial- es introducir la duda en el adversario potencial. Lo que era una tendencia en curso en EE UU se ha acelerado tras el 11 de septiembre, que ha roto con la idea de su territorio como santuario, condici¨®n que Bush quiere recuperar, incluson con la defensa contra misiles. Pero no es nada seguro que lo logre. El resultado puede ser un mundo m¨¢s inseguro.
El Reino Unido se declara dispuesto a usar el arma nuclear si sus soldados son atacados en el campo de batalla con armas de destrucci¨®n masiva.
El Departamento de Defensa quiere desarrollar microbombas para penetraci¨®n en tierra, utilizables, por ejemplo, para desalojar a Al Qaeda de sus refugios
La filtraci¨®n del documento secreto, enviado al Congreso y preparado por el Pent¨¢gono y otros departamentos de la Administraci¨®n, no parece casual. Es algo m¨¢s que un globo sonda. El pasado 21 de febrero, el subsecretario de Estado para control de armamentos y seguridad internacional, John Bolton, ya hab¨ªa declarado, aunque pas¨® inadvertido, que EE UU estaba abandonando su compromiso de no utilizar armas nucleares contra Estados no nuclearizados (salvo que actuaran en alianza con una potencia at¨®mica), una ampliaci¨®n de la doctrina de no renunciar a ser el primero en usar este tipo de armamento en caso de conflicto. De confirmarse, la nueva doctrina socavar¨ªa el Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear, que no ha sido un ¨¦xito total, pero que ha contribuido a frenar la proliferaci¨®n, bajo la condici¨®n de que los firmantes no ser¨ªan atacados con armas nucleares, y los que las tienen reducir¨ªan dr¨¢sticamente sus arsenales.
'Eje del mal'
En el documento filtrado se nombra como objetivo potencial a los tres Estados del llamado por Bush eje del mal -Corea del Norte, Ir¨¢n e Irak-, junto a Libia, Siria, China, y, en un principio -pues despu¨¦s Washington pidi¨® disculpas-, Rusia. La Rusia de Putin, cada vez m¨¢s pr¨®xima a Washington y a la OTAN, de hecho, hab¨ªa dado en enero de 2000 un paso similar al de Bush, al renunciar a su doctrina oficial de no ser el primero en utilizar el arma nuclear. Rusia no s¨®lo lograba as¨ª un nuevo peso internacional, sino que lanzaba un aviso para la defensa de unas fronteras de miles de kil¨®metros, que no puede asegurar con medios convencionales. Ya con Bush en el poder en Washington, Rusia y EE UU se disponen a pactar una reducci¨®n radical en el n¨²mero de sus cabezas nucleares, pero tras el inicial gesto constructivo de avanzar hacia ese objetivo, el presidente de Estados Unidos se reserv¨® la posibilidad de 'almacenar', y no destruir, las miles de cabezas nucleares sobrantes. ?Por si acaso?
Lo que es relativamente nuevo de la Revisi¨®n de la Postura Nuclear es la pretensi¨®n de Norteam¨¦rica de desarrollar microbombas at¨®micas que se podr¨ªan utilizar con una resultante precipitaci¨®n y contaminaci¨®n radiactiva mucho menor. Podr¨ªan ser usadas en combate, por ejemplo, en Afganist¨¢n como 'armas de penetraci¨®n en tierra' para destrozar las cuevas en las monta?as en las que se han refugiado combatientes de Al Qaeda, o en otros lugares para destruir centros de fabricaci¨®n o almacenamiento de armas biol¨®gicas o qu¨ªmicas, pese al peligro que conlleva una destrucci¨®n desordenada.
El documento, tal como ha sido citado en The New York Times, afirma que 'se necesita una mayor flexibilidad respecto a la fuerza nuclear y al planeamiento que durante la guerra fr¨ªa'. Y a?ade: 'Opciones de ataque nuclear que var¨ªen en escala, alcance y prop¨®sito complementar¨¢n otras capacidades militares'.
La Revisi¨®n de la Postura Nuclear es parte de una reelaboraci¨®n m¨¢s amplia de la doctrina militar global de EE UU, resultado de las amenazas puestas de relieve con el 11-S y las posibilidades que brindan las nuevas tecnolog¨ªas.
La actual Administraci¨®n quiere disponer de la panoplia m¨¢s amplia posible de armas para defender su territorio, dentro o a gran distancia, ya sea en Afganist¨¢n o en Somalia. La revisi¨®n viene desde la anterior legislaci¨®n, pero quien la aceler¨® fue el equipo de Rumsfeld en el Pent¨¢gono. El 11-S le ha hecho cobrar un car¨¢cter de urgencia primordial, pese a las reticencias de algunos aliados en la OTAN, o de futuros rivales estrat¨¦gicos, como China. Con la excepci¨®n ya habitual: el Reino Unido, cuyo secretario de Defensa, Geoff Noon, ha declarado esta semana que su pa¨ªs estar¨ªa dispuesto a utilizar armas nucleares contra Estados d¨ªscolos, como Irak, si ¨¦stos llegaran a utilizar 'armas de destrucci¨®n masiva' contra tropas brit¨¢nicas en el campo de batalla.
El secretario de Estado, Colin Powell, ha insistido en que su Administraci¨®n no tiene planes de desarrollo de este nuevo tipo de armamento, ni de reanudar las pruebas at¨®micas, aunque s¨ª ha admitido que los militares estaban estudiando 'modificar, actualizar o cambiar' sus actuales armas nucleares para afrontar las 'nuevas amenazas'. Lo que mantienen los militares -con una poderosa fuerza de convicci¨®n sobre los legisladores- en el Pent¨¢gono es que, para desarrollar esta nueva clase de bombas nucleares, no bastar¨ªan las simulaciones por ordenador, por lo que, insisten, necesitan hacer pruebas reales. ?sta es la raz¨®n que ha empujado al Senado de EE UU -pese a que este pa¨ªs respete a¨²n una moratoria al respecto- a no ratificar el Tratado de Prohibici¨®n Total de Pruebas Nucleares (CTBT), posici¨®n que ha sido objeto de cr¨ªticas por parte de los europeos e incluso de algunos comentaristas de ese pa¨ªs, como Jim Hoagland, que apoyan el cambio de actitud. Piensan que puede llevar a China o a otras potencias nucleares a reanudar tambi¨¦n sus pruebas. Y de transformarse la revisi¨®n en doctrina, otros pa¨ªses, como Ir¨¢n, se pueden ver tentados a desarrollar armas nucleares, o, como China, a modernizar sus arsenales. El resultado general puede ser m¨¢s proliferaci¨®n, no menos. Y el riesgo mayor, el de banalizar el uso del arma nuclear, al aumentar el n¨²mero de tipos de armas nucleares y de pa¨ªses que las poseen.
M¨¢s proliferaci¨®n
Estados Unidos se enfrenta a nuevas amenazas, como pueden ser las bombas nucleares sucias, a saber, material radiactivo -f¨¢cil de conseguir en Occidente, por no hablar de ese vertedero nuclear en que se ha convertido la pen¨ªnsula de Kola, en Rusia, o las riberas ex sovi¨¦ticas del mar Negro-, y que, con explosivos convencionales pueden lograr un alto grado de contaminaci¨®n en poblaciones civiles tras actos terroristas.
La doctrina en elaboraci¨®n pretende avanzar hacia un abanico de armas, nucleares o no, de uso m¨¢s flexible. Antes, la funci¨®n central de las armas nucleares era evitar su uso por el adversario. La Administraci¨®n de Bush busca c¨®mo utilizar las armas nucleares, aunque algunos en su seno piensen, como la consejera de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, que la amenaza de usarlas puede acabar disuadiendo a atacantes potenciales. Un problema b¨¢sico en toda la anterior estrategia nuclear es que estaba pensada para Estados, aunque sean rebeldes o poco de fiar, como Pakist¨¢n, ejemplo del fracaso relativo del Tratado de No Proliferaci¨®n, pues hoy dispone de armamento nuclear, igual que la India. La anterior doctrina y consiguiente planeamiento militar nuclear no estaban pensados para combatir o disuadir a grupos u organizaciones no gobernantes como Al Qaeda, que se gu¨ªan por otro tipo de racionalidad menos o nada predecible. Otra cosa que el 11-S ha puesto patas arriba.
Lo impensable que otros ya pensaron antes
NO ES LA PRIMERA VEZ que en Estados Unidos se contempla la idea de usar armas nucleares para ganar una guerra, y no simplemente para disuadir un ataque. De hecho, como recuerda uno de los padres de la disuasi¨®n nuclear, Bernard Brodie, en su influyente libro Estrategia en la era de los misiles, publicado en 1959, ya dos a?os antes el acad¨¦mico Henry Kissinger, en su obra Armas nucleares y pol¨ªtica exterior, propugnaba el uso de ¨¦stas en guerras limitadas (cuesti¨®n que se han planteado, descart¨¢ndola, en casi todos los grandes conflictos en los que ha participado EE UU). Por esa misma ¨¦poca apoyaba tambi¨¦n esta idea el cient¨ªfico Edward Teller, que posteriormente tanto influir¨ªa en Ronald Reagan para que lanzara su programa de escudo antimisiles, la famosa guerra de las galaxias, con la idea de, al defenderse, poder librar y ganar un conflicto nuclear. Claro que aqu¨¦llos eran otros tiempos, los de la guerra fr¨ªa, y la confrontaci¨®n Este-Oeste, que tras la crisis de los misiles de Cuba llev¨® a EE UU a optar por la doctrina de la disuasi¨®n mutua asegurada (MAD), seg¨²n la cual el atacante ten¨ªa que tener la certeza de que, a su vez, ser¨ªa destruido. Esta doctrina qued¨® formalizada en el acuerdo ABM de 1972 de limitaci¨®n de las defensas antimisiles, que ahora Bush denuncia para poder llevar a cabo sus planes para una versi¨®n m¨¢s reducida de la guerra de las galaxias, la Defensa Nacional contra Misiles (NMD), de la que se ha probado ¨²ltimamente con ¨¦xito alg¨²n elemento. Tampoco es un giro brusco de Bush. La posici¨®n se ven¨ªa preparando desde la anterior Administraci¨®n, la de Clinton. Seg¨²n relata Walter Pincus en The Washington Post, en 1996 ya EE UU avis¨® que si era atacado con armas qu¨ªmicas podr¨ªa tomar represalias con armas nucleares, idea que seg¨²n esta versi¨®n se incorpor¨® a la directiva presidencial de Clinton PDD-60, en lo que se consider¨® 'planificaci¨®n adaptativa'. No cabe olvidar un hecho hist¨®rico: Estados Unidos es el ¨²nico pa¨ªs que ha utilizado armas nucleares en la historia: las lanzadas en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki.
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